Me paré frente a mi familia. ―¿De verdad se van a dar por vencidos? Mi papá resopló. ―¿De verdad les da lo mismo la horrible muerte que tuvo Galiana? ―insistí. ―Ella ya murió, ustedes están vivos, no quiero perderlos a ustedes también. ―Ninguno estaría aquí, papá, ¿es que no lo entiendes? Yo no puedo olvidar a mi hermana, a Raymond, tú mismo pudiste morir del mismo modo, también nosotros de no ser por Marcos que llegó a nuestra casa. Estaríamos bajo tierra, si no por esa mujer, por la edad. No tenemos la inmortalidad para vivirla, la tenemos para terminar con esa mujer, para vengar a tu hija, para acabar con esto. ―¡Nada la va a devolver! Ella nunca volverá, ¿no lo puedes comprender? Si pierdes tu vida por Galiana serán dos hijos perdidos para mí. No dije nada. ¿Lo entendí? Sí.

