CONFUSIÓN

713 Palabras
—¿Entonces ella si es hija de ambos? —cuestionó Valentina, hipeando. Yamil negó con la cabeza y se obligó a respirar profundo. —¡Ve por ella! —ordenó el japonés a la rubia de ojos verdes que parecía estar esperando la aprobación de quien fuera para al fin moverse de su sitio. —Yamil, responde, Yamil —pidió la rubia de ojos azules, aterrada por una respuesta que necesitaba escuchar—… ¿Te enamoraste de Karina cuando no pude defender a nuestra familia?, ¿tuviste una hija con Karina porque mis padres te alejaron de nuestro hijo? Yamil respiró profundo, de nuevo, Valentina era demasiado para él. Era una suerte que aún la amara demasiado, de no ser por eso no le aguantaría semejante escena. Valerio, por su parte, estaba envuelto en sin fin de emociones. Primero estaba lo de María, que al parecer no se llamaba María, sino Erina; después estaba lo de su padre, uno que no había conocido antes porque, al parecer, sus abuelos le habían hecho algo; y luego de nuevo la rubia... —¿Violé a mi media hermana? —preguntó el rubio de ojos azules, logrando que al fin Valentina se callara. —¿Hiciste qué? —preguntó Valentina dirigiéndose a su hijo. —Estaba ebrio, yo no sabía que ella era mi hermana… lo lamento —dijo el joven comenzando a llorar, y con tremendas ganas de vomitar por todo lo que le pasaba por la cabeza justo en ese momento. —Esto es más bien como una comedia —susurró Yamil, recordando cómo, días antes, Erina se había referido a ellos como un drama—. Erina y tú no son hermanos. —Hace unos minutos la presentaste como tu hija —le recordó la mayor de los ojiazules—. ¿Estás sugiriendo que Valerio no es tu hijo? —Valentina, yo procreé y ansié demasiado a ese niño —declaró Yamil, sonriendo por lo ingenua que a veces se mostraba la mujer que tanto amaba—, es obvio que no me estoy refiriendo a eso. —Entonces ¿cómo es que tu hija y nuestro hijo no son hermanos? —preguntó Valentina, que, si ese japonés le inventaba cualquier tontería, con tal de no tener que alejarse de él, de nuevo, se la creería. —Porque Erina es mi hija por adopción, no porque lleve mi sangre —explicó Yamil y Valentina al fin respiró de nuevo. —¡Gracias a Dios! —exclamó la única rubia que quedaba en la mesa, dejándose caer en su silla. Luego de eso sonrió enorme, se puso en pie y caminó hasta el japonés, que nervioso retrocedió un poco—. Yamil, ¿me odias? —preguntó en otro puchero Valentina y Yamil sonrió. —No. Es solo que estoy nervioso —admitió él abriendo los brazos, agradecido de que Karina hubiera elegido una sala privada para esa dicha cena de negocios. —¿Y ahora qué? —cuestionó Valerio desde su asiento, mirando con desapruebo la escena que veía—. ¿Ahora solo seremos una familia feliz? Después de que me abandonaste en brazos de una mujer que jamás me demostró amor. —¿Qué significa eso, Valentina? —cuestionó Yamil, confundido y la rubia solo apartó la mirada—. ¿No amas a nuestro hijo? —Yo —la rubia dudó un poco, tragó saliva y luego de respirar profundo explicó su sentir y actuar—. Es solo que, luego de todo eso, yo no me sentía merecedora de amar lo que tú no tenías, sobre todo cuando no fui capaz de lograr que estuvieras a nuestro lado. —¿Qué diablos? —preguntó Yamil, bastante consternado y algo molesto—... Se supone que renuncié a ustedes para que mi hijo estuviera bien. —No podía amarlo —declaró la rubia—, si él no hubiera nacido, si solo hubiéramos sido tú y yo habríamos sido felices juntos. Después de esa declaración, Valerio rompió a llorar, y salió corriendo mientras el japonés fulminaba con la mirada a la rubia que estaba odiando amar. —Eres increíble, Valentina —bufó el azabache, y salió también de una sala donde hubo todo menos cena y negocios.
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