Keira —Lo siento por venirme tan pronto —me dijo Adam. —Adam, no tienes que disculparte. Es natural, ¿no? ¿Significa que te gustó? —le pregunté. Él volvió a la cama, se recostó a mi lado y me abrazó. —Realmente me gusta jugar contigo. No creo que antes de que eso sucediera haya logrado que sintieras tu placer —me dijo. —Adam —puse mi mano en su mejilla—, me gustó lo que estabas haciendo. Ambos somos nuevos en esto, ¿verdad? —le pregunté. —Sí, más o menos. Sabes que no soy virgen, así que he hecho algunas cosas, pero admito que no muchas —me explicó. —Exactamente. Aprendemos juntos. Así que no te disculpes por eso. Estoy feliz de que hayas disfrutado mis sorpresas para ti esta noche y... —le dije. Adam sostuvo el lado de mi rostro acariciándolo con el pulgar. —¿Y qué, cariño? —Rea

