Atuq:
Rei al ver a mis hermanos peleándose por quien limpiaba mejor un pescado.
—¿Tu por que no haces esto?
—Por que yo si fui listo —señale los míos—, parecen cachorros de alce, inexpertos.
—No critiques Atuq, eres mas fuerte que nosotros.
—Yo no lo era, pero aprendi asi que deberian hacerlo par de buitres, sigan limpiando los peces, iré a llevarlos a la tribu.
Tome los peces y camine con el hacha en mano hacia la Tribu, no estaba lejos del rio asi que llegue rapido y cuando llegue, los cachorros me recibieron. Le entregue los peces a una de las ancianas y me dirigí a mi choza, dentro de ella estaba mi padre.
—Padre.
—Atuq hijo, ha ocurrido algo..
Por su rostro se que algo malo esta pasando.
—¿Que pasa?
—La chamana tuvo una visión, de ti.
—Necesito más que eso padre.
—No puedes unirte a Aruma, si lo haces, una enorme calamidad se vendrá a la tribu.
—Pero padre, Aruma y yo nacimos para eso, la misma chamana me lo dijo.
—Si hijo, pero los Dioses tienen planes diferentes y sabes que no podemos ir en contra de eso... La chamana te espera.
Le asentí, salí de mi choza y me dirigí a la de la chamana, ella y solo ella podía darme respuestas.
—Siéntate Atuq.
Me senté frente a ella, antes que me dijera algo coloco un punto rojo en mi frente.
—Los Dioses me hablaron —me miro—, tu compañera no era Aruma.
—Me dijo que sería ella.
—Los Dioses dijeron que no, que ella no es lo suficientemente valiente para ser tu compañera —echo agua en el fuego y de este salió un humo espeso—, tu compañera vendrá del mar, sera mas blanca que las perlas y sus ojos serán del color del cielo mismo.
Del humo se mostró una imagen clara de una mujer de cabellera negra como la noche corriendo, al ella voltear era como si me estuviese mirando. Sus ojos era del color del cielo, era intenso ese color.
Pero el humo se desvaneció por completo en un humo n***o que me dejo con mucha inquietud.
—¿Por que?
—¿Por que se desvanece? —asentí— Por que tiempos oscuros se vienen con ella...
—¿Que debo hacer?
—Protegerla, es tu destino.
—Mi destino —repetí.
—Lo es, ahora vete, tienes cosas que hacer.
Me puse de rodillas e hice una reverencia hacia ella colocando mi cabeza en la tierra en señal de respeto, de la tribu ella es la que puede y sabe mas que todos juntos.
Salí de la choza y desde aquí pude ver a Aruma algo molesta, la entiendo, se supone que nosotros habíamos nacido para ser el compañero del otro, pero los Dioses son los que toman la última palabra.
Le había tomado aprecio, pero no debo ir en contra de lo que digan los Dioses.
Nuestra tribu respeta y venera a los múltiples Dioses que existen. El mar, el sol, la naturaleza, la noche, la brisa. Todos son nuestros Dioses y padres de nuestra creación, todo lo que nos rodea debe ser respetado y venerado, también cuidado y protegido.
Nuestra tierra era inmensa, cubierta de las más grandes montañas y ríos, nuestra tribu era la mas grande de todas y mi padre es el líder. Llamado Atik, que significa Vencedor.
Mi padre y el padre de mi padre crearon esta tribu llamada La tribu del sol, debido a que del mismo sol cayeron piezas en nuestras tierras haciéndola bendecida, los blancos lo llamaron Oro.
Hubo un tiempo en que los blancos pisaron nuestras tierras, yo a penas era un cachorro cuando eso sucedió, aquel hombre era pequeño, pero poseía muchos blancos llenos de esas cosas que disparaban fuego.
Trataron de llevarse a nuestras mujeres y a aquel oro, pero mi padre y los de las tribus pelearon hasta que renunciaron y jamas regresaron. Solo se quedo un blanco, llamado Frederick, el blanco.
El nos enseño a todos el idioma de los blancos por mucho tiempo para poder comunicarse con nosotros puesto que nosotros tenemos nuestra propia lengua. Para todos fue sencillo aprender el idioma, yo hablo esa lengua, aunque hay cosas que no logre entender.
Aquel blanco fue buena persona y se quedo, se unió a una de nuestras mujeres pero no pudieron tener cachorros por que el murió antes, ahora es recordado como el blanco, solo eso.
