Emilio duerme plácidamente en su habitación, a unos pasos. Lina se fue hace dos horas. El enfermero de Nicoló está en la habitación, en el otro extremo del salón, atento por si necesita asistencia. Pero, por lo general, él prefiere que lo dejen solo. Y desde que volvió… desde que despertó sin recordar absolutamente nada de mí, no tengo motivos para contradecirlo. Cierro el libro de golpe cuando lo escucho. O más bien, escuchó el leve zumbido del motor de su silla. Las sesiones de fisioterapia están dando resultados, no como él espera, pero al menos ya puede mover sus manos un poco y maneja la silla sin que nadie deba empujarlo por el lugar. Lo sé porque el especialista me mantiene informada de su proceso. No es la primera vez que sale por su cuenta. Lo hace casi todas las noches. A veces

