Capítulo 5: "Año 1372" (Parte 2).

2265 Palabras
Abrí los ojos. El día estaba templado. El sol, radiante. Mi ropa, seca. Me sentía como nueva, a pesar de no haber comido nada. Raro ¿No? Deberíamos estar famélicos por haber pasado tantas horas sin digerir nutrientes. Pronto, aparecieron Jacinto y Ariel entre la arboleda. Cargaban muchas frutas en sus manos. Al final, fueron ellos quienes cumplieron la promesa de la comida, pensé. —¿Dónde las hallaron? —en el bosque no parecía haber variedad de plantas más que pinos y arbustos—. ¡Quiero una! —Mientras yo hacía guardia, Ariel salió a recorrer el bosque para buscar algo para comer, y mágicamente se topó con un árbol enorme de mandarinas, y me pidió que lo acompañase a recoger algunas. Usamos las herramientas para cortar las ramas más altas. —Genial… Me senté sobre el césped, y los chicos se colocaron a mi lado. Comimos tres mandarinas cada uno, y guardamos provisiones para el camino. Sabían súper dulces ¡Nunca me había gustado tanto una fruta en toda mi vida! —Creo que es hora de continuar. A lo mejor tenemos suerte, y termina apareciendo una Puerta Dorada. —Vamos. Ya era casi mediodía. Teníamos calor y sed, pero no queríamos detenernos. Debíamos buscar una aldea. —El sol está fuerte —murmuró Ariel, secándose las gotas de sudor—. ¿Cómo hacía la gente de la edad media para vivir así? —Vivían poco tiempo —expliqué—. Eran crueles e incivilizados, no tenían en cuenta a los niños, los hombres eran violentos y las mujeres, abusadas casi todos los días… Me alegra que hayamos evolucionado. —¿Lo hicimos? —preguntó Jacinto. —Mmm… —Ariel se frotó el mentón—. Nuestros padres se mandaron una cagada enorme y nosotros estamos aquí, expiando sus culpas. No sé si el mundo evolucionó tanto. En más de una ocasión Ariel había hecho comentarios negativos. Debía ser un joven que cargaba con muchísimo dolor. Mientras andábamos, creímos ver una especie de aldea a lo lejos. —¡Vamos! Justo cuando empezamos a aumentar la velocidad, vimos que un muro gigante estaba formándose alrededor de la villa. Los ladrillos se colocaban uno encima de otro como por arte de magia. —¡NO! —exclamó Ariel. Corrí tan rápido como pude, pero lo único que logré fue chocarme con el ahora inmenso y altísimo paredón. Lo golpeé con ambos puños, tal y como lo había hecho en el Nivel Uno cuando había estado a punto de ahogarme. —¡Déjennos ir de acá! —grité, lastimándome las palmas… Pero nada sucedió ¡Qué frustración! —¡Chicos! —exclamó Jacinto. En ese instante, un grupo de caníbales surgió detrás de nosotros. Eran silenciosos depredadores ¡No los habíamos oído! Llevaban puestos los mismos harapos que el día anterior y cargaban hachas en sus manos. Nosotros contábamos con las herramientas que nos habíamos robado, pero éramos tres adolescentes contra siete sujetos fornidos y musculosos. —Comelles. “Comerlos”, acababa de decir. Ariel soltó las mandarinas y tomó una hoz. Jacinto ocupó dos martillos. Yo me puse a su lado, lista para preparar un escudo de defensa y también sosteniendo un cuchillo. ‘Van a destrozarnos’, pensé, atemorizada. ‘Mamá, LA PUTA MADRE QUE TE PARIÓ’. Y sin darnos tiempo a pensar, el grupo de caníbales se abalanzó sobre nosotros a toda velocidad. Justo cuando el hacha de uno de ellos se encontró con mi cuchillo, se me nubló la vista. —Si les entregan sus hijos a Los Jefes, nadie se enterará de los actos ilegales que han cometido y podrán convertirse en millonarios. Si no los entregan, morirán. Ustedes y sus niños. No podrán evitarlo. Mariana apretó los puños a ambos lados de su cuerpo. Vestía un traje blanco y parecía odiar a la persona que tenía en frente. Había decenas de personas junto a ella ¿Colegas? —Sucederá por orden de inscripción. La madre de Abril corrió hasta su interlocutor y lo tomó del brazo. —Dígame el número de Julio. Abril Julio. —Ella es la quinientos. No fui capaz de mantenerme en pie. La visión me destrozó física y emocionalmente. Jacinto tuvo que intervenir, atacar al caníbal con su guadaña y me cargó en su espalda. —¡Huyan! ¡Yo iré detrás de ustedes! —exclamó Ariel. —Ariel… —balbuceé. No quería dejarlo solo. Si él moría… —Él es un gran luchador. Escapará. Dejé