CAPÍTULO 8

1761 Palabras
Cálidos besos en mi rostro fueron los que me despertaron a la tenue luz de un nuevo día y lo primero que pude observar fue a mi esposo vestido con su uniforme. —Buenos días, mi bella esposa. Feliz Navidad —Me senté de inmediato y me llevé otra sorpresa a mi lado: Un chocolate caliente con malvaviscos, unos muffins de vainilla, una rosa, huevos revueltos y una tostada de pan integral. —Muchas gracias, se ve todo muy delicioso —dije tomando su mano. Él se arrodilló a mi lado y me abrazó. —Tengo que irme, amor —mencionó atrayéndome más a su cuerpo. —Me duele el corazón tener tan poco tiempo contigo. Aún tenemos muchas cosas que hacer y decirnos. No pude evitar que mi voz se quebrara. Él intentó separarse, pero no lo logró, no se lo permití. Me aferré a su cuerpo y mordí mi lengua tratando de reprimir mi llanto. No deseaba que él se fuera viéndome llorar. —Cuando vuelva tendremos todo el tiempo del mundo para hacer todo lo que tú quieras, pero por ahora tengo que irme, Lu. En serio, discúlpame por tener que hacer que pases por esto. Me destroza el alma a mí también dejarte ahora que te tengo, pero tengo un deber que cumplir. Me separé de él al sentir su cuerpo temblar. Nuestros ojos estaban llenos de lágrimas. No dije nada más y solo le di un tierno beso, un beso que supo a sal por culpa de nuestras lágrimas, pero que significaba una despedida por tiempo indefinido. Nuestros labios se separaron y él dejó un beso en mi frente antes de entregarme una libreta. —En esta libreta encontrarás mis números y mi correo. No sé exactamente dónde estaré, ni mucho menos nuestro cambio de horario. Solo trata de estar pendiente de tu teléfono, ¿sí? —asentí tomando la libreta y llevándomela a mi pecho. Busqué con prisa un lápiz, pero no encontraba nada. —¿Buscas algo? —Sí, quiero darte mi correo también —él negó. —No es necesario, me lo sé de memoria, así como tu número de teléfono. Sé que tu correo sigue siendo el mismo que tu hermano te creó hace seis años. —Claro, se me olvida que tú y yo nos conocemos de toda la vida por Lucas —se rio y nuevamente me dio un beso en los labios. —Cuídate mucho, cariño. Te llamaré apenas tenga oportunidad. No sé exactamente por cuánto tiempo estaré fuera, pero créeme que estaré siempre aquí, y aquí —dijo dándome un beso en la frente y llevando su mano a mi pecho. —Así es, espero que yo también siempre esté en tu mente y corazón —dije llevando mi mano a su pecho mientras que con la otra acariciaba su mejilla. Él sacó un marcador Sharpie de la gaveta a un lado de la cama y me lo entregó. Abrió los botones de su camisa y dejó ver su pecho desnudo. —Pon tu sello en mi piel —dijo dejándome completamente sin poder respirar. —¿Quieres que te dibuje algo en la piel? —Si, encontraré la manera de hacerlo permanente. Me quedé sorprendida ante su ofrecimiento, al mismo tiempo que pensaba en qué podía dibujar. Lo único que se me vino a la mente en ese momento fue dibujarle un gorro de chef con mi inicial a un lado y, en lugar de un punto, un pequeño corazón. Le entregué el marcador y le dije que hiciera lo mismo en mi pecho. —No cabe duda de que eres muy original, princesa —replicó con una sonrisa. —Así sabrán que tienes una muy buena cocinera en casa y nadie intentará enamorarte con su comida. —Yo seré el soldado que siempre resguardará tu corazón —dijo abotonando de nuevo su camisa antes de ponernos de pie. —Te amo, te voy a extrañar mucho —dije abrazándolo. No quería dejarlo ir, pero sabía que no dependía de él. —Yo también. Disfruta del desayuno. Por cierto, hay un regalo para ti debajo del árbol, ábrelo después de que me vaya —me abrazó y me besó tan delicadamente como si yo fuera de cristal—. Te amo —dijo separándose de mí, pero regresando para darme otro en la frente. Me envolví en una cobija y caminé con él hasta la salida. Soltar su mano y darle un último beso fue lo más difícil que pude hacer, pero lo hice con una sonrisa en el rostro. Lo vi subirse en el auto, lanzarme un último beso y poner el auto en marcha. No fue hasta que cerré la puerta que mis fuerzas cedieron. Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Caminé hasta la habitación, me recosté de nuevo en la cama y a pesar de no tener hambre, me comí todo lo que Miles había preparado para mí. Me quedé dormida después de comer y no fue hasta que tocaron el timbre que me levanté y me puse unos pantalones deportivos y un suéter blanco con cuello de tortuga. —¡Feliz navidad! —dijeron mis padres al entrar a la casa. —Feliz navidad —repliqué dándoles un abrazo y una sonrisa forzada. —Sabemos que no estás de ánimo para celebrar, pero no podíamos dejarte sola un día como hoy —dijo mi padre sin soltarme de su abrazo. —También deseo disfrutar de mi hija. Mañana vuelves a Los Ángeles y no sé cuándo volveré a verte. —Nos veremos más seguido, mamá. Recuerda que… —dije levantando mi mano mostrando mis anillos matrimoniales. —Lo sé, ¿y cómo estuvo la noche de bodas? —¡Mamá! —Sí, Luciana. Lo menos que deseo es saber eso. ¿Qué te parece si mejor vemos los regalos de navidad? —¿Dónde están Claudia y Lucas? —Fueron a pasar el día con la familia de Claudia. Tengo que aceptar que ahora tengo que compartir a mis hijos con sus familias políticas —comentó mi madre y nuevamente la puerta principal fue abierta dejando ver a Adeline y Lotti. —Nosotras estamos felices de que nuestra pequeña familia ahora sea más grande. ¡Feliz Navidad! —¡Feliz Navidad! —respondimos. Cuando terminaron todos los saludos, procedimos a abrir los regalos. —Este lo dejó Miles para mí —comenté, tomando la pequeña caja que había debajo del árbol. Lo abrí y me quedé sorprendida. Era una medalla de soldado con nuestros apellidos grabados. —Que hermosa ¿En qué momento lo habrá hecho? —pregunté viendo a los presentes. —La mandó a grabar ayer mismo, mientras elegíamos los anillos para ti —respondió Lotti. Sonreí nuevamente y la coloqué en mi cuello. —¿Lotti, tú sabes a dónde puedo ir para hacerme un tatuaje? —¡¿Un tatuaje?! —exclamaron los presentes. Asentí. —La estás viendo enfrente de ti —dijo abriendo sus brazos. —Lotti hace unos diseños muy bonitos. —continuó Adeline—. Yo quería que estudiara diseño, pero es una artista. No puedes ponerle límites a un artista. —Así que hago de todo. Podría hacerlo por la noche, si quieres. Así pasas más tiempo con tus padres. ¿Ya tienes otros tatuajes? —Negué—. De acuerdo. ¿Ya sabes que te harás? —Sí, de hecho, ya tengo el diseño en mi piel —dije tratando de que solo ella escuchara. —Típico Milligan, su padre hizo lo mismo —comentó Adeline. El resto del día pasó en un suspiro. El tatuaje dolió demasiado, pero quedó muy bonito. Nunca pensé en hacerme un tatuaje, pero ése símbolo ameritaba estar en mi piel para siempre. En la noche nos reunimos con Lucas y Claudia para organizar nuestro regreso y cenar todos juntos. Adeline y Lotti se quedaron con nosotros hasta que tocó despedirnos. Esperaba volver en unos meses para cuidar de mi casa y esperar a Miles, Adeline me dio muchos consejos de cómo saber sobrellevar mi relación con su hijo, al mismo tiempo que me pidió tener mucha paciencia. Ya lo había esperado por años, unos meses no hacían diferencia. Menos cuando yo era la que tenía el anillo y el título de su esposa. *** Al día siguiente llegamos a Los Ángeles y lo primero que hice fue ir al restaurante. —¡Feliz Navidad! —grité llegando a la cocina. —¡Hola, Chef! —gritaron todos. —Se ve más hermosa, Chef —comentó Lora. —Pueda que el matrimonio me haya sentado bien —expresé moviendo mis dedos frente a ellos. Varias de mis amigas gritaron eufóricas. —¿Lucy? ¿Te casaste? —cuestionó María llegando a la cocina. No pude evitar la emoción de verla y me fui a abrazarla. —Sí, Miles y yo nos casamos —confesé emocionada. —¿Debería de resentirme por no ser invitada al evento? —Fue algo simbólico. Para la próxima boda todos estarán más que invitados. —Tu admirador se pondrá muy celoso —comentó Lora. —Miles era ese admirador. Él era quien enviaba los ramos. Mientras les ayudaba con la cocina, les fui contando todo lo que había pasado en mi vida en los últimos tres días y así pasó todo el día. A la noche, cuando apenas estaba por subir al apartamento, mi teléfono sonó con una videollamada entrante. No dudé en contestar y ahí estaba mi Miles. Sin camisa y mostrándome cómo le estaban haciendo el tatuaje. —Lamento decirte que yo te gané —dije mostrándole mi tatuaje. —Te amo. Se te ve hermoso —dijo al ver que Lotti le había dado color verde al casco militar y un rojo al corazón. Le conté cómo había sido mi día ayer y cómo había sido mi viaje de regreso a Los Ángeles. Él también me comentó que acaban de llegar a una base en Irak. Me daba mucho temor, pues sabía la tensión y la guerra de poderes que se estaba suscitando en ese país, pero él me había prometido que de cualquier forma iba a volver, así que decidí confiar en su palabra. Hablamos un poco menos de una hora, hasta que se cortó la llamada sin previo aviso. Me puse un poco triste, pero sabía que eventualmente me volvería a llamar. Esa sería mi nueva vida, pero no me importaba, era feliz con saber que yo formaba parte de su realidad y de sus sueños.
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