Hay muchas cosas que no sé.
Otras muchas que no comprendo.
Pero hay unas pocas cosas que sé.
Algunas de las cosas que se me la enseñó el colegio, puede que sean más o menos útiles, seguramente, la mayoría son menos útiles de lo que creen los profesores, sé que saberme algún poema de memoria o las tablas de multiplicar, no son cosas que me vayan a ayudar en el futuro, pero otras cosas me las ha enseñado la vida, algunas de formas más bonitas y otras crueles, cuando ves a alguien caerse y sabes que haciendo lo mismo caerás, y buscas otras formas de hacerlo, aunque puedes terminando cayendo igual, eso es menos doloroso que cuando debes ir tu primer y caerte sin tener ni un solo seguro, eso sí que me da miedo.
En la vida, todo sucede por algo, nada pasa porque si, antes de nacer todos elegimos un camino y las cosas que nos pasan en la vida son únicamente pasos para llevarnos a ese camino, es una cosa que tengo muy clara, algo que he asumido desde siempre, Dios es un ser bueno que no tiene el control sobre nosotros, antes de nacer nos deja elegir el camino, con esto, nos pasan unas cosas u otras, pero él no puede cambiar lo que decidimos, eso es cosa nuestra, que sea quien vigila el mundo no quiere decir que tenga todo el poder sobre nosotros, pero es parte de nuestras vidas queramos o no.
Comprendo que todo mi sufriendo es por algo que yo misma decidí incluso antes de saberlo, pero estoy segura de que va a merecer la pena del todo, sé que cuando todo esto se acabe, seré feliz.
No es fácil ser todo y volver a la vida siendo nada.
Mi padre era un gran hombre de negocios, pero una mala decisión le llevo a ser nada, un hombre que vive como puede, antes era un hombre que vivía como quería, no le importaba gastar todo el dinero del mundo en un mes, sabía que siempre tendría más, pero ahora vivimos con nuestra abuela, intentando sobrevivir, paso de ser el jefe a un simple empleado.
Sé que eso le dolía, pero sé que hay una persona que está sufriendo mucho más que mi padre el estar sin dinero, y compartiendo todo, cuando antes vivía sin tener que compartir nada.
Mi hermana.
Estaba tan acostumbrada a una vida en la que todo nos lo daban hecho, que apenas debían esforzarse para conseguir cosas en la vida, cuando teníamos dos años nuestro padre nos regaló un caballo a cada una, dos caballos para los que mando construir establos en el terreno de nuestra casa, para que les cuiden, y obviamente contrato profesores y cuidadores para los caballos, aunque estaba claro que el dinero no era algo importante para él, sobre todo al ver que teníamos niñeras que nos enseñaban en casa, sé que todo estaba atado a que nuestro padre murió en el parto, pero no veo lógico que regalen cosas que no pueden usar a niñas, muchas veces, suspendíamos por no estudiar y con un cheque todo se solucionaba, era así.
Alexandra y yo éramos gemelas, éramos parecidas en pocas cosas, creo que si no dijéramos que éramos hermanas nadie pensaría que lo somos, en ocasiones hasta yo misma dudo si somos hermanas, sé que los hermanos por mucho que les eduquen igual, por mucho que compartan vivencias nunca son iguales, es algo que comprendo demasiado bien, pero siempre se comparte algo por pequeño que sea, nosotras deberíamos compartir tantas cosas, somos gemelas hemos compartido desde el minuto uno de vida, todo, nacimos con pocos segundos de diferencia, deberíamos ser más similares de diferentes, pero cada día que pasa éramos más diferente.
Mientras ella era alta, rubia con unos hermosos ojos verdes, era de esas personas que quitaban el aliento, que llamaban la atención al entrar en una habitación, era de esas personas que estaban destinadas a llamar la atención y ser el centro de atención, amaba los animales y las flores, era muy inteligente aunque pocas veces lo parecía, ella prefería ser guapa a inteligente. Cuando vivíamos en la mansión ella se dedicaba a ir a refugios y salvar a perros que iban a sacrificar, pero en el piso de la abuela no hay sitio, además con el poco dinero que teníamos en casa, alimentar a otra boca sería complicado.
