lucila quiere salvarlo

2100 Palabras
Con ayuda del padre, Lucila logra mover a ese hombre lejos de la puerta, observa al caballo afuera quien parecía preocupado por su dueño. Se podía mirar que era un caballo fino y eso la hizo dudar de la personalidad de ese forastero. —¿Sera un forajido? —pregunta el padre una vez que lo acomodan bien sobre el suelo. —No lo sé, padre. Pero necesito que lo llevemos a mi casa, él necesita atención urgente. Parece que perdió mucha sangre mientras cabalgaba —responde colocando una mano sobre la herida. —Muchacha, es muy peligroso que estés a solas con este hombre en tu casa, ¿y si es un bandido? —Padre—ella observa a ese hombre todo sucio y a punto de morir y termina por tragar saliva —. Sea lo que sea, necesita que lo salvemos —levanta la mirada para ver al cura con sus enormes ojos azules. —Muy bien, lo sacaremos por la parte de atrás de la iglesia, el pueblo no necesita darse cuenta de su presencia, al menos no por ahora. Entre Lucila y el padre Sam sacan a Jhon a arrastras, lo acomodan sobre una pequeña carreta que era empujada por una mula. La casa de Lucila estaba a poca distancia de la iglesia lo que le daba la ventaja de poder curar a ese hombre antes de que se muriera, mientras ejerce presión contra la herida, ella mira de reojo y se da cuenta de que el caballo de ese sujeto los sigue. —¿Y ese caballo? Parece que este hombre es su dueño, nos está siguiendo—dice el cura mientras hace avanzar a la mula. —Llego en ese caballo. —Creo que la llegada de este hombre traerá problemas, ya sabes lo que piensa Logan de los forasteros y si están heridos de bala prefiera expulsarlos de Lone Pine. Lucila guarda silencio, a poca distancia puede ver su hogar y a los pocos segundos llegan a este, entre el padre y ella tratan de bajar al extraño y es cuando lo oyen por primera vez quejarse del dolor. —Vaya, aún tiene fuerzas para quejarse. —Debemos darnos prisa, padre. Introducen al herido en la casa de Lucila y de inmediato lo postran en la camilla que ella utiliza para curar a los heridos o enfermos. —¿Estás segura que quieres a este hombre aquí, muchacha? —No se preocupe, padre. Voy a estar bien, de todas formas, no creo que este hombre se salve, pero hare todo lo que este a mi alcance para salvar su vida. El padre asiente y toma su rosario para empezar a rezar mientras observa como Lucila empieza a despojar a aquel hombre de sus ropajes maltrechos, al ver la herida en su hombro el cura ensancha la mirada y se marca una cruz en su cuerpo. —Lucila, eso es una herida de bala reciente. A este hombre lo balearon hace muy poco. —Padre, déjeme a solas con él paciente —el viejo eleva la mirada y luego asiente rápido y sale despavorido de la habitación. Toma asiento afuera y espera el veredicto de Lucila. La joven saca la ropa de Jhon y empieza a tratar aquella herida, la bala seguía dentro de su cuerpo, así que usa unas largas tenazas para extraerla, en cuanto lo hace el extraño gime del dolor y ella se petrifica. Con las tenazas en las manos lo observa cómo se retuerce sin abrir los ojos, Lucila piensa que despertara, pero no es así, seguido de eso vuelve a quedar inconsciente. Y ella suelta el aliento, niega y prosigue a limpiar y suturar. Cuando termina mira con detenimiento el cuerpo de ese hombre, estaba muy sucio por ese polvillo parecido al de la ceniza. Desliza sus dedos por la piel de él y luego huele su mano. —Es como si hubiera estado en un incendio—se acerca a él y a parte de oler a medicamento olía a humo —. ¿acaso estuviste en un incendio? —le pregunta, aunque sabe que no le responderá. Había curado su herida, lo único que le quedaba era resistir y pasar