James, necesitaba sentir a Dafne cerca, empaparse de ella, de su esencia, de su personalidad. Hoy era uno de esos días donde más que nunca la culpa recaía sobre sus hombros y necesitaba de algún modo saber por todo lo que la rubia había pasado para salir adelante junto a su hijo. Aprovechando la soledad que le propinaba su inmensa mansión, se encerró en el despacho, llevó una botella de whisky, hielo y un vaso hasta su escritorio y se acomodó en su cómoda silla de cuero reclinable. Volvió a ordenar las cartas, dándose cuenta que había algunas de las primeras cartas que Dafne había escrito que no logró leer, así que decidido comenzó a leerlas. ¡Maldito James Blake! La última vez que nos vimos en el instituto fuiste muy claro conmigo, dijiste que no querías volver a verme ni a saber de mí

