CAPÍTULO 26

983 Palabras
ISABEL Duke me llama a su despacho y, para mi sorpresa, también está Carlos y Sebas. Mi joven guardián no tiene buena cara asique se encienden todas las alertas en mi cabeza. ¿Qué está pasando? me pregunto a mi misma mientras observo la cara de mi esposo intentando descifrarla. —Mia moglie—me pongo en tensión cuando me llama así, ya que no puede indicar nada bueno.—Me gustaría que me dijeras que ha pasado esta tarde en el gimnasio… —No sé de qué me hablas… —¿Ah no? —Duke le hace una señal a Sebas y este le da un puñetazo a Carlos en el estómago tan fuerte que se va hacía atrás. Un gemido ahogado sale de su boca, pero no me mira, ni a mi ni a los demás. —No…—murmuro y miro a mi alrededor agobiada. Carlos tiene la cabeza gacha, seguramente mostrando respeto a un Duke que parece enfadado. —He ido al gimnasio y después he buscado a Carlos. El chico también estaba entrenando. Se encontraba en la sala de abdominales—miento, ¿porque es imposible que en esa sala haya cámaras, no? —Entrenando… Otro golpe brutal de Sebas se estampa en el estomago haciendo que el chico se doble. Ante otra señal de Duke, Sebas no lo deja incorporarse y le da una patada haciendo que el chico tenga que apoyar una rodilla en el suelo y suelta ‘Dios’ involuntario. El chico se arrodilla completamente y sigue con la cabeza gacha. No habla. Me sorprendo por el respeto que tiene hacia Duke que no se está defendiendo. —¿Ves, soldado? Para encubrirte mia moglie tiene que mentirme… Sebas le da un puñetazo que manda la cara de Carlos hacia un lateral. De los labios del chico brota sangre que se derrama al suelo. A mí me empiezan a sudar las manos y me fijo en la expresión austera de Duke y entonces decido contarle lo que ha pasado. Creo que en el punto que estamos, es lo mejor. —He buscado a Carlos para decirle cuando había que recoger a Enzo y bueno… estaba en la sala de abdominales manteniendo relaciones sexuales con una chica… Sebas le lanza otro puñetazo, seguido de una rápida secuencia de golpes. En ese momento me pregunto: ¿para qué me llama si lo único que hace es golpearlo? Da igual si digo la verdad, miento o intento ocultar lo que pasó… —No ha sido nada…Duke. De verdad. Son jóvenes con las hormonas revolucionadas… Sebas sigue dándole golpes a Carlos sin parar. —Por favor, Duke…no ha sido para tanto. Duke da un golpe en la mesa. —¿Que no es para tanto? —su voz se endurece—. Dejar tus funciones —protegerte, en su caso— para irte a follarte a una chica merece castigo. —Estábamos en el gimnasio de tu casa… —respondo, tratando de mantener la calma. Esa frase lo enfurece aún más. —¿Y si hubiera sido en otro sitio? ¿O estuvieras con Enzo y os atacan mientras él está con la bragueta abierta? —No creo que Carlos… —mi voz se apaga, cortada por su mirada. Silencio. Nos quedamos mirándonos varios minutos, sin decir nada, mientras los golpes retumban en todo el despacho. —Sebastian, llévatelo fuera —ordena finalmente, su tono no deja lugar a discusión. Cuando nos quedamos solos, Duke me encara: —No lo defiendas… No digo nada. Lo único que podría salir de mi boca sería defender al chico, y no quiero enfadarlo más. Me observa de nuevo, pero no con enfado. Hay algo en su mirada que no sé descifrar. Se enciende un cigarro y vuelve a hablar, con esa intensidad que hace que mi corazón se acelere: —Hay algo que me ha llamado la atención… —¿Qué? —respondo, preparada para cualquier cosa. —¿Los descubriste y después qué? No sé a dónde quiere llegar. Mi mente intenta adivinarlo sin éxito. —Me fui. —Parece que tardaste mucho en salir… y cuando lo hiciste parecías acalorada y muy roja. —¿Estás insinuando que hicimos algo juntos los tres ahí dentro? —¿Sabías que estaban dentro y por eso entraste…? —responde él con otra pregunta, tan directa que me hierve la sangre.—Te quedaste mirando… —¡No! —mi voz se eleva, cada vez más intensa. Pero sé que si muestro mi enfado del todo, él ganará. Respiro hondo, intentando que no se note cuánto me afectan sus palabras. Da una larga calada al cigarro y me suelta con tono despreocupado: —Si lo necesitas, yo me encargaré de tus orgasmos… ¿Qué acaba de decir? ¿He oído bien? Tengo que contar hasta diez para no lanzarme sobre él y clavarle el abrecartas en el cuello. Mantener la calma me cuesta horrores. —¿Por qué dices eso? ¿Acaso piensa que estoy necesitada…? —Me preocupa lo que dijiste aquella vez…que no te podías masturbar con la cámara en tu dormitorio… y ahora te quedas mirando a una pareja mientras tienen sexo. Madre mía. —¡No me quedé mirando! —gruño—, y si lo hubiera hecho, ¿qué? —levanto el mentón, desafiante. Su expresión se endurece, vuelve al enfado, y no entiendo por qué esto es tan importante. —Eso no puede ser… mi esposa no puede ir por ahí… —Te recuerdo que soy tu rehén —respondo, cortante.—No me importa lo que dicen de mí aquí. Salgo de la habitación de un portazo dejandolo con la palabra en la boca. Maldita sea, estoy enfadadísima. ¿A qué se refería con ocuparse de mis orgasmos? Como si fuera un trabajoo algo así… ¿Me va a comprar un consolador? ¡De qué va!
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR