**ALONDRA** Y entonces, lo vi. Mis ojos se detuvieron como si alguien hubiera presionado “pausa” en mi cerebro. Ahí estaba, caminando con una gracia que parecía no ser de este mundo hacia el escenario. Su presencia era imponente pero sutil, y su elegancia no se compraba ni se aprendía; parecía innata. Traje impecable, postura de emperador moderno, una mirada que transmitía: «sé exactamente lo que estoy haciendo y probablemente también lo que tú estás pensando». Era realmente guapo, pero no en el sentido de modelo de revista, sino en esa categoría de hombre maduro, que combina elegancia con una aura de misterio que te invita a querer descubrir más. Su presencia llenaba el espacio con una confianza serena, y en ese momento, yo no podía dejar de mirarlo. Era como si en mi cabeza se hubiera

