Capítulo 6

2994 Palabras
Alexander POV Me desperté con el grito desgarrador de mi despertador y me giré de lado, mirando la hora: 4 de la mañana, hora de levantarse.   Estaba empapado en sudor, y chorros secos y pegajosos de líquido salado me cubrían un lado de la cara, con el pelo n***o aplastado contra la cabeza. Me sentía exhausto, emocionalmente agotado, angustiado y furioso por tener una visión continua de mí mismo rechazando a mi compañera. Sentía como si alguien me hubiera clavado un puñal de plata caliente en el corazón y lo estuviera retorciendo de un lado a otro. El dolor ha sido tan intenso que aún puedo sentir el insoportable dolor que me recorre el cuerpo.   Los sueños parecían tan reales. Me metí a la fuerza en la ducha del cuarto de baño, exigiendo que se me quitara esta espantosa sensación. Conté seis veces. Seis jodidas veces pronuncié las palabras: —Yo, Alexander Pierce Wolfgang, futuro alfa del Silver Moonvally, te rechazo como mi compañera y futura Luna. Me quedé atónito ante mis propias palabras y sorprendido de que ella se limitara a observarme con sus grandes ojos plateados y permaneciera en silencio. Ella, con los ojos plateados más llamativos, trajo la luz del sol a mi día gris, que debía ser la luz de la luna de mi noche... La rechacé continuamente; es más que perfecta para mí.   «¿POR QUÉ?», grité en mi mente, cubriéndome la cara con las manos. Por qué iba a tomar medidas tan extremas para rechazar a mi impecable compañera? Me deslizo hacia abajo y me siento en el duro suelo de la ducha, el agua corriendo fría a mi alrededor. Sus ojos plateados me persiguen cada vez que cierro los míos. ¿Cómo puedo ser tan tonto? Mi teléfono zumba en la mesilla de noche, distrayéndome de mi desesperación. Contesto sin mirar el identificador de llamadas. —¡Llegas tarde! —la voz de padre rugió por el altavoz del teléfono. Le molestaba que no llegara a tiempo. —Voy para allá —contesté, cortando la llamada. Por suerte, Stacy o Tracy, o como se llame la zorra, no se quedó a dormir anoche.  Saqué unos pantalones de entrenamiento grises y una camiseta negra y me dirigí al campo de entrenamiento. —Diez vueltas alrededor del campo de entrenamiento cumplidos con tu futuro Alfa, en tu forma humana —la voz de Beta Samuel resonó en mis oídos. El grupo de lobos me gruñó y echó a correr. En general, a los lobos nos encanta correr, pero a nuestros lobos les gusta más que a nuestras partes humanas. Le hice un gesto con la cabeza y me puse en marcha, corriendo a un trote cómodo, con la esperanza de que me despejara la mente y consiguiera concentrarme. Nuestro grupo pasó por el otro extremo del campo de entrenamiento, donde entrenan las lobas. Por lo general, todos entrenamos juntos en nuestros respectivos grupos de edad, pero esto se acaba en cuanto conocemos a nuestra compañera. Las lobas entrenan por separado para evitar que su compañero interfiera. Mi padre tuvo que intervenir y detener demasiadas peleas hormonales. Los lobos son sobreprotectores con sus compañeras, y sólo pensar que tu compañera podría salir herida te obligará a interferir. Veo a Amy, la hija de Beta Samuels Riverlight, estirándose y preparándose para enfrentarse a una de las guerreras. Es una de las mejores guerreras de su clase, pero no se acercó a Elizabeth. Sí, Lizzy... Mi Beta y mejor amiga, la molesta hermana de Xavier, tengo que reconocerlo. Es buena, muy buena, y una de las mejores guerreras que he conocido. Si no fuera por sus irritantes travesuras y su aura extrema, podría haberme caído bien. Aquel pensamiento me pareció una tontería y me deshice de él. Pero me preguntaba dónde estaría. Nunca falta a los entrenamientos. Dejé de pensar en ella y me dirigí al campo de entrenamiento. Más me valía sacar la cabeza del culo y empezar a concentrarme. El entrenamiento no fue tan bien como esperaba. No conseguía concentrarme; la retención del dolor agonizante que me recorría el cuerpo la destruía continuamente. Imágenes vívidas del sueño pasaron ante mis ojos, violando mi concentración. Lancé golpes desordenados a mi oponente, Gerard. Él me devolvió el golpe con fuertes magulladuras. Pero eso no me quitó el dolor. Lo intenté una y otra vez, pero con cada golpe que Gerard me daba, casi sentía como si liberara parte del dolor que llevaba dentro. Gerard, uno de nuestros guerreros de mayor rango, estaba decepcionado con mi actuación y se había cansado de mi juego del gato y el ratón. Le bastó un sólido golpe más para hacerme volar por los aires y acabar al final de la alfombra de entrenamiento.   