DEBES BUSCAR UNA ESPOSA

2644 Palabras
DEBES BUSCAR UNA ESPOSA NARRA ALEXEI RHYZOV Una semana antes...  Las puertas se abren de par en par y salgo corriendo lo más rápido que puedo. En el trayecto, voy desenfundando mi arma, quitándole el seguro y dejándola lista para disparar. Frente a mí, la puerta del coche se abre y me deslizo con agilidad y mucha rapidez en el asiento del copiloto. Nikolay, quien venía detrás de mí, se mete en la parte trasera del coche y le sigue Vladimir. —Nu davay zhe! Nu davay zhe! —le ordeno a Yaroslav entre gritos, mientras bajo el cristal de la ventana. (¡Vamos! ¡Vamos!) Yaroslav oprime el acelerador hasta el fondo y los neumáticos del coche chirrían sobre el concreto antes de salir disparados lejos del almacén, justo cuando los coches enemigos doblan en la esquina de la calle, viniendo hacia nosotros a toda prisa. Una tanda de disparos se estrella contra la parte de atrás del coche, el estruendo del parabrisas trasero volviéndose añicos provoca que nos agachemos tratando de protegernos. Un instante después, una lluvia de vidrios rotos nos cae encima. Sin importarme los disparos que siguen golpeando nuestro coche, unos segundos después, saco la cabeza y el torso por la ventanilla, empuño mi arma, apunto en dirección al coche enemigo y comienzo a disparar como el desquiciado que soy. No es por dármelas de gran cosa, pero soy el mejor maldito disparador del bajo mundo de Nueva York. Tengo la vista de un halcón y la puntería tan certera como la de Chuck Norris en sus películas. Donde pongo el ojo, pongo la bala, y en esta ocasión pongo el ojo en uno de los neumáticos de uno de los coches y doy directo en el clavo. El neumático estalla y el conductor pierde el control del automóvil. Trata de maniobrarlo, pero a los segundos se estrella de frente contra otro carro que está aparcado a una orilla de la calle. Vladimir y Nikolay ya han sacado sus armas y comienzan a disparar contra el otro coche a través del parabrisas roto. Varias balas atraviesan el parabrisas del coche enemigo y segundos después, el coche comienza a dar vueltas en la calle, hasta quedar bocabajo. Sin embargo, el peligro no se acaba. Los tripulantes del primer coche, salen de él y comienzan a dispararnos. Varios disparos se estrellan contra nuestro coche, otros nos pasan zumbando cerca de los oídos y uno de ellos va a dar directo al hombro de Nikolay. Nikolay ruge y se queja, y vuelve a sentarse en el asiento mientras oprime la herida de la bala con su otra mano. Regreso adentro del coche y giro en mi asiento hacia atrás, para inspeccionar a Nikolay. Hay mucha sangre y él se ha puesto pálido. —Ty v poryadke? —le pregunto. (¿Estas bien?) —Da, Pakhan —responde con un gruñido y un leve asentimiento. (Sí, Pakhan) Vladimir continúa disparando contra los enemigos hasta que el coche gira en una avenida y los pierde. El sonido de las sirenas de los carros policías nos llegan a lo lejos, pero, Yaroslav es un gran conductor y los policías ni siquiera llegan a ver el humo de nuestro coche. [...] Al día siguiente de eso... —Ya estoy harto de esta situación —le ladro con desesperación a Stanislav, mi mano derecha y consejero en los negocios—. Solo quiero un maldito cese a esta jodida guerra, para que ella pueda tener un poquito de paz. ¿Qué mierda puedo hacer para conseguir eso? ¿Qué necesito para detener aunque sea por unos meses a los rebeldes que me atacan día con día, tratando de eliminarme para poner en el poder a un nuevo Pakhan? Stanislav me mira a través de sus gruesas pestañas. Conozco muy bien esa mirada. Me mira así, siempre que va a decirme