escapar un sollozo ¿Por qué me pasaba esto justo ahora? Mis pensamientos volvieron a la visión ¿Qué había hecho de ilegal mi madre que la había llevado hasta ese lugar? ¿Qué era la Cabina de la Diversión? Por lo menos, ahora conocía el por qué. Por qué Ariel y yo, y otros cuatrocientos noventa y ocho jugadores más. Era por orden de inscripción. No sabía bien lo que eso significaba. Me pregunté también quiénes eran esos “Jefes”. Aparentemente, los programadores y científicos eran peones. La Cabina de la Diversión los trascendía. —¡Comelles! Esa expresión me hizo estremecer. Me esforcé para girar la cabeza, y vi que cuatro hombres robustos nos perseguían. —Bajame —le ordené. —No estás lista para correr. —¡Bajame! —la cercanía de los caníbales me desesperaba—. ¡Van a matarnos a los dos! ¡Vas muy lento! —No puedo dejarte. No puedo —enfatizó las últimas palabras. Me pregunté si era por una cuestión moral o por el juego. Al cabo de un rato, los sujetos se cansaron de perseguir a Jacinto y de no alcanzarlo, y se pegaron media vuelta. —¡Ariel! ¡Irán por Ariel! —sollocé. —Tranquila, él sobrevivirá. Ahora ocupate de vos. No sé qué te pasó que estás tan débil… —Tuve una visión… —se me quebró la voz. No quise hablar más al respecto. Jacinto estuvo un rato trotando hacia… ¿Una aldea? ¿Cómo podía ser? ¿No había quedado del otro lado del muro? ¿O el paredón había desaparecido? Las casas parecían hechas de piedra y roble. No eran tan primitivas como la que habíamos hallado en el bosque, e incluso algunas poseían faroles en las entradas. Jacinto se acercó a la primera vivienda y golpeó la puerta. Como nadie atendió, ingresó. Estaba vacía. Sólo había una alfombra de piel, una mesa de madera, y algunos extraños utensilios. —Creo que acá estás a salvo —me depositó delicadamente sobre el tapete—. Esperame en este lugar, iré a por Ariel. —Tené cuidado, por favor. Los esperé unas horas… Hasta que cerré los ojos y me quedé dormida. Desperté a causa de la molestia física. Me dolían los glúteos, y aún no me sentía capaz de levantarme. Mis pensamientos iban y venían entre la preocupación por mis amigos y mi desesperación por descubrir el objetivo de la Cabina de la Diversión. Todos los juegos tenían un objetivo… Dios ¿Dónde estaban los chicos? ¿Cuánto tiempo había pasado? En ese momento, escuché que alguien se acercaba a la casita. La puta madre ¿Y si eran los caníbales? Mantuve los ojos apretados, y me coloqué en posición fetal… esperando lo peor. —April, levantate —susurró una voz familiar. Alcé lentamente los párpados… y automáticamente, una ola de felicidad me sacudió. Ariel y Jacinto se hallaban con dos canastas con diversas hierbas verdes y amarillas, y se veían sucios y cansados, pero sanos. —¡Están vivos! —intenté levantarme para saludarlos, pero volví a caer al suelo ¿Por qué mierda estaba tan débil? —Tranquila —Ariel me hizo una seña para que me mantuviera sentada—. Nos cruzamos con unos monjes que nos dieron medicina para ayudarte. —¿Cómo? —Te explico: luego de haber acabado con los caníbales, aparecieron misteriosamente unos curanderos religiosos, y nos indicaron lo que debíamos aplicarte para sanarte. Nos comentaron que habías perdido una vida porque te habías quedado sin fuerzas. —¿Al igual que en los videojuegos? ¿Cuándo ya recibiste demasiados golpes y estás muy débil, terminás perdiendo? Asintieron. —Nadie nos explica las reglas del puto juego, ni el objetivo, ni nada ¡Así no vamos a salir nunca de acá! —maldije—. ¡Los odio a todos! —Está bien que te descargues… pero no estoy de acuerdo —pensó Ariel—. Deben querer que salgamos de aquí, sino el juego no tendría sentido. Incluso nos han dado “ayudas” ¿No lo notaste? Me había sentido renovada ese día luego de dormir. Los curanderos me habían regalado su medicina… y las visiones… —¿Las visiones serán parte de las ayudas? Jacinto lo miró de reojo, como si le estuviera diciendo: “ya hablaste demasiado”. —No te rompas la cabeza, Abril. Mientras los jóvenes me aplicaban las plantas en la cabeza y extremidades y soplaban para que no me ardiera, no pude evitar seguir dándole vueltas al asunto. ¿Los “Cabineros” querían que nosotros descubriéramos la verdad? Si dábamos con ella ¿Encontraríamos el objetivo del juego y podríamos salir de aquí? Hubo un momento de silencio. Jacinto me hizo comer una flor amarilla, que tenía un sabor horriblemente amargo. —Es como un analgésico —aclaró. Poco a poco, el cuerpo dejó de dolerme. —¿Está haciéndote efecto? —preguntó Ariel amablemente, inclinado sobre mí. Estaba sucio y tenía pequeños cortes en el rostro. Sin embargo, se veía muy atractivo: rasgos bien definidos, mandíbula angular, ojos cafés brillantes. —Vos también deberías curarte. —No hace falta. Ahora iremos a la Zona de Transición. La que necesitaba sanar eras vos ¡No podemos cargarte por más tiempo! ¡Sos muy pesada! —Soy de buen comer. Que sea vegana no significa que tenga que almorzar solamente lechuga. —Veo que estás mejor —comentó Jacinto, y me tendió su mano. Los chicos me ayudaron a levantarme. El uso de las hierbas me había hecho muy bien. Ahora era capaz de mantenerme en pie. Sin embargo, mi ánimo podía compararse al de una bolsa de estiércol. —Andando. Estuvimos caminando por la pequeña aldea. Parecía abandonada, y las piedras brillaban con el sol. Hacía calor y había moscas rodeando el lugar. Me pregunté si por allí había animales muertos o algún criadero ¿Cómo vivían estos caníbales, sino? —¿Estará la Puerta Dorada en algún lugar? —inquirí. —Averigüemos. Pateamos rocas, levantamos polvo y pisamos hojas. Dimos vueltas por la pequeña aldea, sin encontrar rastros de la Puerta Dorada. —Espero que pronto podamos salir —bufó Jacinto—. Este fue el peor nivel del mundo. Odié a los Vikingos. —Caníbales. Estamos en Castilla ¿Recordás? Los Vikingos pertenecen a Escandinavia. —Tengo una idea —comenté de repente—. ¿Y si nos trepamos de una choza para observar mejor el panorama? —Buena idea. Nos agarramos de las piedras, y empezamos a subir. Una vez allí arriba, observamos el panorama. —Una horrible aldea, con caníbales y un bosque que parece infinito. A lo lejos, el muro. —También hay ganado por allá —señalé una pequeña granja que se encontraba a cien metros de distancia. —¿Qué hacemos? —inquirió Jacinto. —Estoy pensando… entre los tres, hemos hecho casi todo lo que se necesita para sobrevivir: buscar refugio, recolectar comida, beber agua, conseguir medicina… —pensó Ariel—. ¿No tendría que haber aparecido una salida ya? —Falta algo —comenté, en tono sombrío—: ganadería. No hicimos ganadería. —¡Tenés razón! Nos bajamos del techo y nos dirigimos hacia la pequeña granja. Mi idea era encontrar nidos de gallinas para robar sus huevos. Buscamos por todo el lugar. El olor era nauseabundo. Había estiércol de animales por todos lados. —¡COMELLES! —una voz ronca exclamó. ¡Los caníbales eran dueños de esa granja! —¡Yo los entretengo! —exclamó Ariel—. ¡Ustedes busquen productos de ganadería! Siempre hacía lo mismo: funcionar como una peligrosa distracción ¿Acaso quería que lo mataran? Mientras mi amigo usaba su Arma para ahuyentar a los caníbales, Jacinto y yo dimos vuelta la granja buscando algo… —Plumas —pensé—. Las plumas de ciertas aves se venden… Ingresé en un pequeño establo y busqué por todos lados algún indicio de plumaje. Dentro de un tarro que parecía contener leche, las encontré. Parecían de un animal silvestre. Las tomé con desesperación y salí del establo tan rápido como pude. Pero ya no estábamos en el año mil trescientos setenta y dos. Sino en la Zona de Transición. —¿Dónde dejo estas plumas? —le pregunté a mis compañeros. Señalaron el suelo. Las solté. De pronto, aparecieron las malditas letras flotantes: TIEMPO UTILIZADO: 2881 MINUTOS, 17 SEGUNDOS. FALLAS: 5. PUNTOS OBTENIDOS: 1300. PUNTAJE TOTAL: 3030. HAN PASADO AL SEXTO NIVEL. —Buen puntaje —comentó Jacinto. —Tardamos muchísimo tiempo —observé, encogiéndome de hombros. —Sobrevivir no es fácil —comentó Ariel—. Me pregunto qué nos espera en los próximos niveles. Sí, mamá… ¿Qué me espera? —Chicos… pase lo que pase, tenemos que averiguar el objetivo del juego y saber la verdad sobre la Cabina de la Diversión. Sólo así podremos salir de aquí. —Lo averiguaremos, April —suspiró el joven Escalada—. Ahora… ¡Vamos al próximo nivel! ¡No hay tiempo que perder!
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