8. Resultados...

1726 Palabras
Capítulo 8. Resultados de una Noche Prohibida Al llegar solo le agradecí, bajé del auto antes de que pretendiera hacerlo también e ingresé a mi edificio. Me escondí adentro por unos minutos antes de ver partir el auto de Antonio, después logré seguir y subir por el ascensor. En el auto Sebastian se quedó pensando en la mujer que acababa de bajar -- ¿Por qué sigues con esto? -- me preguntó Diana minutos después de ingresar a mi departamento, en una videollamada que terminé iniciando entre susurros, desde mi habitación. -- Porque no me dejaron opción -- le respondí, sin emoción. -- Tienes todas las opciones del mundo -- insistió ella. -- No cuando hay una familia entera que espera devorar mi apellido… y otra que calla para no perder su posición -- Vi como Diana bajó la mirada. -- ¿Estás hablando de Patricia Bonetto? -- yo asentí. -- Ella lo sabe todo Diana. La relación entre Antonio y Estefanía. Incluso es capaz de mirarme a los ojos sabiendo que su hijo me estaba siendo infiel, traicionándome con mi propia hermana… y encima lo justificó – solo de recordarlo me hierve la sangre. -- Claro no con palabras, sino con ese silencio que es peor -- -- ¿Y tú? -- me preguntó. -- Yo… fingí, qué más puedo hacer... fingir como lo estoy haciendo ahora. Y lo peor de todo es que siento que me estoy convirtiendo en todo lo que odiaba amiga -- -- No es asi cariño... solo te estas defendiendo -- -- Será... me he convertido en una novia perfecta, una mentira que se vestirá de blanco para dar el tiro final... esa soy yo ahora -- Le digo y la puedo oír suspirar... **** **** **** En el auto Sebastian se quedó pensando en la mujer que acababa de bajar, cuando llegó a la residencia de Antonio luego de hablar con él y recordar que en solo cuatro días se casaría, no pudo evitar pensar en Paulina, la novia perfecta de su amigo. Pero, aunque descartó la posibilidad de que fuera ella, no pudo evitar acudir para mirarla, para estar cerca y para comprobar si tenía el aroma que estaba buscando. Sin embargo, al llegar, el olor de las flores, la diferente comida que pasaba frente a sus ojos esperando ser elegida, y todos los preparativos de la boda hicieron que sus fosas nasales sufrieran un shock. Se refugio en la biblioteca esperando recuperar su sentido, pero no fue posible, y cuando ella ingresó no pudo oler su perfume, tampoco su aroma. Descartándola por completo de sus sospechosas. Cuando estaba por irse lo llamaron del cuartel, necesitaban que Antonio regrese para terminar una misión antes de partir en su luna de miel, asi que ambos cambiaron de vehículo, pero Sebastian nunca espero encontrarse con la novia de su amigo bastantes cuadras alejada de la casa Bonetto. Pensó que esta vez podría oler su perfume, pero tampoco fue asi. Y cuando preguntó por la fiesta de soltera terminó por aceptar que no era Paulina... -- ¿Cómo podría ser ella? – se preguntó mientras se alejaba del departamento de Paulina. Pero el aroma que estaba impregnada en sus fosas nasales no sería difícil de detectar, de eso estaba seguro. -- Te voy a encontrar noviecita... – susurró mientras conducía recordando algunas de las sensaciones que llego a sentir aquella noche, y no solo porque estuviera drogado, sino porque esa mujer se las había provocado con el roce de sus cuerpos. Al día siguiente, en la cocina de la residencia Bonetto, Patricia servía una taza de té a Estefanía, había invitado a la menor de las Colombo para aclarar cierta situación. La joven cruzó las piernas con naturalidad, vestida con un traje de seda, y sonriendo como si ya perteneciera a ese lugar. -- No quiero saber qué tipo de relación tienes con mi hijo Estefanía, pero te digo que la única mujer que ingresará a esta casa es Paulina – su tono se escuchaba seguro, como toda una doña, como siempre estaba acostumbrada a hablar. -- No esperaba que quiera a alguien como Paulina para nuera Patricia, ella nunca podrá estar a la altura de los Bonetto... es débil -- le dijo Estefanía. -- Lo ha sido siempre -- Patricia la escucha y no responde enseguida, no dice nada, ella también pensaba que Paulina era asi. La conoce desde que estaba en el vientre de su madre, y aunque la quiere y la considera una hija más, ahora solo la puede ver como la salvación para su familia. Alguien que no tiene el valor para confrontar a Antonio, aun sabiendo que le fue infiel. Y menos para enfrentarse a ella, le había mostrado la imagen esperando su apoyo, pero las cosas no salieron como Paulina quería, lo sabía muy bien Patricia y estaba agradecida por eso. Sin embargo, conocía también a Estefanía, la hija ilegítima de Paul Colombo, la misma que llegó con la amante de él, luego de que la madre de Paulina falleciera, pero que solo tenía dos años menos que su hermana mayor. Una