Mi padre odia a esas personas, por que cuando estuvieron aquí, cortaron y dañaron toda nuestra naturaleza, dice que son las bestias mas destructivas que existen y tiene razon, por que no quieren a la naturaleza, solo su beneficio y nada mas.
Para nosotros, desde la hormiga mas pequeña, hasta el animal mas grande es sagrado. Por eso juramos protegerlos de los blancos.
(...)
Estaba cortando algunos troncos para la fogata de esta noche, pero me detuve al escuchar ruidos que venían del mar, era como si hubiese llegado una fuerte tormenta, pero el cielo estaba claro. Era muy extraño.
Deje los troncos y tomé el hacha y camine hacia el mar, desde mi lugar vi a una figura caminar sin rumbo.
—¡Hola! —la oi gritar— ¡¿Hay alguien?!
Era la misma lengua de los blancos. Hasta ahora note el barco destrozado en la orilla del mar. Entonces recordé las palabras de la chamana.
"Tu compañera vendrá del mar, sera mas blanca que las perlas y sus ojos serán del color del cielo mismo"
¿Será ella? El Dios del mar la envió para mi.
La mire caminar por la arena buscando algo, miraba hacia todos lados. Regresó al barco y empezó a buscar entre la madera y al parecer encontró algo.
La vi hablar, pero no pude oírla.
Iba a acercarme y la vi tomar una madera del barco entre sus manos, no entendía por que lo hacia, no creo que con eso pueda lastimarme.
De los árboles salí, me acerqué a paso lento a ella buscando no asustarla, parecía un cachorro recién nacido totalmente asustado. La oí llorar cual cachorro asustado.
Al estar frente a ella, note que es muy pequeña.
—ʻo wai ʻoe? (¿Quien eres?)
Ella retrocedió un poco, mientras chillaba.
—Ua nīnau au iā ʻoe (Te hice una pregunta)
—No entiendo qué dices... —volvió a hablar en aquella lengua.
Su vista se fue hacia mi hacha que estaba cubierta de sangre.
—Yo, hice pregunta —me miró— ¿Quién eres?
Pude ver algo de alivio al escucharme hablar o eso trataba hacer, hace mucho que no hablaba el idioma de los blancos.
—M-Me llamo Freya, soy Freya.
—Freya ¿de donde viniste?
—Mi barco se perdió en una tormenta —su voz temblaba y ella también—. No se donde estoy...
—Aquí no pasa tormenta —dije con voz firme y molesta— ¿Hay mas blancos como tu?
—No lo se, no se si hay más personas...
—Estás en territorio sagrado, blanca. Tu irte —señaló hacia el mar.
—¿Irme? Pero ¿a donde? —miro hacia el mar—, no tengo a donde ir.
—No ser mi asunto —me di la vuelta y empecé a caminar de regreso hacia los árboles.
—Oye espera —la escuche caminar detrás de mí—, estoy perdida ¿si? Dime al menos en donde estoy..
—No —masculle—, odiamos a los blancos, son bestias mortales.
—Oye, eso sonó ofensivo —aun seguía detrás de mí—. No me conoces como para afirmar tal cosa... Mi barco se perdió en la tormenta y no se en donde estoy... Por favor ayudame.
—¿Por que blancos hablan sin parar? —murmuré.
—Escuche eso, hablo en serio, estoy perdida.
Detuve mi andar y voltee. Se quedó callada al verme, me daba gracia verla asustada. Luego se acerque a ella hasta quedar cerca. Alzo su rostro para poder verme mejor. Es muy pequeña.
Moví un poco su cabeza mientras que no dejaba mirar sus ojos.
—Eres muy blanca.
No respondió.
—Tus ojos son del cielo —murmuré— y tu boca ser rosa como las fresas de las cosechas.
Tampoco respondió a eso. Se supone que nuestras mujeres se ponen contentas con eso ¿estoy haciendo esto mal?
—Freya, tu ser Freya.
—S-Soy Freya.
Ella se paralizo cuando acerque mi nariz a su rostro y empecé a olfatearla, mi nariz bajo hasta su cuello y luego hasta sus pechos. Y por último, volví a mirarla.
¿Que pasa con ella? ¿Por que no sonríe? Se supone que a las mujeres les gusta eso.
—Tu oler extraño.
Ella hace una cara extraña, alzo su brazo y empezó a olerse, los blancos son muy extraños.
Soltó un chillido agudo cuando le tome el mentón con fuerza, lo hago para mirarla mejor y detallar su rostro, ella no se movía, de un momento a otro sentí un poco de miedo de poder romperla, se nota que es muy fragil, tan fragil como una hoja.