algo que no me va a gustar. —Alexei, estuve hablando con Konstantin y algunos de los miembros del consejo, y ellos me han dicho que necesitan que el Pakhan siente cabeza y traiga al mundo a un heredero que fortalezca el reclamo de los Rhyzov en el trono de la Bratva. Con mis manos enrolladas sobre mi pecho, suelto un bufido irónico y me rio. —¿Estás diciendo que necesito casarme? —espeto, mordaz. No hay cosa que me cause más repulsión que el matrimonio. Jamás me he visto atado a alguien que va a estar jodiéndome la maldita paciencia que no tengo, que nunca he tenido y que jamás voy a tener. —Que te cases y tengas un hijo —corrige, como si no fuera la misma mierda—. A tu edad, tu padre ya tenía una docena de hijos y tú ya empezabas a empuñar un arma. Escupo el suelo y arrugo el rostro con repulsión. —¿Y cuántos de esos hijos han quedado? Solamente Dmitry y yo, hemos quedado con vida. —Por eso mismo, Alexei —espeta, soltando la ceniza de su habano en el cenicero que hay sobre el escritorio. Una densa capa de humo blanco inunda nuestras cabezas gracias a los puros que estamos fumando—. Sabes muy bien que la mafia rusa es como un reinado. Para que una familia esté en el trono de la Bratva, deben haber más personas que asuman el poder por si el actual jefe llega a fallecer o ir a la cárcel. Si algo así llega a pasar, ¿quién quedaría como el nuevo Pakhan? ¿Dmitry? Otro bufido se escapa de mi boca y una risa sardónica se dibuja en ella. Mi hermano tiene talento para ser Pakhan, lo mismo que yo para el matrimonio. —Estoy bastante seguro de que los malditos Vasilev son los que están detrás de todo esto —mascullo, golpeando el escritorio con mi mano cerrada en puño—. Esos govnoed (comemierdas) siempre han estado tras el poder. Quieren que Boris se convierta en el nuevo Pakhan, pero primero deberán pasar sobre mi cadáver, para conseguirlo. —Entonces, ¿vas a buscar una esposa? —No porque lo quiera o porque le tenga miedo a los bastardos Vasilev. Pero, si esa es la única forma con la que podremos conseguir unos meses de paz, para que ella esté tranquila..., lo haré. Voy a buscar una esposa para calmar las aguas por un rato, mientras confirmo que esos bastardos de los Vasilev son los que están detrás de todo esto y te juro que cuando lo haga, o cuando descubra a los responsables detrás de todo esto, voy a hacer que ni sus cenizas queden sobre la faz de la tierra. —¿Y con quién piensas casarte? Tú no tienes una novia, Alexei. Le ofrecí una sonrisa torcida y un bufido de indiferencia. —¿Y quién dice que necesito una novia o estar enamorado, para poder casarme? Esto no será más que un contrato. Una vez que no la necesite, la desecharé como se desecha un zapato viejo. [...] Dos días después de eso... Además de mis negocios ilícitos con drogas y armas, tengo varios clubes bajo mi mando. Clubes en los que tengo mis haréns de putas. Putas que deben estar disponibles para mí 24/7, para satisfacer todos los pensamientos lujuriosos que a mi pecaminosa mente se le ocurren. Son bailarinas nudistas de mis clubes, sin embargo, tienen terminantemente prohibido estar con otro hombre que no sea yo. Mis hombres tienen prohibido verlas y, sobre todo, tocarlas. Al que se atreve a incumplir con cualquiera de esos estatutos, se le mutila un ojo por ver, una mano por tocar y la v***a por coger. En el caso de ellas, simplemente se les da pase directo al otro mundo, fuera cuál fuere la sanción. Eso no significa que están obligadas a estar conmigo. Si alguna de ellas llega a enamorarse de alguien, fuere hombre, mujer, animal, o lo que putas sea, o simplemente decide