**ALONDRA** Salí de casa con la maleta rodando detrás de mí como si fuera mi sombra viajera, una extensión de mi nueva y alocada vida. El aire de la mañana olía a nervios, a emoción, y a frijoles recién hechos (mi madre nunca pierde el ritmo culinario, ni siquiera en momentos dramáticos). Era un aroma que me anclaba a mi realidad, a mi hogar, pero que hoy se mezclaba con el vértigo de lo desconocido, como una mezcla de raíces y sueños que se resistían a separarse. Alexander estaba esperando junto al auto. Impecable, como siempre. Traje sobrio, mirada de ejecutivo internacional, y esa postura que dice “yo tengo un jet privado, pero hoy vine en SUV por cortesía”. Me sentí un poco ridícula, con mi mochila morada y mis nervios a flor de piel, pero su presencia era tan imponente que me hizo e