A diferencia de mi hermana, yo tenía el pelo castaño, compartíamos los ojos verdes como toda mi familia, y era alta, eso no lo niego, algo menos que mi hermana, pero no era una enana, yo odiaba a los animales, me gustaban los libros y era alérgica a las flores por lo que me gustaban mucho más los trabajos que podía hacer en casa que salir al jardín.
Acabábamos de llegar a casa de mi abuela, solo llevábamos dos semanas y mi hermana se negaba a deshacer las maletas, estábamos muy acostumbradas a tener habitaciones separadas, pero ahora debíamos compartir un mismo espacio.
—Odio a papa—comento mi hermana entrando a la habitación.
Mire por la ventana de la habitación, no era una casa muy grande por lo que entendía que tuviéramos que compartir el poco espacio que había, era un piso en un bario algo peligroso de las afueras de Los Ángeles, era uno de esos barrios que la gente rica evitaba a las noches por la alta criminalidad, según entrabas al edificio las paredes con manchas y la pintura rota, te dejaban claro que los dueños no cuidaban con mucho interés del lugar, al menos tenía un ascensor que funcionaba, hacía mucho ruido al ser usado, pero al menos completaba su función. Vivíamos en el piso siete, en el apartamento F, según entrabas podías ver casi toda la casa de forma rápida, el salón era pequeño y la cocina tenía demasiadas carencias, había tres habitaciones, mi abuela utilizaba la que ahora es nuestra como trastero por lo que vendimos muchas cosas con las que pudimos pagar los nuevos muebles, mi padre se quedó con una habitación solo para él, tiene tres trabajos por lo que necesita un sitio en el que estar tranquilo sin ser molestado y es la casa de la abuela por lo que quitarle su habitación, por mucho que sea la más grande, no es justo. Nuestra habitación era pequeña, en una de las paredes teníamos un armario en el que teníamos la ropa que compartíamos, por suerte teníamos la misma altura y talla por lo que no era complicado compartir, que nuestros gustos fueran diferentes era lo complicado, dormíamos en una cama de matrimonio las dos juntas, una en cada lado, por mucho que quisiéramos meter dos camas, estarían casi pegadas por lo que era mejor tener una mesita cada una para tener un espacio privado cada una, y lo mejor de la habitación era la ventana que daba a un callejón en el que la gente compraba drogas o se peleaba, lo peor de todo esto es tener que estudiar en el suelo del salón y compartir un baño.
—¿A qué te ha dicho que no?—le pregunte.
Note la molesta mirada de mi hermana.
—No entiende que no puedo ir a un colegio público—se quejó.
No la mire y continúe mirando por la ventana para ver a un chico rubio besándose con lo que parecía una mujer de compañía.
—No creo que podamos pagar otra cosa—comente.
—Es su culpa—se quejó mi hermana.
La miré de reojo.
La razón de nuestros problemas de dinero es que mi padre robo mucho dinero y engaño a mucha gente, haciendo que mucha gente le odiara y es que es algo que comprendo, prometió muchas cosas por hacerse más ricos e hizo mucho daño a muchas personas jugando con sus sueños y esperanzas, pero en ese proceso se ganó muchas amistades importantes consiguiendo de esa forma no ir a la cárcel por ayuda de sus amigos, pero no podía salir sin castigo, dio todo su dinero, vendió todo lo que tenía para pagar a las personas que engaño al menos parte del daño que él hizo, estaba muy enfadada con él, por haber cometido un crimen, pero sobre todo me dolía que solo pensara en él y no en nosotras.
—Alexandra, es lo que hay—me queje.
Mi hermana me miro.
—¿Quieres ir a un colegio público?—me pregunto y la mire—Dicen que la gente en esos lugares vende drogas y lleva armas—se quejó.
La miré.
—En el callejón de ahí abajo hay una mujer haciendo servicios sexuales a un chico que dudo que tenga más de dieciocho años, te aseguro que nada será peor que eso—le dije.
Mi hermana se acercó a la ventana para ver la escena.
—Deberíamos llamar a la policía—reclamo mi hermana.
Me senté en la cama y la miré.
—La policía no viene aquí—le dejé claro y me miro.
—Me parece mal—se quejó.
