- Es magnífico ! Hannah lloró admirando las primeras bellezas de Roma.
- No es así ? Roma todavía tiene algunas buenas sorpresas para ti.
Con la boca abierta ante las hermosas calles de Roma, Hannah casi tenía la nariz pegada a la ventanilla del automóvil.
- ¿Tienes los archivos que te pedí? Preguntó, obligándola a salir de su ensueño.
- Oh sí, traje los archivos y el contrato escrito.
Ella rebuscó en su bolso y le entregó el contrato, que inmediatamente desdobló para su consulta.
Un atisbo de sonrisa arrugó sus labios.
- Perfecto, no podría haberlo hecho mejor.
Hannah recibió su cumplido con una sonrisa helada y luego volvió a su contemplación.
- ¿A qué hora es tu cita? Preguntó, sacando su teléfono para enviar un mensaje a Loanes.
- Mañana a las diez.
Hannah de repente miró hacia arriba.
- Pero pensé que era hoy.
- Yo también lo pensé, explicó, frunciendo el ceño, pero el dueño del hotel tuvo que posponerlo hasta mañana.4
Hannah permaneció impasible ya que en el fondo, muchas preguntas la inundaron.
- ¿Entonces, que vamos a hacer?
Una sonrisa iluminó sus ojos.
- Estoy seguro de que encontraremos algo que hacer. Aseguró con una voz demasiado familiar para su gusto.
Dejó el coche, dejándola allí parada en el asiento trasero.
Hannah, a su vez, abandonó el vehículo.
El conductor de Gabe, que seguía en silencio, lo ayudó a sacar su pequeña maleta del maletero.
Como había sospechado, se encontró en medio de un campo que no controlaba. El hotel era de la opulencia de la migraña. Su cabeza empezó a dar vueltas.2
Temiendo lo peor, Hannah rezó para sus adentros para no terminar en la misma suite que él.4
- Ahí tienes.
Hannah se dio cuenta de que iba a tener que quedarse en la misma suite que él. Su corazón se aceleró.10
Sentía que no tenía control sobre nada.
- Estás seguro de que yo …
- No te preocupes, no te comeré.
- Eso no es tanto con lo que tenga un problema. Hannah respondió, mirándolo con recelo. Me preocupo por mi zona segura y no quiero molestarte.
Estaba claro que se estaba refrenando de reír.
- Reservé solo una suite, tendrás tu habitación tranquila. Dijo abriendo la puerta con la tarjeta magnética.
Hannah entró con cautela en la suite y no sintió la necesidad de entrar en éxtasis. Simplemente caminó por la sala de estar cuidadosamente decorada.
- Tu habitación está aquí. Dijo, señalando una puerta.
- Muchas gracias.
Se apresuró a salir en dirección a su habitación y cerró la puerta con suavidad.
- Señor … susurró, pasándose una mano por la frente.
Cuando miró hacia arriba, la habitación se sintió deliciosamente cómoda.
Se quitó la chaqueta con un suspiro y se acercó a la ventana para admirar la vista.
Aunque no se sentía muy cómoda, tuvo que admitir que el escenario era hermoso.
- ¿Hannah?
Cuando la voz intensa y cálida de su jefe atravesó la puerta, Hannah contuvo el aliento antes de abrir la puerta.
Vestido con una camisa azul medianoche, con el antebrazo apoyado en el marco de la puerta, Gabe bajó lentamente la mirada hacia su cuerpo encerrado en un traje ajustado.
- ¿No te vas a quedar aquí todo el día? No quieres visitar Roma.
Esta propuesta era ciertamente atractiva, pero ¿no era mejor rechazarla?
Una pequeña voz en su cabeza habló por ella.
- Sí quiero !
Se frotó las manos como si acabara de ganar un contrato considerable.19
- Perfecto ! Entonces vamos ! Dijo este último con una sonrisa.
Con un parpadeo incierto de una pestaña, Hannah le sonrió y lo siguió.
Una vez en las calles, Hannah disfrutó de cada lugar, cada callejón.
Frente a la fuente de Trevi, Hannah perdió de vista a su jefe. Solo le tomó un segundo darse cuenta de que estaba hablando por teléfono de nuevo.2
Hannah no insistió y se interpuso entre la multitud de turistas. Gabe Sander era un hombre muy descarado incapaz de apartarse de su teléfono, como si cada llamada telefónica fuera su vida.4
Pero Hannah tuvo que admitir que había sido benévolo desde el comienzo del día. Así que echó un último vistazo en su dirección y volvió su atención a la Fontana de Trevi.
Escuchando atentamente al guía, Hannah tomó varias fotos de recuerdo.
- ¡Bellísima!
Hannah se apartó de la Fontana di Trevi y casi perdió el equilibrio cuando se encontró cara a cara con el guía.
- Según la costumbre, debes lanzar una moneda por el brazo derecho antes de salir de este lugar. Explicó con un hermoso acento italiano.
- Verdaderamente ?
- Ciertamente !
Hannah se puso al día en el juego y se volvió para lanzar una moneda sobre su hombro.
El hombre se inclinó con una sonrisa.
Su mirada se maravilló ante el guía que estiró el brazo para invitarlo a unirse a los turistas.
- ¡Pensé que te estaba perdiendo! Una voz exclamó detrás de ella.1
Se volvió para mirar a Gabe.
- Estabas al teléfono, no quería molestarte.
- Es muy encantador de tu parte, Hannah, pero en el futuro ten cuidado.
Ella no pudo determinar el marcado brillo en sus ojos.
Rabia ? Disgusto ?
- Soy lo suficientemente maduro para cuidar de mí mismo, Sr. Sander. Ella replicó, pasando a su lado.
- Ciertamente, pero estás en un país que no conoces.
- Lo siento, pero eres tú quien está constantemente colgando de tu teléfono.
¡La tomó del brazo y supo desestabilizarla con una de sus sonrisas capaz de encantar a cualquier idiota!3
- ¿A dónde vas exactamente con esto?
- Que si no hubieras respondido no me habrías perdido.
Se volvió para continuar su camino, pero una vez más fue retenida por su agarre en su brazo.
- Obtienes un punto.
- Gracias … dijo con una sonrisa.
Hannah se sintió extrañamente aliviada de haberle hecho ese pequeño comentario.
- Soñé con hacerte el comentario. Añadió antes de fundirse con la multitud.
Contenta de haber tenido la ventaja, Hannah caminó entre la multitud con una leve sonrisa en los labios que poco a poco se rompió a su regreso.
- Creo que es hora de irse a casa. Anunció secamente.
Haciendo caso omiso deliberadamente de su tono seco, Hannah lo siguió hasta el coche. Si había sabido imponerse frente a él, Hannah todavía no había tenido respuesta a sus preguntas.
Porque hasta ahora no se le había entregado ningún regalo, ningún sobre que pudiera llevarla a Gabe Sander.