irse a emprender otro tipo de vida, está en todo su derecho de hacerlo. Pero, debe comunicármelo con anticipación y romper el contrato que firma conmigo desde un inicio. Cada una de ellas tiene muy bien entendido el papel que juega en mi vida: el de un simple juguete s****l para satisfacer mis necesidades y un negocio para mis clientes. Ninguna podía avanzar conmigo, ninguna llegaría a ser algo más que eso... Hasta ahora. Entro al Depravity, el más exclusivo de mis clubes y en donde tengo a las mejores de mis putas, porque a este club solo vienen los clientes más exclusivos, desde celebridades, hasta el mismo Gobernador del Estado. No pasa ni un minuto desde que entro al club, cuando soy atacado por mi personal, con preguntas o quejas relacionadas con el trabajo. Cosas que realmente no me interesan mucho, porque se supone que para eso tengo a alguien encargado específicamente del trabajo de los clubes: a mi hermano. —¿Dónde está Dmitry? —demando Se lanzan miradas furtivas entre ellos y sé que están tratando de ocultar algo que va a cabrearme más. —¿Dónde está? —rujo, colérico. Una de las chicas, la encargada de la limpieza, comienza a hablar entre titubeos cargados de nerviosismo. —E-El señor Dmitry está encerrado en su oficina... ocupado. —¿Ocupado? ¿Haciendo qué mierda, que no puede ocuparse de sus asuntos? Más silencio, más nervios y yo ya tengo ganas de matarlos a todos y a cada uno, sobre todo, porque empiezo a imaginar lo que el muy reverendo comemierdas está haciendo, como para que no esté aquí, resolviendo los problemas, como sus malditas obligaciones lo estipulan. «Es que voy a matarlo», rujo para mis adentros. Cierro mis manos en puños y, como una bestia airada, camino a zancadas hasta su oficina, que queda en la tercera planta del edificio. No me molesto en golpear la puerta y pedir permiso para entrar. De una patada, la abro y entro, encontrando a mi hermano de lo más campante. Con una mujer apoyada sobre el escritorio y él cogiéndosela por atrás. —Pero... ¡Qué mierda! —se queja, alejándose de la mujer con rapidez y ella vistiéndose a prisa—. ¿No te enseñaron a tocar la maldita puerta? —¿Tocar la puerta? —rujo, endiabladamente enajenado—. ¡Es mi puto negocio! ¡Por lo tanto, esta es mi puta oficina! ¡No tengo que tocar la maldita puerta para entrar a mi puta oficina! Miro a la mujer, quien trata de refugiarse, pegándose a la pared, cubriendo su cuerpo desnudo con su ropa y sus brazos y viéndome, completamente asustada. —¡Lárgate de aquí! —le exijo con un grito. No replica, no rechista y no pierde segundo alguno. Rápidamente, sale de la oficina, en el mismo instante en que yo me paró frente a Dmitry y lo agarro por el cuello de la camisa. —¿Quieres que me importe una mierda que eres mi hermano y te mate en este preciso momento? —rujo en su cara—. ¿Por qué diablos estás aquí, cogiendo con una mujer, cuando deberías estar resolviendo los problemas del club? —Relájate, Alexei. Todo va bien en el club —dice, con esa frescura que lo caracteriza y que a mí me revienta la paciencia. —¿Todo va bien? —ladro, azotándolo y oprimiendo más mi agarre en su cuello—. ¡Es un puto caos ahí afuera, semejante pendejo! ¡Solamente puse un pie aquí y todos se acercaron a poner quejas, a decirme mierdas que se supone tú debes resolver! Lo suelto, arrojándolo con fuerza contra el escritorio. Dmitry resbala y tira algunas cosas al suelo. —¡Te quiero allá afuera en quince segundos, Dmitry! ¡No hagas que me den más ganas de matarte, porque te juro que no me voy a tentar la mano y lo voy a hacer! Le lanzo una última mirada asesina y salgo de la