—Es un bario con política propia, mandan las bandas y todo eso es normal, solo hay que tener un perfil bajo—dijo mi abuela mirándonos desde la puerta.
—Deberíamos mudarnos—se quejó Alexandra.
—No podemos permitirnos otra casa—le dejo claro mi abuela a mi hermana.
Mi hermana me miro.
—Vendemos esta—dijo como si fuera obvio.
—¿Por qué no vendemos tus bolsos de marca?—le pregunte yo como respuesta.
Mi hermana me miro sorprendida, por muy diferentes que fuéramos, éramos mejores amigas, éramos las únicas personas que siempre estaban en la vida de la otra, que eran constantes, las amistades son cosas que van y vienen, pero la familia es algo que siempre se mantiene por duro que sea el camino, sé que hay hermanos que no se hablan, familias separadas, pero la relación que tenía con Alexandra tenía muy claro que iba a poder con todo, nada iba a poder separarnos.
Pero que fuera una de las personas más importantes de mi vida, que fuera mi mejor amiga no quitaba el que no tuviera razón en decir que nos mudáramos porque no le gustaba la zona o el colegio, eran cosas que debíamos aguantar y superar, papa tomo malas decisiones y nos trajo aquí, es raro que la abuela siga aquí, pero es donde se crio, es donde se enamoró del abuelo y para ella será un lugar demasiado especial como para dejar ir.
—El piso es de alquiler—aclaro mi abuela.
—Los bolsos son falsos—comento mi hermana.
La miré sorprendida porque tuviera bolsos falsos, jamás hubiera creído que mi hermana estuviera con cosas de imitación cuando era tan defensora de no comprar.
—Voy a estar en casa de la señora Li jugando al póker con unas vecinas, si necesitáis algo vais al segundo D—nos dijo, las dos asentimos en silencio, estábamos bastante acostumbradas a estar solas, en la antigua casa siempre estábamos solas aunque no era lo mismo ese bario con tanta seguridad y este sitio en el que seguramente te meterían un navajazo solo si levantas un poco la voz.
Mi abuela se acercó a cada una de nosotras para besar nuestras mejillas antes de irse.
—No sabía que tus bolsos eran falsos—le dije a mi hermana cuando escuche la puerta principal cerrarse y supe que estábamos solas en casa.
Mi hermana me miro.
—Debía mantener una imagen—me dijo.
La miré.
—Hasta hace dos semanas papa no tuvo problemas para pagar tus caprichos— comenté.
Mi hermana me miro divertida.
—¿Los libros no son capricho?—me pregunto.
—Con lo que vale uno de tus bolsos, me compro treinta libros—le deje claro.
Mi hermana me miro.
—Papa empezó a tener problemas económicos desde hace un año, si crees que los casos terminan en dos semanas estas demasiado loca—comento.
La miré.
—¿Por qué no me lo has dicho?—me queje.
Mi hermana me miro.
—Tú le pides muchas menos cosas que yo, por lo que yo debía saberlo para no pedir tantas cosas y lo tuyo eran gastos que se podía permitir—comento mi hermana.
La miré demasiado sorprendida.
—Vendí todas mis cosas de marca y las sustituí por copias exactas, se mantiene la apariencia a menor precio—comento mi hermana.
—¿Por qué seguías pidiendo si sabías que no podía darte?——le pregunte sin entender nada.
—Por lo mismo que lo hago ahora—me confesó y la mire demasiado perdida, porque no entendía por qué lo hacía ahora por lo que mucho menos iba a entender por qué lo hacía antes— Para que papa sienta que las cosas no han cambiado y no se sienta mal—comento y la mire.
—Debería sentirse mal—me queje.
Mi hermana se sentó a mi lado.
—Debería sentirse mal por el crimen y de eso te encargas tú, pero no debería sentirse mal padre—me dijo mi hermana.
La miré.
—¿Entonces no quieres ir a otro colegio?—le pregunté.
Mi hermana me miro.
—Creo que un colegio público es lo mejor para mis aspiraciones—comento.
La miré.
Reí.
