Su voz me llega como una caricia inesperada. Lo miro y asiento.
—Mucho —respondo, y por primera vez desde que salimos, le dedico una sonrisa relajada.
Un camarero aparece con una bandeja. Dos copas de champán tintinean sobre ella. Acepto una con cuidado. El vidrio frío entre mis dedos me produce un pequeño escalofrío.
—Por lo general sirven bebidas al inicio y durante el intermedio. Pero si necesitas una copa antes, puedes apretar ese botón —señala Nicoló, tomando su copa. Sigo dirección que señala a un lado, dónde efectivamente hay una especie de timbre.
Asiento. Doy un pequeño sorbo. Las burbujas estallan contra mi lengua y me obligan a sonreír. Tal vez es el alcohol, o tal vez es él. Esta versión de él, más sereno. Más… humano. Muy parecido al Nicoló de París.
Niego ante ese pensam
