Roberta aventó con fuerza un jarrón que había tomado de una mesa de centro de su suite, y este se volvió añicos al estrellarse contra el muro; acto seguido el llanto de Antonia resonó con más fuerza en la habitación. Antonia tenía mucho rato llorando, y Roberta ya estaba histérica desde antes de escucharla. La rubia no podía creer que esa mujer estuviera embarazada de nuevo. Ella había trabajado arduamente por años para hacerse con ese hombre, consiguiendo incluso embarazarse, y lo único que había logrado de él era que saliera huyendo de su casa, familia y país. Pero esa mujer aparecía como si nada, y no solo hacía una familia con ella y los hijos que tenían, sino que ahora la hacían crecer. ¿Qué tenía la secretaria que no tuviera ella? Era una pregunta que no dejaba de hacerse y que