Me levanté, me quité el polvo de la ropa y volví a atacarle, tratando de sacar mi ira y liberar mi agonía. Acabé con cuatro costillas rotas, un ojo morado y un labio partido antes de volver al vestíbulo para asearme. Papá quería hablar conmigo antes de que me fuera al colegio. Seguramente se había enterado por Gerard de mi mal rendimiento y me daría un sermón sobre lo decepcionado que estaba. Me dirigí primero a las oficinas de papá. No serviría de nada alargar esta especie de tortura, sabiendo que si no acataba su orden, se pondría furioso, y eso tenía peores consecuencias que escuchar su arrebato. Llamé rápidamente al despacho y me contestaron en segundos para que entrara. Papá estaba sentado detrás de su escritorio, con las gafas en el puente de la nariz, mirándome fijamente cuando entré. Tomé asiento frente a él, inclinando la cabeza en señal de humillación. Me echó una mirada y comenzó su arrebato. No esperaba menos. Sé que hice el ridículo y deshonré el nombre de nuestra familia. Un Alfa débil es un Alfa muerto. —Chico, ¿te vas a explicar? —su voz rugió de ira—: ¿Explícame cómo un alfa totalmente entrenado puede hacer el ridículo delante de toda la manada en el campo de entrenamiento? ¿Y eso con un guerrero, al que podrías dominar fácilmente? —sus palabras dieron en el clavo. La vergüenza irradiaba de mí. Su ira aumentó aún más cuando no respondí. —¡Explícate! —ladró. —Yo, Yo… —me estremecí. ¿Cómo iba a explicárselo? Era tan embarazoso, y negué con la cabeza. —¡Muchacho, si sabes lo que es mejor para ti, será mejor que abras la boca y hables. No tengo todo el día! —me gritó. Sabía lo que vendría después: usaría su comando Alfa conmigo. No lo hacía a menudo, excepto en circunstancias estables. Volví a intentarlo, abriendo y cerrando la boca. Cerré los ojos y suspiré derrotada. —He tenido un sueño… —empecé, inseguro. —Un sueño te ha desordenado y te ha quitado por completo todas tus fuerzas —el sarcasmo estaba claramente en su voz, y me dirigió una mirada suspicaz. —Padre, ¿qué quieres que te diga? —¡La verdad! —gritó, perdiendo los estribos. —¡Te estoy diciendo la verdad! —estallé. —Háblame de ese supuesto sueño que has tenido. Hazme entender por qué no debo castigarte por tu pobre actuación en el campo de entrenamiento esta mañana. Esperaba que no me obligara a contárselo, pero ahora no tenía elección. Influyó en mi estado mental en público y antes de ir a la escuela. Dejé escapar un pesado suspiro. —Rechacé a mi pareja… —apenas fue un susurro, pero me oyó; estaba seguro. Nuestro oído era diez veces mejor que el del humano medio. —Hijo… —rodeó la mesa de su despacho y se acomodó en la silla junto a mí, inclinándose hacia delante y poniendo una mano en mi hombro—. Entiendo que un sueño así pueda alterarte —suspiró y continuó—. pero normalmente todos los lobos machos tienen algún tipo de sueño que indica que su pareja está cerca. Se levantó y volvió a su silla de oficina cuando decidí continuar con la historia de mi sueño. —¿Seis veces, de seis maneras diferentes? Lo dudo —dije, avergonzado, y eché un vistazo, viendo la expresión de asombro que se dibujaba en su cara. ¡Ya me parecía! Poco después salí del despacho de mi padre y me dirigí a la escuela. ¿Te has preguntado alguna vez por qué los niños tenemos que asistir a lecciones interminables, aburridas y tortuosas en la escuela? ¿O escuchar enseñanzas inútiles de educadores que lloriquean y se emocionan por algo que no interesa a nadie en la clase? Apoyé la cabeza en el brazo, encima del pupitre, con los ojos apenas abiertos, aburrido como una ostra. Si alguna vez encuentras las respuestas a mis preguntas, por favor, compártelas con la clase. Se me escapó un bostezo; estaba agotado. Por fin sonó el timbre, liberándome de esta tortuosa clase de historia. Me levanté de la silla a la velocidad de la luz. Ya temía la siguiente clase. Seguro que tengo cosas mejores que hacer que sentarme a escuchar charlas interminables sobre temas que no volveré a utilizar cuando salga de este agujero infernal.  