Juegos Peligrosos

1207 Palabras
Valeria sintió que el miedo le recorría las venas como hielo líquido, pero se obligó a mantener la calma. —Marcus —dijo Alexander con voz controlada—. Baja el arma. Esto no tiene que terminar mal. —¿Mal para quién? —Marcus soltó una risa amarga—. Llevo treinta años en esta empresa. Treinta años siendo el segundón, el que nunca fue suficiente. Y luego llegas tú, el nieto dorado, y te lo dan todo. —El abuelo tomó esa decisión, no yo. —¡Porque te manipuló! Te llenó la cabeza de promesas, te convirtió en su pequeño soldado perfecto. La pistola temblaba ligeramente en la mano de Marcus. Valeria se dio cuenta de que estaba nervioso, lo cual lo hacía aún más peligroso. —Valeria —dijo Alexander sin apartar la vista de Marcus—, sal de aquí. Ahora. —No. —Maldita sea, por una vez en tu vida haz lo que te digo. —Qué tierno —se burló Marcus—. El gran Alexander Voss preocupándose por alguien más que por sí mismo. Casi podría creer que este matrimonio es real. —Lo es —dijo Valeria antes de poder detenerse. Marcus la miró con sorpresa genuina, luego rio con amargura. —Vaya, esto es mejor de lo que pensé. Entonces duele más, ¿verdad, Alexander? Saber que estoy apuntándole a algo que realmente te importa. Valeria vio una computadora portátil abierta sobre el escritorio de Alexander. La pantalla mostraba archivos financieros. —¿Qué estabas buscando, Marcus? —preguntó, intentando ganar tiempo. Marcus sonrió con desprecio. —Pruebas. Pruebas de que tu queridísimo esposo ha estado desviando fondos de la empresa. Iba a ser mi regalo para el consejo directivo. —Excepto que esas pruebas no existen —dijo Alexander—. Porque yo no he desviado nada. Pero tú sí. El rostro de Marcus se puso pálido. —No sabes de qué hablas. —Sé exactamente de qué hablo. Transferencias a cuentas offshore. Contratos falsos con empresas fantasma. Tres millones de dólares en los últimos dos años. Marcus apuntó el arma directamente al corazón de Alexander, su mano temblando. —Cállate. —Por eso estás tan desesperado. Porque el abuelo despertó. Y cuando vea los libros, va a descubrir todo. El dedo de Marcus se tensó en el gatillo. Valeria no pensó. Solo actuó. Se lanzó hacia adelante, empujando a Alexander justo cuando el disparo sonó. El sonido fue ensordecedor. Valeria sintió un dolor ardiente en el brazo izquierdo y cayó al suelo. —¡VALERIA! Alexander estaba sobre ella en un segundo, cubriéndola con su cuerpo. Marcus miraba la pistola con horror, como si no pudiera creer lo que había hecho. La puerta se abrió de golpe. Dos guardias de seguridad entraron con armas desenfundadas. —¡Al suelo! ¡Ahora! Marcus dejó caer la pistola y levantó las manos. Los guardias lo esposaron mientras Alexander examinaba el brazo de Valeria con manos temblorosas. —¿Dónde te duele? Dime dónde. —Mi brazo —dijo ella, la voz quebrándose—. Solo el brazo. Alexander le rasgó la manga. La bala había rozado su brazo, dejando un surco sangrante. —Ambulancia —ordenó—. ¡Ahora! La levantó en brazos y la llevó al sofá. Tomó su corbata y la usó como torniquete improvisado. —¿Por qué hiciste eso? —preguntó con voz ronca—. ¿Por qué te pusiste en medio? —Porque iba a dispararte. —¡Y ahora tú estás herida! —Pero tú estás vivo. Alexander cerró los ojos, presionando su frente contra la de ella. —Eres la mujer más imprudente que he conocido. —De nada. Los paramédicos llegaron minutos después. Alexander se subió a la ambulancia sin soltarle la mano. En el hospital, mientras le cosían el brazo, Alexander hablaba por teléfono con voz letal. —Quiero que lo procesen con todo. Intento de asesinato, malversación, amenazas... todo. No me importa que sea mi tío. El médico terminó de vendarla. —Tuvo suerte, señora Voss. Un centímetro más y habría dañado un nervio importante. Se recuperará completamente. Alexander se sentó en la cama junto a ella. —Tienes que dejar de hacer cosas heroicas y estúpidas. —¿Cuál te molesta más? —Las dos. Valeria vio miedo real en sus ojos. —Pensé que iba a perderte —dijo él en voz baja—. Cuando vi la sangre, cuando te vi caer... la idea de perderte era peor que cualquier cosa que Marcus pudiera hacerme. Valeria le tomó la mano. —No me vas a perder. —¿Cómo puedes estar tan segura? —Porque firmé un contrato por un año. Y siempre cumplo mis contratos. Alexander sonrió a pesar de todo. —Ese maldito contrato. —Odias ese contrato tanto como yo, ¿verdad? —Más. Porque ahora se interpone entre lo que tenemos que ser y lo que quiero que seamos. —¿Y qué quieres que seamos? Alexander le acarició la mejilla. —Real. Quiero que seamos reales. Antes de que Valeria pudiera responder, la puerta se abrió. Sofía entró como un huracán, seguida por Isabelle. —¡Valeria! ¿Estás bien? Isabelle se acercó y tomó la mano de Valeria. —Gracias —dijo simplemente—. Salvaste a mi hijo. Los médicos querían mantener a Valeria en observación durante la noche. Alexander insistió en quedarse. —Tienes que descansar —dijo Valeria. —No. Cuando se quedaron solos, Alexander arrastró una silla junto a la cama. —Cierra los ojos. Yo vigilo. —¿Qué vas a vigilar? —No me importa. No voy a dejarte sola. Se quedó dormida sosteniendo su mano. Alexander recibió un mensaje en la madrugada: *"Marcus confesó todo. Caso cerrado."* Debería sentirse victorioso, pero solo podía pensar en Valeria, herida por su culpa. Valeria se movió en su sueño. —Alexander —murmuró. Él besó su frente. —Estoy aquí. No voy a ningún lado. En ese momento supo que se había enamorado de su esposa. --- A la mañana siguiente, Valeria despertó. Alexander dormía en la silla, sosteniendo su mano. —Buenos días —dijo él al abrir los ojos. —Buenos días. ¿Dormiste en esa silla toda la noche? —Vale la pena. —Alexander, sobre lo que dijiste... —Lo decía en serio. —El contrato... —Al diablo con el contrato. Se puso de pie. —He pasado toda mi vida siguiendo reglas. Estoy cansado de fingir que esto es solo un negocio. Se inclinó hacia ella. —Dime que no sientes lo mismo. Mírame y dime que no sientes nada. Valeria no pudo mentir. —No puedo. Porque sí siento. Y me aterroriza. —Entonces, ¿qué hacemos? —No lo sé. Esto no estaba en el plan. —Los planes cambian. —¿Y si en seis meses decides que fue un error? —No voy a cambiar de opinión. El médico entró. —Buenos días. Vamos a revisarla y puede irse a casa. "Casa", pensó Valeria. La penthouse de Alexander se había convertido en su casa. Y él se había convertido en una posibilidad. Y las posibilidades eran lo más aterrador de todo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR