El silencio en el auto era casi palpable mientras Maya fingía estar dormida. Podía sentir el peso de la presencia de Oliver a su lado, incluso con los ojos cerrados. Había aprendido a ser inmóvil en momentos así, a volverse casi invisible, como si eso pudiera protegerla de su constante desprecio. Oliver, sin embargo, no podía apartar los ojos de ella. El mechón de cabello que caía sobre su rostro era un detalle insignificante, pero por alguna razón le incomodaba. Extendió una mano, impulsado por un instinto que no entendía, para apartarlo, pero detuvo el movimiento a medio camino. ¿Qué estaba haciendo? Sacudió la cabeza con molestia. La imagen de Zoé volvió a aparecer en su mente. Zoé, tan vivaz, tan llena de energía. Su risa resonaba en sus oídos, seguida de su última súplica desesperad

