**ALONDRA** Al llegar al aula, me detuve en la puerta y traté de recuperar la compostura. ¡Calma, Alondra! Actúa normal. Entré, fingiendo que todo estaba bien, y mi amiga me quedó mirando con una expresión que decía: “¡¿Dónde estabas?!” ¡Me debes una explicación y una bolsa de papitas”! —¿Qué era? ¿De dónde sacaste esa mochila? —me preguntó, su voz llena de curiosidad. —Nada, me la regalaron —dije, con la voz más casual que pude fingir—. Es un premio de seguro. Biby frunció el ceño. Me miró, luego miró la mochila, y sus ojos se abrieron de par en par. La tomó, y con una sola mirada a la etiqueta, soltó un suspiro. —Vaya que es un premio caro, porque esa mochila es carísima. Es una de las marcas que uso a menudo. —¿En serio? —respondí, tratando de sonar sorprendida, aunque por dent

