Deneb se miraba fijamente en el espejo, sintiéndose asqueada con su propio reflejo a pesar de lucir impoluta. Su pomposo vestido blanco brillaba con cada movimiento a causa de la pedrería fina incrustada en la tela y el collar de diamantes que adornaba su estilizado cuello le hacía lucir radiante y hermosa, aunque ella no se sintiera de ese modo. Resignada acomodó el velo que hacía juego con su costoso vestido de novia y se dió una última mirada. Ya lista, se apartó del espejo y con pasos firmes se acercó a la ventana, sintiendo resonar sus tacones aguja contra las cerámicas del piso. Un suspiro cansado escapó de sus finos labios carmín mientras sentía su propio corazón retumbar dentro de sus oídos. Era el maldito día de su boda y tan solo deseaba salir corriendo, o al menos, que alguien