Mi hermana tenía unos objetivos claros, ella quería ser una mujer poderosa, el dinero daba un poder en el mundo que pocos entendían, si tenías la capacidad de comprar todo y que no te dieran plomo en vez de oro, si tenías esa inteligencia, todo estaba hecho, pero si eras una persona inteligente, con recursos por mucho no tener dinero, todo estaba hecho de la misma forma, por mucho que el dinero ayudara, no era lo único para ser todo lo poderosa que mi hermana quería ser, y no quería ser presidenta o una política influyente, el poder que ella quería era otro, quería tener poder de formas diferentes.
Mientras que mi mayor objetivo era casarme y tener una enorme familia, enamorarme de alguien tanto que pueda perder la cabeza por esa persona, y luego casarme, seguramente viviríamos en una granja, como en muchas de las hermosas historias de amor que paso el día leyendo, un lugar pequeño en el que todos se conozcan, pero tengas la privacidad y tranquilidad de la ciudad no te da, pero sin estar muy lejos de la ciudad, con la suficiente facilidad de si hay un problema, poder acudir pero con la tranquilidad de no ver sus luces ni oír los ruidos de esta.
—Te recuerdo que son criminales de poca monta—le avise.
Mi hermana me miro.
—Elizabeth, tras toda pequeña banda hay una más grande, incluso puede que mafias—me dijo mi hermana.
—Por favor, no te hagas un drama del crimen—le supliqué.
Mi hermana me miro.
—El poder es una gran responsabilidad—me respondió.
Esa no es la respuesta que esperaba, me daba demasiado miedo que mi hermana tomara malas decisiones, que cometiera errores de los que no la iba a poder a salvar.
—Alexandra, no estoy de broma—le regañé.
Mi hermana me miro.
—De la cárcel se sale, de lo único que no se sale es de la muerte—me dejo claro y la mire.
—Te van a matar como hagas locuras—le deje claro.
Ella me miro.
—La vida debe merecer la pena, si no ¿Para qué vivirla?—me pregunto.
La miré.
—Cometer crímenes no es una forma de vivirla mejor, te recuerdo que son pecados—le deje claro.
Mi hermana me miro.
Otra gran diferencia de nosotras era que mientras yo creía mucho en la vida después de la muerte, mientras yo estaba muy atada a la religión y a lo que esta significaba, mi hermana se había desvinculado completamente de ella, al menos de manera mental y emocional, era verdad que por no hacer sentir mal a mi padre y por hacerme compañía iba a misa y participaba en las actividades que organizaban, pero para ella todo lo que decía la iglesia era solo charlas de hombres con demasiados problemas, yo respetaba sus decisiones, y ella las mías aunque no estuviéramos de acuerdo.
—No me importa arder en el infierno—me dejo claro.
Suspiré.
—Si te deja más tranquila, no voy a cometer crímenes, pero si manipulare mentes—me dejo claro.
La miré.
Estaba segura de que me decía eso únicamente para qué me quedará más tranquila, sé que mi hermana aun cuando teníamos mucho dinero, ella estaba buscando las maneras de ser poderosa, siempre intenta tener bajo su poder a la persona más influyente y poderosa del colegio para que las cosas estuvieran bajo su control, tenía contactos por lo que ella en muchas ocasiones sabía las cosas antes de que pasaran, sé que en este nuevo instituto hará lo mismo, y nada va a detenerla en eso, sé que hará lo que sea por su objetivo, aunque deba mentirme, no me gusta que lo haga, pero sé que estaré mucho más tranquila sino sé lo que pasa, sino que veo lo que hace, total siempre se dice ojos que no ven corazón que no siente, aunque tengo claro que todo lo que va a hacer, de una forma u otra, me va a salpicar, me va a afectar todo lo que haga porque de todas formas, somos hermanas, cuando la gente sepa que somos hermanas, me usara para hacerle daño cuando comience a hacer sus locuras.
Pero no le voy a echar nada en cara, la voy a apoyar en todo porque es lo que yo deseo que haga cuando encuentre mi propósito en la vida.
—Estaré a tu lado siempre—me limité a decir.
Mi hermana agarró mi mano en manera de respuesta y de felicidad, sé que las cosas se van a poner muy mal y espero que nadie muera en el proceso de que mi hermana consiga sus aspiraciones, espero que podamos salir de este agujero n***o.