—¿No van a darse una oportunidad? —preguntó la rubia mayor mientras ella, Erina y Erina cenaban—, Valerio y tú, me refiero. —Por supuesto que no —dijo la rubia más joven—. Él y yo no nos amamos. Somos buenos padres de los mismos niños, pero no creo que logremos ser una familia nunca. —¿Estás segura? —cuestionó el azabache, que más que preguntarle cosas a su hija le gustaba escucharla responder todas las cosas que Karina le preguntaba. —Sí —aseguró Erina, asintiendo sin ápice de duda en el rostro—. Creo que nuestro destino era ser el eslabón que uniera de nuevo nuestras familias, sin llegar a ser una familia, en realidad. Aunque parientes somos por todos lados. —Aun así, amor —habló Karina, algo descontenta por el tono de burla con que esa mocosa soltó lo último que había dicho—, aunq
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