Capítulo 55. Una mudanza inesperada. En su bolsillo interior, llevaba la carta escrita para su mujer. Su mano se cerraba sobre ella como si temiera que en algún momento se escapara. Cerro los ojos mientras recordaba su infancia en la mansión Durand, pasillos alfombrados, escaleras de mármol, un comedor más grande que el patio de la casa promedio. Y recordó también el día en que decidió dejarlo todo para enrolarse en el ejército. No por rebeldía, sino por la necesidad de ser algo más que un apellido. Ahora, irónicamente, debía volver a poner ese apellido sobre la mesa… y ante la mujer que se había con él casado sin saberlo. Cuando el vehículo militar lo dejó en el punto acordado, no fue al edificio del ejército ni a la mansión. Tomó un taxi hacia el pequeño departamento donde Paulina vi

