Leandro. Tirado sobre mi espalda en la cama la miro, no puedo dejar de verla en como mueve las caderas, sube y baja por mi pene, muy, pero muy lento, o me deja todo clavado dentro de ella moviéndose de adelante y hacia atrás, y cada cosa que hace me tengo que esforzar muchísimo para no venirme, para seguir viéndola arriba mío gimiendo, sonreir, agarrando mis brazos apretándolos, es maravilloso verla. —Aaaajjjjjj. —cae arriba mío temblando, aprieto los ojos con fuerza donde me vengo junto a ella—. Mi Dios Santo. —¿Cómo te sientes?. —De maravilla, fue maravilloso. —acaricio su espalda y caderas. —¿Me vas a dejar?. —¿Cómo dejarte?. —Esta noche, ¿me vas a dejar o te quedas?. —¿Qué quieres tú?. —Quiero que te quedes conmigo. —Me quedo. —cierro los ojos cuando me comienza a besar—. Jur