A cálculo, otra asignatura tediosa. —Atención. Atención, alumnos. Se han cambiado los períodos quinto y segundo; por favor, acudan a sus respectivas clases —sonó la voz de la secretaria por el interfono del pasillo. Suspiré, irritada por el giro de los acontecimientos, y me volví hacia mi taquilla. Inglés era mi quinta clase, estaba en la parte sur del instituto y ya llegaba tarde. —Me preguntaba a qué se debía el repentino cambio de hora de las clases de hoy —murmuré mientras volvía a meter el libro de cálculo en la taquilla, cogía el de inglés y la tarea, y me dirigía hacia el sur del instituto. Cuando entré, el pasillo del lado sur estaba tranquilo; los alumnos ya habían llegado a clase. Fue entonces cuando sentí el olor más embriagador: el olor de las manzanas y las bayas en un cálido día de verano. Me quedé helada. Mi nariz apuntó hacia arriba para olerlo mejor. Todo mi cuerpo reaccionó al aroma, creando instantáneamente un bulto en mis pantalones. ¿Pero qué demonios? Eso no me había pasado nunca. En serio, ni siquiera he conocido a la loba. Me reprendí a mí mismo. Kevin se agitó excitado en mi interior. ¡Ahora el lobo quiere despertarse! ¿¡En serio!? Lleva todo el día ignorándome, dejando que me revuelva en mi miseria por culpa de los sueños y las imágenes vívidas. ¡Maldito perro! —¡Compañera! —canturreó con entusiasmo. —¿Mate? ¿Mate? ¿Dónde? —pregunté estupefacto, obviamente sorprendido por sus palabras. Kevin toma el control y me obliga a retroceder, haciéndome sentar en el asiento del conductor, observando cómo sigue el rastro de mi supuesto compañera. Oigo cerrarse una puerta en una de las aulas vacías; mi olfato nos lleva directamente allí; mis sentidos hormiguean y mi corazón late descontroladamente. Mi mano alcanza la manilla de la puerta y tira de ella hacia abajo, conteniendo la respiración por lo que vendrá a continuación. —Alexander, amor mío, ¿dónde has estado? Te he buscado por todas partes. Llegaremos tarde a la siguiente clase —la voz chillona de Stacy, mierda, acude en mi ayuda, sacándome de mi trance y arrebatándole a Kevin el control de mi cuerpo. Kevin gimoteó en mi cabeza, insistiendo en que diéramos media vuelta y fuéramos a buscar lo que era nuestro. Luego gruñó disgustado a la hembra, alargó la mano y me agarró del brazo, enlazando el suyo con el mío. Mi cuerpo se congeló ante el contacto, y mi piel se erizó bajo su tacto. Siento repulsión hacia el contacto directo de piel que tengo con ella. Tragué saliva con fuerza, obligué a Kevin a quedarse en el fondo de mi mente, lo bloqueé y me dirigí a clase. Jeremy, el amigo de Lizzy, entró segundos después de que yo entrara con Stacy. Tenía una expresión de diversión en la cara cuando entró en el aula y me vio. Le miré confuso y él se limitó a negar con la cabeza y a sonreírme.  Luego se sentó junto a Amy y le entregó unos papeles. Una vez más, Lizzy no aparecía por ninguna parte. Me resulta particularmente extraño que no estuviera en clase. No, no vigilé a esta loba. Como dije, es molesta. El caso es que nunca falta a clase, y esta es una asignatura que sé que le encanta. ¿Cómo sé esto, te preguntarás? Excepto por su constante lectura e investigación, me las he arreglado para encontrar su diario. Vale, vale, no mola, pero le encanta escribir, y con todos los ensayos que ha escrito y publicado, sabemos que es una escritora extraordinaria y que le encanta la literatura inglesa. La única razón por la que me hice con su diario fue porque se puso como una loca con mi pobre Grand Cherokee SRT Jeep n***o modelo 2013. Pegó 5500 notas Post-it en mi coche, de todos los colores del arco iris. Para colmo, aplicó vaselina a los asientos de cuero y también pintó el volante con vaselina espesa. Tuve que recuperarla de alguna manera. Su diario no contenía ningún asunto amoroso personal, así que no había nada vergonzoso que usar, pero sí que la metía en montones de problemas porque llevaba la cuenta de todas sus travesuras. Puede que dejara su diario en la mesa del despacho de papá accidentalmente, o puede que no, para fastidiarla con todas las cosas que hacía y no la pillaban.   Mi atención volvió a Stacy. Había reclamado el asiento a mi lado; no tenía nada de extraño; todo el mundo intenta sentarse a mi lado siempre que puede, ya sabes; al fin y al cabo, soy el futuro Alfa. Lo único inquietante era que tenía la mano en mi pierna, acariciándome la bestia. Sí, es Stacy; le gusta entretenerme en clase. Solía hacer que estas lecciones de clase fueran más rápidas y emocionantes, y sin duda es buena en lo que hace. El único inconveniente era que no pasaba nada. Me miró confundida y luego metió toda su mano en mis pantalones. Aún así, no pasó nada; mis ojos se agrandaron y me puse rígido bajo su tacto, súper sorprendido de que mi bestia se hubiera quedado muda bajo su contacto. —¿Qué te pasa? —estaba con la mente en blanco y confundida. Haciendo pucheros. —Nada, sólo cansada —respondí, tratando de quitármela de encima, al menos por ahora. Retiró la mano y volvió a la lección que tenía entre manos, con la decepción dibujada en el rostro. Es una pena que no siempre pueda conseguir lo que quiere.  Es hora de seguir adelante. Kevin se retorció hacia mí como si me dijera que trató de decírmelo. Se las había arreglado para salir de mi bloqueo cuando Stacy me distrajo, pero no pasó nada. Me estaba observando y luego me dio una sonrisa. ―¿Qué? ―le gruñí, frustrado. ―Nada ―respondió con calma, la emoción escrita en su rostro. Entonces apareció otro enlace mental antes de que pudiera atacar a Kevin, debido a que pensó que era gracioso que no reaccionara al toque de Stacy. Dios mío, gente, ¿puedo tener un poco de paz y tranquilidad por un momento? Los lobos pueden vincular mentalmente a otros miembros de la manada si es necesario. Fue útil cuando estábamos bajo ataque o si había que hablar de algo personal o privado. Esta vez era Xavier, con la preocupación escrita en su rostro. ―¿Estás bien, hermano? ―estaba preocupado ―Sí y no ―me las arreglé para conectar mentalmente. ―¿Qué pasa? Parece como si hubieras visto un fantasma —me reí de su declaración. ―Algo como eso; nada de qué preocuparse, amigo. ―Sabes que puedes hablar conmigo si necesitas un hombro sobre el que llorar ―bromeó. ―Oh, gracias, hermano. Pero creo que pasaré por ahora. ―Como quieras. Xavier me respaldaba, lo cual sabía con seguridad. Papá se las había arreglado para quitarse a Lizzy de encima de Xavier cuando empezó a entrenar. El trato era que si entrenaba conmigo, no necesitaba distracciones. La constante tarjeta de Lizzy de estar fuera de problemas estaba interfiriendo con su entrenamiento. Papá le había dicho que algún día estaría en una misión especial y que cuidaría de la futura Reina Luna. ¡Qué honor que se le ha otorgado! Estaba celoso de que él, como un lobo guerrero normal, obtuviera ese rango. Pero Xavier era un buen tipo, puro de corazón, y sería un guerrero feroz. El único problema que preveía en esto era que nadie sabía quién era esta futura Reina Luna o si realmente existía. El rey y la reina desaparecieron hace años. Nunca se encontraron rastros de ellos. Todos creen que han sido asesinados por pícaros, o tal vez por trepadores, para vengarse de algún tipo. Nadie lo sabe, pero mi padre tiene la esperanza de que todavía estén vivos, y el Rey y la Reina le ordenaron que se asegurara de que Xavier esté completamente entrenado y sea el mejor guerrero que jamás haya existido. La clase terminó y nos dirigimos a almorzar. Un leve olor a manzanas y bayas golpeó mi nariz y se extinguió en la biblioteca. En ese momento, estaba demasiado exhausto como para siquiera tratar de encontrar la fuente del olor. Necesitaba desesperadamente un sueño decente, y lo necesitaba ahora. Me disculpé en la cafetería y fui a firmar mi salida en recepción con la excusa de que me habían convocado para una reunión. Le dije a mi Beta que me iba y que no se preocupara, y le pedí que hiciera arreglos para que algunos de los omegas trajeran mi tarea a la empacadora. ****
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