Capítulo 19;Erotismo.

1923 Palabras
—No— respondió muy serio— también me iré a descansar. Vamos te acompaño. Camino delante de él por el ámplio pasillo, al llegar a la puerta de mi habitación me giro para verle directamente a los ojos. Pero no me da tiempo a reaccionar y me oprime contra la pared, devorando mi boca con pasión. “Bien Irina, al parecer has logrado tu objetivo” Me felicito mentalmente mientras lo acerco más a mí. —Se acabó la espera— susurra excitado contra mi boca. —¿Cuál espera?— me hago la inocente. —Hoy inicias el siguiente nivel. . . hoy serás mía, Irina. DOMINIK. . . Lo sabía, lo sabía, desde el principio lo sabía, sabía lo terriblemente peligroso que sería darle tanto poder sensual a Irina. Desde que apareció para la cena, exhudaba sensualidad y lujuria, ¿ cómo es posible que siento tan inocente, sexualmente hablando, sea capaz de ser tan sensual, y lograr que sus acciones, su respirar y hasta su calera de comer esté cargada de sexualidad en todo su esplendor? No me equivoqué al pensar que ella sería mi obra Maestra, lo es porque ella entera desprende sensualidad sin mayor esfuerzo. Cuando me pide detenernos para cenar, casi enloquezco, la excitación estaba subiendo como la espuma, pero ella decidía aquel preciso momento para comer. Luego de la cena y otra copa de vino, pretende marcharse como si nada. Decido dejarla ir, ella asegura estar cansada y le creo. Pero todo se va por la borda cuando veo su hermoso trasero contonearse con sensualidad mientras ella asciende por las escaleras que la llevarían al segundo piso. Mi cordura y raciocinio se fueron, me abandonaron totalmente, ya no había espacio para la razón, solo para el deseo, después de asegurarle que todo está bien y que iré a descansar, le ofrezco mi compañía Camina delante de mi por el ámplio pasillo, y al llegar a la puerta de su habitación se gira para verme, pero decido no darle tiempo a reaccionar y la oprimo contra la pared, para lanzarme hacia ella para devorar su boca con pasión. —Se acabó la espera— le susurro excitado, muy cerca de su boca, tanto que compartimos el mismo aire. —¿Cuál espera?— me dice confundida. —Hoy inicias el siguiente nivel. . . hoy serás mía, Irina— le digo mientras siento todo mi ser temblar de anticipación. *************** IRINA. . . Siento que mi corazón se acelera, creo que podría desmayarme a causa de la felicidad que recorre mi cuerpo en este preciso momento. Pero, como es de esperar, no lo demuestro. Lo miro fijamente mientras sonrió y muerdo mi labio inferior. —¿Acaso dudas?— me pregunta con voz ronca. —¿De tenerte en mi cama?— le pregunto sonriendo— no Maestro, llevo al menos un año y medio esperándolo, ya estoy preparada para esto.— lo veo fruncir el ceño y al parecer no le han gustado mis palabras, no lo entiendo, no creo haber dicho nada para hacerlo enojar. —¿Ya estás preparada?—me taladra con la mirada— ¿ y quién te ha preparado, Tobias?— su voz está cargada de ironía y lo entiendo todo, cree que me acosté con alguien más —si es así, te aseguro que puedo enseñarte muchas cosas que él no te ha mostrado— Sonrió y oprimo mis senos con su pecho, le doy un pequeño mordisco al lóbulo de su oreja y después lo succiono, me siento satisfecha cuándo lo escucho suspirar. —No se equivoque Maestro, no he ascendido a ese nivel— lo siento relajarse un poco— y todo porque me he dedicado, como niña buena, vale acotar, a esperar a que mi Maestro, me considerara acta para escalar— Viro entre sus brazos, mi espalda pegada a su pecho, me bamboleó de un lado a otro, como bailando lentamente pero sin música. Una de sus manos me oprime por la cintura, mientras que la otra acaricia mi cuello— dime algo, Maestro— dejo caer mi cabeza en su hombro— ¿estoy lista ahora? —Creo que estás más que lista— sentencia susurrando en mi oído. —Entonces, ¿A qué esperamos?— abro la puerta de mi habitación, lo tomo de la mano y caminando delante de él lo introduzco— Bienvenido a mis aposentos, Maestro. Los aposentos de una diosa del deseo— le digo sensualmente y sonrío, me giro hacia él. Sus ojos arden y sus pupilas están dilatadas por el deseo, creo que he cumplido con mi cometido. Lo he llevado al límite, solo que como buen Maestro, se controla muy bien. —Lo disfrutarás— esas dos palabras encierran una promesa increíble. Un escalofrío me recorre la columna vertebral, estoy segura de que lo disfrutaré. Así será. —Confío en ello— le digo sonriendo— ¿me desnudarás tú Maestro, o deseas ver cómo lo hago?— una sonrisa ilumina mi rostro, estoy orgullosa de mi cuerpo, y muero por mostrárselo. —Desnudarte es un placer del cuál no me privarás— se acerca a mí— los preliminares son tan importante cómo el acto mismo. —¿Tomo apuntes?