RESENTIMIENTOS

671 Palabras
—¿Odias a tus padres? —cuestionó esa mujer rubia que se encontraba sentada frente a ella. —No hay manera de que no lo haga —aseguró la castaña, girando lento en contenido de su vaso—. Mi vida ha sido una mierda día tras día por su causa. Creo que ellos me odian también; es decir, ni siquiera fueron lo suficientemente piadosos como para matarme, prefirieron tenerme y abandonarme a mi suerte cuando ni siquiera me dieron un poco de eso. —Tal vez no era su intención abandonarte —argumentó Karina, sintiendo esa imperiosa necesidad de darle una mejor respuesta a la joven—, quizá fue solo que ellos no pudieron protegerte, y fue por eso te dejaron donde pudieran ayudarte. O quizá te robaron de sus brazos y ahora te están buscando porque te aman. —Eso no los disculpa —soltó Erina, disfrazada de María, casi molesta—, eso solo prueba que no hicieron lo suficiente para protegerme, o que no me amaban demasiado como para hacerse fuertes y pelear por mí. Karina sonrió con amargura, las palabras de esa joven le estaban haciendo demasiado daño. » ¿Sabes? —dijo la chica—. Yo creo que la única manera de que los perdone es saber que están muertos, pero tal vez igual les odiaría por dejarme atrás. —Eres muy cruel —señaló la rubia de ojos verdes al borde de las lágrimas—. No puedes odiar a alguien solo porque es débil. —Eso es cierto —admitió la más joven—, pero puedo odiar a mis padres por ser cobardes. Ellos arruinaron mi vida el día que me concibieron, posiblemente ni siquiera fui un hijo deseado, por eso me abandonaron. —Acabas de romper mi corazón —declaró Karina con la voz ahogada—, hace dieciocho años perdí a mi hija cuando no pude rescatarla de los brazos de mis tutores. Supongo que ella debe odiarme también. —Puede que ella ni siquiera sepa de ti —sugirió la más joven, algo apenada por haber causado semejante expresión en una mujer que comenzaba a considerar una amiga—, puede que ella tenga una hermosa familia, o que sea una buena persona. Si no la pasó tan mal como yo, seguro ella no te odia. —Eso no me consuela —dijo la de ojos verdes, sonriendo pesarosamente—, de hecho, creo que me sentiría terriblemente mal de saber que alguien le dio la felicidad que yo no pude. María, si yo fuera tu madre, ¿me odiarías? —Definitivamente —respondió la chica sin titubear antes de sonreír—. Qué suerte que no soy tu hija, ¿no? —Qué suerte —musitó Karina, bebiendo su última copa de la noche, pues el bar estaba por cerrar—. Dijiste que mañana es tu última noche, ¿no? —Lo es —concedió la rubia, volviendo a sentir su corazón despedazarse un poco más—. Bueno, por ahora déjame informarte que no creo que pueda venir mañana —confesó apenada la rubia. Esa mujer tenía toda la semana visitando el bar y quedándose hasta tarde con esa chica que le caía demasiado bien. —No hay problema —aseguró Erina—, para empezar, no tenías que venir todos los días. —Creo que no puedo dejarte sola —señaló la rubia, poniéndose en pie y comenzando a buscar en su bolsa algo—, creo que intento mitigar un poco de mi culpa contigo, aunque seas tan mala que solo me hagas sentir más culpable de lo que ya me siento. —Pues no vengas —dijo la falsa castaña, haciendo un puchero. —Ya no lo haré —informó la rubia—, solo venía por ti. Pero ahora mejor iré al café donde trabajas. Te invitaré a cenar de vez en cuando. Hasta pronto, María. —Adiós, Karina —dijo la chica, sonriendo. Esa mujer le agradaba demasiado.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR