Había aceptado cuidar niños del señor y la señora Nickelson, principalmente porque fue él quien me lo pidió. A los dieciocho años, consideraba que cuidar niños estaba un poco por debajo de mi nivel y ya les había informado a la mayoría de mis clientes habituales que dejaba de hacerlo y les había recomendado a Denise, quien seguía haciéndolo.
Si la Sra. Nickleson me lo hubiera pedido, probablemente la habría rechazado, pero ella lo sabía y por eso le pidió a su esposo que me llamara. George era un encanto. Medía un metro ochenta, hombros anchos y cintura estrecha, estaba en forma y era inteligente, con un ingenio cautivador. El hecho de que también fuera guapo, con cabello oscuro y ojos sorprendentemente azules, tampoco le venía mal. Me había enamorado un poco de él desde la primera vez qu