— pregunto con ironía. —Mejor, apréndelo de memoria, te servirá de por vida. Pero si deseas disfrutar del acto de unión física entre dos cuerpos, los preliminares son esenciales, te excitaran a tal punto que tú mismo cuerpo te indicará, cuándo estás preparada para recibir un invitado dentro de ti— sus palabras son dichas de forma tan directa y mirándome fijamente a los ojos, que logra perturbarme un poco. —Maestro, más práctica y menos teoría— sonrió y se acerca a mí, me envuelve en sus brazos y me arranca la respiración con el beso más ardiente que hayan podido darme jamás. Sus manos viajan ansiosa por encima del vestido y yo solo deseo que me saque la prenda y por fin me haga suya. Nos separamos buscando un poco de oxígeno, lame mi cuello y gimo al sentir que mi cuerpo en pleno comienza a arder. Me gira, al tenerme de espaldas a él, sus manos se deslizan sobre la cremallera de mi vestido, a los segundos mi hermoso vestido cae al suelo, no llevo sujetador así que al ponerme frente a él no puede evitar gemir cuando ve mis turgente senos, coronados por pezones erguidos y ansiosos de caricias. —Son hermosos— dice mientras los cubre con sus manos, casi me encojo ante el tacto, es extraño que alguien más toque mi cuerpo, pero las sensaciones que envía a través de todo mi ser son indescriptible, los acuna y pasa la lengua por sus labios. —Equilibremos la balanza, Maestro— digo y me deshago de su chaqueta, luego mis manos viajan por su pecho, y mis dedos se encuentran con los botones, uno a uno los voy liberando, cuándo su camisa está abierta, la deslizo por sus hombros. Su pecho es amplio, rubio y fuerte. Lo acaricio y siento como se estremece, lava corre por mis venas. Sin poder resistir la tentación me inclino y dejo una hilera de besos en aquel monumental cuerpo. Él suspira, aparentemente lo hago muy bien. Lo miro directamente a los ojos y lo abrazo, el contacto piel con piel, es increíble, toda mi piel se eriza ante este nuevo estremecimiento. Sus manos viajan por mi espalda y las siento suave, tiernas, delicadas y hábiles. —Te gusta jugar— me dice con voz ronca. —Me encanta jugar, Maestro— muerdo su labio inferior. Su dura erección está contra mi vientre. Me arden las manos por acariciarlo justo allí. Me toma por debajo de los glúteos para alzarme, por reacción mis manos se enroscan en su cuello y mis piernas en su cintura. Mis senos están prácticamente en su cara, yo sonrió feliz porque él no aparta la mirada de ellos, me siento llena de poder. Siento que mi espalda entra en contacto con la fría pared y me estremezco de nuevo. Al tener esa estabilidad acaricio su cabello, tomo lo que puedo en un puño y lo obligo a mirarme, es bueno tener ese poder, hace que mi excitación crezca, le sonrío y dirijo su cabeza a mis senos. Cuando siento su lengua húmeda en mi excitado pezón un pequeño grito escapa de mis labios, giro mi cabeza a un lado mientras él juega a su antojo, mientras acaricia uno, al otro lo succiona, lo muerde, lo chupa. Siento como sus dientes arañan mi piel y mis caderas se mueven contra él. Levanta sus ojos y me mira fijamente. —¿Te gusta?— me pregunta. —Se siente increíble— respondo sonriendo, suspiro cuando sus manos ascienden por mis costillas— me encanta esto, siento que se haya tardado tanto Maestro. . . —No lamentes nada Irina— besa mi cuello— todo llega, cuando tiene que llegar. Así es mejor, así se siente perfecto. —¿Cuándo acaban los preliminares? — mi voz en ronca, de puro deseo. —¿Ansiosa?— asiento, no creo que tenga sentido querer ocultarlo— cuándo estés lista, y te advierto que voy a llevarte al límite, haré que lo disfrutes, es tu primera vez, así que haré todo como debe ser— responde llevándome hasta la cama, donde me deja caer suavemente, me hace falta su calor, el roce de su piel con la mía, pero no me quejo, presiento que lo mejor está por venir. Se acomoda junto a mí, y me mira los senos, quienes se mantienen erectos y apuntando al techo, su mirada ávida me hace sonreír. Él lo desea tanto como yo. . . lo sé. Se siente embelesado por mis senos, le gustan, eso también lo sé. Sus manos acarician mis senos, los rodean sin tocarlo demasiado, gimo ansiando más, pero él sigue su recorrido, va hasta mi abdomen plano, gira en torno a mi ombligo y luego a mi vientre. ¡Diablos, quiero más! Cuando sus manos rozan el elástico de mis bragas, suspiro, pero él no me complace, sino que sigue. Con delicadeza abre mis piernas, a pesar de que las bragas me cubren me siento un poco exhibida, su dedo índice pasa sobre mi intimidad y me retuerzo, la tela que me cubre no hace más que intensificar el contacto, mis caderas se mueven desesperadas ansiando más su contacto y él sonríe limitándose a las caricias, me lleva ventajas, y quisiera que no fuese así, mi cuerpo inexperto se retuerce ante las sensaciones desconocidas. Cierro mis ojos dejándome arrastrar por lo que siento. De pronto sus manos toman el elástico y comienza a hacerlos descender con lentitud, sensualmente, cada roce en una verdadera tortura, y yo muerdo fuertemente mi labio inferior para no gemir. Abro mis ojos porque dejo de sentir sus manos sobre mi cuerpo, y creo que se mueve en la cama. Estoy por levantarme cuando siento algo húmedo sobre mi intimidad, grito por la sorpresa y el placer ocasionado de su boca cubriéndome, El Maestro está con la cabeza enterrada entre mis piernas, es la imagen más erótica que haya imaginado jamás, su ávida lengua comienza a moverse como si besara mi boca, succiona con fuerza y ya grito sin ninguna vergüenza, no es algo que pueda controlar. Mis manos buscan a que aferrarse y al no hallar nada más, me tomo con fuerza de las sábanas, arrugándola con mi gesto.
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