jovencita envidiosa y llena de rencor. -- Tienes agallas, Estefanía. Eso no lo niego -- le dijo, al fin. -- Pero no olvides tu lugar. Por ahora tu solo eres un error que cometió mi hijo, algo que se puede ocultar. Asi que no nos provoques... no querrás convertirte en un problema que deba desaparecer -- Estefanía se rio con burla. -- No soy un problema Patricia. Yo soy parte del futuro de tu hijo y lo sabes... la futura y única señora Bonetto -- comenzó a decir, sin miedo de nada. Había sido Patricia quien la invitó, asi que debía saber lo que ella representaba para su hijo, y que no era tan simple como la madre pensaba. -- Lo sabes tú. Lo sabe Antonio. Y pronto lo sabrá todo el mundo -- amenazó Patricia apenas sonrió antes de beber un sorbo de su café. -- Eso está por verse Estefanía, solo te advierto... no me provoques -- Paulina, seguía atrapada en una boda que parecía diseñada por el destino para burlarse de ella. Pero ya había tomado una decisión. Seguiría con todo, y llegaría hasta el altar. Pero una vez allí… Los haría caer a todos, porque el verdadero escándalo no era el que estallaba antes de tiempo… no señor. Era el que se guarda para el momento final, el momento exacto en el que todos creen que son los ganadores. El anillo de compromiso resplandecía en el dedo de Paulina como si quisiera burlarse de ella. Tan brillante por fuera… tan vacío por dentro. Estaba sentada frente al espejo, inmóvil, mientras una estilista le daba ideas para el peinado del ensayo de la ceremonia. Ella asentía con una sonrisa fingida, sin escuchar nada, asi hacía ahora con todo lo que tenía que ver con la boda. -- ¿Se encuentra bien señorita Colombo? – le preguntó el estilista, un poco nervioso, sabía que no podía ofender a la familia de la novia. -- Estoy perfectamente – le respondió ella, con voz suave, pero cortante. De pronto la puerta se abrió produciendo un leve chirrido. -- ¡Amor! -- entró Antonio, con su sonrisa de niño bueno y el saco militar colgando del brazo. -- ¿Tienes un minuto? -- Paulina se levantó de inmediato, no lo había visto desde que salió de su casa el día anterior, pero recordaba que Sebastian le dijo que se había ido a terminar una misión. -- Claro Antonio – le dijo y miró al hombre que la estaba peinando. -- Déjanos solos, por favor -- Cuando los dos se quedaron a solas, Antonio se acercó y le rodeó la cintura con sus brazos de manera cariñosa, como lo hacía siempre. Ella se tensó. -- Hace días que no me miras como antes – le susurró él, pegando la frente a la suya, sin dejar de mirar los hermosos y apetitosos labios de su prometida. -- ¿Estás nerviosa? -- Paulina lo miró por fin. Sabía que él no tenía idea de que su mundo se había roto en pedazos, que la imagen de él y Estefanía seguía repitiéndose como una pesadilla eterna. -- Un poco – le respondió, fingiendo dulzura. -- Supongo que es normal. No todos los días una se casa… con su novio de toda la vida -- Antonio sonrió asintiendo, Paulina ahora se arrepentía de haberle dado su primera vez. -- Solo quedan tres días, amor. Y todo será perfecto. Te lo prometo -- Ella no respondió. -- ¿Sigues pensando en el menú? ¿En los arreglos florales? -- insistió él, buscando una razón. -- Pienso en muchas cosas -- le dijo ella, en voz más baja. Antonio la estudió con atención, por primera vez notando algo distinto en su mirada. -- No pareces emocionada… -- le dijo en tono de broma, intentando aliviar la tensión. -- ¿Y cómo se supone que debo parecer? -- Él parpadeó. -- Bueno, no sé… emocionada, feliz. Vas a casarte conmigo, ¿no cariño? – he hizo una señal a su uniforme militar. Ella asintió, recordando lo mucho que sus amigas la habían envidiado cuando supieron que su novio era un militar, todas las chicas en la ciudad tenían una enorme obsesión con ellos. Paulina recordó las veces que había sido su mujer, e incluso pensaba que quizás solo era idea suya, pero no sintió la misma emoción que sus amigas mencionaban cuando narraban sus experiencias amorosas, pero después de haber estado una noche junto al coronel Durand, pensó que quizás ella fue la única que no sabia lo que era la verdadera pasión hasta ese momento. Asustada de que sus pensamientos fueran descubiertos por su prometido, ella cerró los ojos. Sí, iba a llegar al altar con él… pero no para hacer su cuento de hadas realidad. -- Antonio… -- le dijo en un susurro, soltándose suavemente de sus brazos. -- Solo dame un poco de espacio, ¿sí? Últimamente estoy sintiéndome algo… abrumada -- Antonio la miró unos segundos más, y luego suspiró. -- Está bien mi amor. No quiero presionarte más por ahora... sabes que te amo -- le dijo, antes de besarla en la frente. Ella volvió a cerrar los ojos, fingiendo que no se le revolvía el estómago.
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