El sol ya comenzaba a ponerse cuando Ana y Gabriel llegaron al pequeño café que solían visitar los fines de semana antes de que comenzara todo el caos del proyecto. El lugar era pequeño, acogedor y lleno de un ambiente cálido que siempre les había gustado. Ana se sentó frente a Gabriel, quien aún tenía la mirada perdida, como si pensara en mil cosas a la vez. —¿Te acuerdas de este lugar? —dijo Ana con una sonrisa suave, tratando de romper el silencio que se había instalado entre ellos. Gabriel levantó la vista, sorprendiendo la pregunta. Sonrió, asintiendo mientras se recostaba en la silla. —Claro que lo recuerdo. Aquí fue donde hablamos de nuestros sueños por primera vez, ¿no? Ana asintió, sus ojos reflejando una mezcla de nostalgia y gratitud. Aquella tarde, después de meses de lucha