oficina para ir a hacer justamente lo que venía a hacer. Regreso a la primera planta, pero voy a la zona tras bastidores, donde se encuentran mis putas. Nada más entro, se acercan a mí, como perritos falderos; moviéndome el culo, enseñándome las tetas y acariciándome con sus manos, haciendo sus mejores intentos para ser las escogidas y las cogidas de esa noche. —Hola, Pakhan. Dime que esta noche yo seré la escogida para estar contigo —sisean muy cerca de mi oído, son sus seductoras y sensuales voces. Sonrío con petulancia mientras sigo avanzando por en medio del pasillo que forman a los lados de mi camino. —¿Dónde está Shirly? —cuestiono, ignorando sus preguntas y sus insinuaciones. Shirly es mi mejor puta; calidad premium y la reina entre todas ellas. Alta, sensual y elegante, como una de esas modelos de Victoria's Secret. De larga cabellera rubio platinado, que cae en suaves ondas sobre su cabello, hermosos y resplandecientes ojos azules; grandes tetas, generosas y llenas como para apretar en ellas mis manos o acolchar mi gruesa v***a, mientras hago un túnel con toda mi longitud entre esa suave carne..., cintura fina y apretada, caderas redondeadas y un culo de infarto. Ya he empezado a desvariar con la imagen de su pecaminoso cuerpo desnudo sobre le mío y, mentalmente, tengo que agitar mi cabeza, para alejar aquellos pensamientos. —Está en su camerino —responde Stefany, otra de mis putas, con desánimo. Sigo avanzando y voy hasta el camerino de Shirly. Entro sin tocar y la encuentro sentada frente al tocador, pintándose los carnosos labios con un labial en tono carmesí. Me mira a través del reflejo del espejo y sonríe con coquetería, antes de lanzarme un beso con sus labios. —¿Voy a estar contigo esta noche, Pakhan? —pregunta con su voz sensual. Se gira sobre su trasero y me mira, quedando sentada en una pose que a cualquiera dejaría babeando. Viste un cortísimo camisón de seda blanca que marca perfectamente sus curvas de diosa de la feminidad y que deja entrever por el pronunciado escote sus pechos turgentes. Me acerco, hasta pararme entre sus largas piernas de piel tan blanca como la leche. Coloco mis manos a ambos lados de su cabeza, apoyándolas sobre la mesa del tocador. Me inclino encima de ella y beso su boca, chupando su labio inferior, mientras sus manos se apoyan a mis caderas y se deslizan hasta la bragueta de mi pantalón, acariciando mi m*****o. Gruño en su boca, mientras un delicioso tic atraviesa todo el tallo de mi polla y la estremece. Rompo el beso y la miro a los ojos. Con una mano acaricio su bello rostro, marcando la curvatura de su mejilla hasta llegar a su afilado mentón. Lo sujeto con fuerza e inmovilizo su rostro. —No vengo a traerte para que pases la noche conmigo —le digo. La decepción y el desconcierto se entrelazan en su rostro—. Vengo a decirte algo más importante. —¿Importante? —Su perfecta y muy bien definida ceja se arquea—. ¿Qué es eso importante, Pakhan? —De hecho, no es un eso. Es una orden que voy a darte —espeto con severidad, alejándome, para verla desde mi altura—. Este sábado vamos a casarnos. —¿Ca-Casarnos? —murmura, anonadada y con los ojos desorbitados. —Sí. Stanislav vendrá por ti mañana, para llevarte a buscar un vestido bonito para la ocasión. Te quiero tan hermosa como siempre, Shirly. Nos vemos ese día. Soy un hombre de pocas y contundentes palabras. Así que, como ya he dejado bastante claro lo que venía a decir, me voy a buscar a otras tres de mis chicas para que pasen la noche conmigo y sacien todas mis perversas necesidades.
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