Muchas noches y días sin Deivis la habían vuelto solitaria y, en cierto modo, también un poco aburrida. Karen solo quería escribir para no extrañar tanto a su soldado. Era su forma de mantenerse cuerda, de llenar los vacíos.
—Hola, mi princesa hermosa, ¿cómo estás? ¡Feliz cumpleaños! ¿Qué harás hoy? Te prometo que cuando regrese, celebraremos juntos —le dijo él al otro lado de la línea.
Escuchar su voz aceleró el corazón de Karen. Ocho meses de relación exitosa los respaldaban. Ocho meses en los que se había entregado a él sin reservas. Pero jamás imaginó que, después de esa noche, su mundo se transformaría en un caos de secretos y mentiras.
—Espero con ansias, como siempre. Sigo aquí, amor… a pesar de todo —respondió ella.
—Es reconfortante escuchar eso. Te amo, mi flaca.
—Yo también
