Jay
Quería que Evan revelara su orientación, pero no así. Todo esto había sido mi culpa. Nunca debí haber besado a Tristan. Por mucho que lo odiara por el dolor que me había causado, caí en la maldita atracción que sentía hacia él.
Esa atracción no era amor, era lujuria. Y la lujuria te mataba cuando era lo único que sostenía una relación. Me dejé llevar por la estúpida lujuria, más bien por los recuerdos de lo que alguna vez había sentido con Tristan.
Vi a Evan y Laura entrar en la cafetería. Mi corazón se encogió al notar el dolor en los ojos de Evan, obligado a decirle a su madre que era gay.
Evan no estaba listo para eso. Debería haberlo hecho a su manera, no ser forzado a admitirlo.
—Olvídalo, Jay. Él no es bueno para ti —comentó Tristan.
—¿Bueno para mí? ¿Como tú dices que lo e
