Descarado

1308 Palabras
—Nina, escúchame. Lo que viste no fue más que un… —explicó en un intento, restándole importancia y sin concientizar de la fuerza que aplicaba en la chica. —Eres un maldito descarado, Cesar. ¿Cómo te atreviste? ―cuestionó llorando sin querer realmente una explicación. —No sé qué me pasó, te lo juro. Fue cosa de un momento. Solo se dio y ya. Tú y yo hace semanas que… ya sabes —se acercó un poco más a ella y susurró—: no hemos hecho nada. Soy hombre ―justificó. Y bastó esa frase para hacerla explotar en furia y desconcierto. Nina era una chica que no aprobaba el comportamiento machista, y ese tipo de comentarios no tenían validez. —¿Se supone que debo aplaudirte? ―preguntó con la voz llena de amargura―. Digo, porque nada más te calmabas las putas ganas. ¡Pues no! Estás mal si piensas que voy a hacer como si nada pasara. —Nina, tú eres quien me importa y eso es lo que cuenta, ¿o no? —¡No, Cesar! No quiero saber nada de ti. Así que no me busques. Déjame tranquila ¡Vete a la mierda con todo y tus putas! ―explotó tratando de zafarse con más ahínco. —No me hagas enojar, Nina —advirtió con calma forzada. —Ya déjala, Cesar —intervino suplicante una vez más, Shaina. —¡Tú no te metas, Shaina! ¡No es tu asunto! —espetó sin dejar de mirar a Nina. —Con tratarla así no arreglas nada, idiota —recalcó insistente la chica con voz temblorosa. Eso llamó su atención logrando captar su mirada. Nina aprovechó que el chico bajó la guardia para zafarse con éxito de un empujón. Él intentó recuperar a su presa en cuanto la vio caminar hacia Shaina, pero ella logró soltarse de su agarre. —Nina... —masculló Cesar con poca paciencia. —¿Estás bien? —preguntó a su amiga en voz baja, y tras asentir, se dirigió a levantar su bolso. El ascensor se abrió, y Leonardo salió de este algo confundido por la situación que se encontró de frente; todas las miradas se enfocaron en el recién llegado. Pero él se centró no por mucho tiempo en su hermana enfurecida, porque la presencia de Nina no pasó desapercibida, mucho menos su vulnerabilidad. Sus miradas se cruzaron por escasos segundos, y tuvo la misma sensación que el mismo día de su partida cuando pensó que no la vería, pero se llevó la sorpresa en el aeropuerto cuando la vio acompañando a Shaina quien estaba con sus padres despidiéndolo. Ella tenía la mirada triste, y era notorio el esfuerzo que hacía por contener las lágrimas en aquel entonces, algo que él no lograba comprender si no tenía motivos para que se sintiera así, porque suponer que él pudiese ser el motivo del desgano de Nina, era ir más allá de su realidad. Siete años atrás viajó al extranjero para estudiar Administración y Finanzas. Siete años que había dejado de verla, y lo primero que notó fue lo hermosa que siempre había sido, pero ahora hecha toda una mujer que tenía buen gusto por lo que vestía; elegante como su madre, pero imponente como su padre, porque a pesar de verla en ese estado, su postura erguida con la mirada en alto, era de toda una Villalobos. No sintió más que admiración por ella. Dio unos pasos con las puertas cerrándose detrás de él, y observó con detenimiento a Cesar. Este lo miró levantando el rostro con altanería, al tiempo que escondía las manos en los bolsillos del pantalón. La mejilla marcada del chico, fue un detalle que Leonardo no dejó pasar. —¡Tardaste mucho! —reclamó con rabieta una Shaina molesta y nerviosa a la vez. Un detalle más para el recién llegado. Conocía a su hermana mejor que nadie, y sabía leer cada una de sus expresiones. —Solo lo que tardó el ascensor —explicó justificándose—. Shaina, ¿qué está pasando aquí? —No está pasando nada —anunció Cesar con evidente calma, totalmente despreocupado. —Bueno, el ambiente se siente un poco tenso. Yo diría que sí sucede algo ―afirmó un Leonardo muy convencido. —Leonardo ―dijo Cesar forzando seguridad en sí mismo―; años sin verte. ¿Cómo te trató el extranjero? —inquirió despreocupado tratando de desviar el interés por los hechos. Pero era algo que Shaina no dejaría pasar. —¡Eres un imbécil! ―espetó atreviéndose a darle un ligero empujón, que el chico se vio obligado a soportar―. ¿Por qué actúas como si no sucediera nada? ¡No digas que no pasa nada porque pasa todo! Nina se mantuvo seria, con la mirada fija en Cesar mientras unas descaradas lágrimas recorrieron sus mejillas dejando parte de sus sentimientos expuestos; Leonardo era muy observador y no lo pudo ignorar. Ver que a Cesar el asunto se le resbalaba como mantequilla, y que en su voz no se escuchaba ni una pizca de remordimiento, le dolía en lo más profundo de su alma. —Porque no ha sucedido nada ―sostuvo con énfasis el chico resoplando una ligera sonrisa―. No hagas un escándalo donde no hay necesidad, Shaina. —¿Shaina? —insistió Leonardo al ver a su hermana con la mirada llena de odio, para después observar a Nina caminando hacia las escaleras. —Eres un sinvergüenza. —acusó para enseguida alcanzar a su amiga. Cesar pasó por un costado de Leonardo acercándose a presionar el botón del ascensor ignorando a las chicas. —¿Le hiciste algo a mi hermana? —cuestionó el recién llegado girándose en dirección a Cesar. —¿Por qué le haría algo a tu hermana? —inquirió desde su posición frente a las puertas del ascensor—. No me es de tanta relevancia como ella cree. —No deberías tomarte la libertad de expresarte así de ella frente a mí. Conozco a mi hermana, y se veía realmente molesta. —Nada importante. Créeme, Leonardo. Nina y Shaina juntas son demasiado dramáticas, y a veces suelen ponerse muy intensas. —A juzgar por lo que vi, sí parece importante. Yo en tu lugar no subestimaría a las chicas. —Tú en mi lugar entenderías a la perfección de lo que hablo, pero has pasado mucho tiempo en el extranjero que has nublado tu juicio. Es decir, aquí en México, las cosas son muy diferentes a comparar con Inglaterra. Es algo que no deberías olvidar, Leonardo: tus raíces. Y para saciar tu curiosidad, solo fue una pequeña discusión con Nina. Nada relevante, ya se les pasará ―aseguró para después sonreír descaradamente. El ascensor se abrió tras él, y lo abordó sin mostrar culpa alguna, pero orgulloso de las palabras dirigidas al chico. —No te quiero cerca de mi hermana —advirtió Leonardo; aunque moría por decirle que Nina iba incluida en su advertencia. —Dile entonces a tu hermana, que no se meta en mis asuntos con mi novia ―recalcó. El chico se recargó en la pared del ascensor, y este se cerró. Leonardo tomó su celular y llamó a su hermana. A los dos tonos respondió. —¿Dónde estás? —En el estacionamiento, no puedo dejar sola a Nina. —¿Eres consciente de cómo me tratas, Shaina? Me haces subir seis pisos, y me dejas a la deriva con un idiota como Cesar sin darme los motivos que te hicieron dejarme ahí varado. —No puedo decirte nada ahora. Tardaste mucho. Te veo en casa. La chica colgó la llamada, y su hermano se quedó observando el dispositivo. —¿Me acabas de colgar, Shaina? —murmuró para sí mismo confundido por lo que había sucedido.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR