Kevin
—¿Mi orgullo? No soy demasiado orgullosa para pedir ayuda —dijo Jamie, mirándome con una cuchara llena de salsa en la mano.
—Está bien, entonces ¿por qué no me pides que te ayude a reformular tu contrato para fiestas? —le pregunté. Jamie me dio la espalda y volvió a su salsa—. Jamie, no hagas eso. No hay nada de malo en pedir ayuda. Demonios, yo no sé cocinar, pero si quisiera intentarlo, te pediría que me ayudaras —le dije.
—Eso no es lo mismo, sabes que yo terminaría cocinando —refunfuñó ella.
Suspiré y dije:
—Mujer, eres tan terca que ni siquiera puedes admitirlo.
—Está bien, soy terca, ¿vale? —dijo mientras apagaba la llama bajo su salsa.
—¿Fue tan difícil hacerlo? —le pregunté.
Jamie se dio la vuelta y simplemente me miró. Luego puso los ojos en blanco y dijo:
—¿Puedes