la noche, tenía mucha fiebre, esperaba que pudiera soportar. La joven sale afuera y encuentra al padre sentado rezando en silencio, en cuanto el viejo eleva la mirada espera a que ella le diera una respuesta. —No sé si se salve, hice lo que pude. —Pobre hombre. Su caballo sigue afuera, ¿Qué debemos hacer con él? —ella mira al animal desde la casa. —Padre, ese es un caballo muy fino, y las ropas de este hombre también son finas, aunque estén todas maltrechas. —¿Qué quieres decir con eso? Ella baja la mirada mientras que mira sus manos un poco manchadas con sangre, su vestido también estaba todo lleno de sangre. —¿Piensas que no es bandolero? —No puedo saberlo hasta que reaccione, tiene mucha fiebre, si logra pasar la noche probablemente sobreviva. —¿Se quedará aquí contigo? —Si lo movemos de nuevo la herida se abrirá, perderá más sangre y morirá en seguida. El cura asiente, luego se pone en pie y camina hasta la puerta. —Tienes que tener cuidado, Lucila. No sabemos de dónde viene este hombre, no sabemos nada de él y que llegara en un caballo fino no quiere decir que sea una persona honesta. —Si, entiendo cura. Tendré cuidado, sin embargo, dudo que pueda ponerse en pie. La joven acompaña al padre a la salida, el sol ya estaba por ocultarse, y ella sabía que la noticia de que un forastero llego al pueblo llegaría a oídos del sheriff muy rápido. —Logan no tardara en venir. —Yo tratare con él. El padre se marcha con la mula y ella lo despide con la mano, en eso ve el caballo de ese hombre quien no dejaba de rondar de un lado para el otro. Lucila se aproxima al fino animal y este se pone un poco nervioso, pero ella se acerca de buena manera y él lo siente así que se queda quieto. —Tu dueño trata de sobrevivir, tendrás que ser paciente—acaricia su lomo suavemente —. Pareces cansado y hambriento, tengo algo de comer por aquí, vamos, te llevare para que te alimentes y bebas agua. Lucila le dejo agua y comida al animal quien no dudo en comer, suspira y vuelve a ver al caballo, sin duda alguna era un caballo de r**a pura y esos animales solo los poseían vaqueros de altos prestigio. —¿Tu dueño es un forajido o una buena persona? ¿eh? ¿acaso lo sabes? —acaricia el morro del animal mientras sonríe—. Eres un buen chico. Ella regresa a la casa y empieza a encender todas lámparas, la casa se ilumino rápidamente tornándose de un color naranja. Toma una de ellas por el mango y camina con la misma hasta la camilla donde reposaba su paciente. —Espero que soportes la noche—humedece un poco la frente de él con un pedazo de tela que sumergió en una cazuela con agua. Sudaba mucho, ella muerde sus labios al darse cuenta de que estaba muy sucio y se rindió a la tarea asearlo un poco, al menos de la cintura para arriba. Se demoro más tiempo del que imagino, tenía tanta ceniza encima que cambio el agua muchas veces, pero al menos estaba un poco más aseado que antes y hasta podía ver mejor sus facciones. Lucila frunce el ceño al darse cuenta de que nunca había visto a ese hombre. —¿Quién eres? —musita, pero él seguía dormido. Decide dejarlo para que descansara, deja una lampara cerca para que no estuviera a oscuras y ella se va para tomar una ducha y poder descansar un poco. […] Observaba como el fuego consumía todo a su paso, sus ojos no daban crédito a lo que estaba viendo. Su esposa Annie y su hija Melisa se encontraban dentro de la casa mientras se quemaba, podía oírlas gritar con desespero mientras que él no podía hacer nada para ayudarlas. Su voz estaba apagada, no lograba gritar, era como si se hubiera quedado mudo. Su desespero lo impulsa a correr a la casa, pero nunca logra llegar, estira los brazos, pero