Pasaba los días revisando los clasificados, los anuncios en internet y recorriendo las calles en busca de esa famosa frase “Se necesita personal”. El dinero se me esfumaba, ya quedaba sin recursos, ¿Qué sería de mi si no encontraba un empleo pronto? Les oculté a mis padres la realidad de la situación, no quería preocuparlos, pero si esta seguía así, tendría que recurrir a ellos.
Cuando creí que mi sueño se desvanecía en el aire, conseguí un empleo como mesera en un restaurante especializado en comida de mar en el turno de la tarde, al cabo de unos meses regularice mi situación en el país, los dueños del restaurante me ayudaron, me acogieron bajo su protección.
Insistieron en que retomara los estudios y para facilitarme la situación dejaron que me quedara con ellos en un pequeño aparta estudio separado de la casa principal. Felipe y Pepi fueron el apoyo que me sostuvo, una pareja maravillosa cercana a sus 60, pero con un espíritu de 20, él con su cabello cubierto de canas y ella rubia hasta más no poder, son dos jóvenes en busca de aventura, viajan tres veces al año, han recorrido Europa, aman los cruceros y lo mejor estar juntos.
Pasaba las fiestas navideñas con ellos y sus hijos, Iván y Diana, dos personajes clavados a sus padres, amantes de la buena vida, con una personalidad arrolladora. Aprendí a tomar el buen vino español, a comer jamón serrano y las aceitunas que no soportaba antes, ahora me encantaban.
En las mañanas me inscribí en una Formación Profesional de Comercio Internacional, me esforcé muchísimo por ser buena estudiante y tener las mejores notas, el cansancio se convirtió en mi aliado, daba igual si por las mañanas mi cuerpo pedía a gritos quedarse más tiempo en la cama o si la suave sabana acariciaba mi piel en un intento de seducirme para no abandonarla. Mi mente era más poderosa y luchaba contra ese abatimiento. Poco importaba el viento frio del espantoso invierno que quemaba la piel de mis manos, ni los guantes ni las cremas hidratantes podían evitar que su horrible paso se notara en ellas.
Como era de esperarse, me hice notar y el esfuerzo dio sus frutos, llegado el momento de hacer las prácticas, mi tutor me envío a una reconocida compañía dedicada a la instalación de sistemas de seguridad inteligentes para edificios. Me asignaron al departamento de comercio exterior, yo sentía que flotaba, era indescriptible la sensación de realización personal, estaba al lado de la persona que movía los hilos en el mundo que amaba.
Rosana me enseño lo necesario para formar parte activa del departamento, oportunidad que aproveché al máximo. Al destacar me soltaba más responsabilidades y hasta permitía que tomara decisiones en ocasiones.
Los tres meses de prácticas casi finalizaban, faltando catorce días para terminar, Rosana se marchaba de vacaciones, una tarde ella y Leandro, el jefe del Departamento me ofrecieron quedarme a cargo de gran parte de su trabajo hasta que ella volviese. Me hablaron de mis capacidades y que había demostrado que el puesto no me quedaba grande.
A partir de ese momento llegaba más temprano, si antes prestaba doble atención, ahora era el triple, las dos semanas pasaron sin contratiempo, ella volvió y me propusieron quedarme trabajando en la compañía.
La satisfacción de saber que vas por el camino correcto me llenaba, logré graduarme y todo marchaba muy bien, dejé el restaurante, pero seguí viviendo en casa de Felipe y Pepi un año más. Ellos asistieron a mi graduación en representación de mis padres. Iván y Diana me prepararon una fiesta sorpresa, para ellos las excusas eran pocas, si de celebrar se trataba.