no alcanza la puerta y no entiende que estaba pasando. Seguía oyendo la voz de su esposa y de su hija gritar su nombre y aquello le desgarraba el corazón, hasta que escucha un disparo que lo deja sordo, baja la mirada y ve como su pecho se mancha con su propia sangre. Y en ese instante Jhon despierta abruptamente, respira con grandes bocanadas de aire ya que sentía que le faltaba el mismo. Fija sus ojos en sus pies y parpadea varias veces, intenta levantar un brazo, pero este le duele. —¡Ah! —se queja y baja la vista hacia el mismo para darse cuenta de que estaba vendado, frunce el ceño y empieza a mirar todo a su alrededor —. ¿Dónde estoy? Una lampara de aceite yacía muy cerca de él, con la poca iluminación que esta le brindaba se fijó que estaba en una casa, pero ¿de quién? lo último que recordó fue empezó a cabalgar en su caballo por el horizonte hasta que perdió la lucidez de sus pensamientos. Trata de ponerse en pie y se tambalea un poco, se sujeta del catre con su mano buena y trata de estabilizarse, luego escucha un ruido a un costado de la casa que lo pone en alerta. Mira hacia todos lados y lo que ve es un escalpelo que toma sin pensarlo. Se encamina hasta donde provenía el sonido con mucho sigilo, llega hasta una puerta y puede ver luz por la r*****a de la misma, luego una sombra que va un lado para otro. Jhon tensa la mandíbula y abre la puerta abruptamente con el escalpelo en la mano. Inmediatamente se detiene al ver que quien estaba detrás de la puerta era una mujer completamente desnuda. Ambos se miran fijamente a los ojos mientras que intentaban procesar lo que estaba pasando, él observa los enormes ojos azules de esa mujer que lo miraba con miedo y fue en ese instante que a Jhon se le nublo la mente volviéndose blanca. Lucila al ver a ese hombre de pie con su bisturí en la mano se petrifico puesto que pensó que la asesinaría, pero curiosamente se detuvo y cambio de lastimarla él termino por desmayarse de nuevo provocando que a ella le volviera el alma al cuerpo. —¡Dios mío! Que susto más grande —dice mirando a ese hombre en el suelo. Estaba terminando de tomar un baño, y justo cuando salía de la tina él interrumpió en el cuarto con esa arma en sus manos, nota que bajo él empezaba a correr un hilo de sangre. —¡Oh, no! Otra vez no. Se agacha y lo vuelve, coloca una toalla en su herida y hace presión. La herida estaba abierta de nuevo gracias a aquello movimientos bruscos. Lucila logra llevar al extraño nuevamente a la cama, no tuvo tiempo de vestirse, ya que perdería tiempo y él sangre. La joven vuelve a remendar su herida hasta que queda cerrada, limpia el sudor de su propia frente y luego toca la frente de ese hombre. Pero en ese momento él despierta y sujeta su muñeca provocándole otro susto a la castaña, ella lo mira con los ojos bien abiertos. —¿Quién eres? —las mejillas de Lucila se sonrojan puesto que estaba desnuda bajo la atenta mirada de ese forastero. Jhon le pregunta a esa mujer mientras mira sus ojos, luego se da cuenta de que estaba desnuda y desvía la mirada hacia otra parte y traga saliva en seco. —¿Cómo te llamas? —Lucila se atreve a preguntar, Jhon libera su muñeca y guarda silencio. —¿Por qué me salvaste? —Tu viniste a mí —ahora entendía, su caballo lo llevo al primer pueblo que encontró, era muy listo. —Jhon… me llamo Jhon. Y con aquellas palabras vuelve a quedarse dormido, estaba tan agotado que sus últimas fuerzas las agoto cuando se puso en pie. —¿Jhon? ¿Jhon qué? —Lucila se percata de que se quedó dormido de nuevo, mantenía la esperanza de que no volviera a despertar y que descansara lo suficiente.
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