—Eres muy blanca —dije esta vez mas suave— eso es problema.
Claro que era un enorme problema, todos en la tribu odian a los blancos y ahora ella está aquí.
La solté cuando escuche ruidos, mis hermanos salieron de los árboles.
—Mai hoopa oe, na'u no. (No la toquen, es mía) —les gruñí.
—E ke kaikaina, ma hea ʻoe i loaʻa ai iā ia? Me he momi lā, kekahi o nā momi nani loa. (Hermano ¿donde la encontraste? Parece una perla, de las más hermosas que hemos visto)
—Ua olelo au, na'u no (He hablado, es mía)
Al oírme bajaron las armas y asintieron, al reclamarla como mía, deben respetar eso. Voltee hacia la mujer blanca y esta estaba sobre el suelo, me arrodillé a tocarla y ella estaba fría.
—La mataste y ni la has montado —escuché risas.
—Calla —acerqué mi oído a su pecho y el corazón aun latía—, sigue viva.
Guarde mi hacha y la tomé en mis brazos, creo que pesa mas esta tela que ella misma, su piel blanca estaba cubierta de arena y aún seguía mojada.
—Atuk se molestará cuando la vea.
—Lo se —respondi—, esto es un problema.
Claro que sera un gran problema, pero se que mi padre lo entenderá, la chamana lo dijo, ella es mi compañera, lo se por que es la misma mujer que salió en aquel humo.
¿En que estarán pensando los Dioses?
No, no debo ir en contra de eso o sere castigado. Llegue a la tribu con ella en mis brazos, todos empezaron a asombrarse con la mujer en mis brazos, yo solo la lleve a mi choza y la acosté.
—Atuq ¿que es esto?
—Padre —me puse de pie—, la encontré en la playa.
—Por los Dioses, es blanca... ¿Hay más de ellos?
—No —negué—, estaba sola en la orilla del mar, su barco estaba destruido, la trajo la tormenta.
—¿Tormenta? Pero si no ha llovido en meses.
—Eso es lo que no entiendo —mire a la mujer—, se llama Freya, habla la lengua del señor Frederick.
—Esto es un gran problema Atuq, si vienen por ella nos mataran a todos.
—Te dije padre, que está sola... Pero mandaré a los hermanos a buscar mas para que estes tranquilo.
—Bien, no la dejes sola.
Salió de mi choza, yo mire a la mujer, en serio es bastante blanca. Tan blanca como las perlas. Me sente a quitarle todo eso por que estaba mojado y podía enfermar.
Me estaba desesperando al ver tanta tela junta. Luche con eso que trae puesto hasta que quedo desnuda, me quede mirando su piel, jamas habia visto una piel tan blanca como la de ella. Parecía una perla, de la mas bonita que he visto.
Lance el vestido y busque algo mío para ponerselo aunque eso no serviria de mucho por que es muy pequeña.
Ella empezo a moverse y abrió los ojos poco a poco.
—¿Que paso?
—Tu —la señale—, dormiste.
—¿Y mi vestido? —se toco su pecho— ¿Me hiciste algo?
—¿Que te haria? —negué— no hice nada.
—¿No me tocaste? —asenti— ¡¿Que?! ¡¿Que me hiciste idiota?!
—Calla —le tape la boca— ¿crees que toque mal? —asintió muchas veces— aqui no hacemos eso, nosotros cortamos mano si tocas mal.
Quite la mano de su boca.
—¿Lo entiendes?
—Lo entiendo.
—¿Te duele? —señale su frente.
—Un poco —dijo en voz baja—, tú ¿cómo te llamas?
—Yo ser Atuq, tu ser Freya.
—Un gusto Atuq. Y gracias por no hacerme nada.
La mire sin entender ¿Por que me da las gracias?
—¿Donde estoy?
—En Tribu del sol, es mi pueblo —me toque el pecho—, mi padre es líder ¿tu dónde eres?
—De Inglaterra —se sentó.
—No se donde es ¿tienes hambre?
—Si, llevo horas sin comer.
—Hay peces, ciervo y aves, también algo de gusanos ¿cuál quieres?
—¿Gusanos? —jadeo— No gracias, eso es horrible.
—No insultes comida —le di con el dedo en la frente—, eso es sagrado.
—Pues de donde vengo, no comemos gusanos.
—Que pena por ustedes, por eso viven menos.
—Que animal eres.
—Gracias —le sonreí—, eso es bueno.
Ella soltó una risa que fue como escuchar el mar por las mañanas. Sono muy lindo.
—Oye.
La tome del rostro y volví a mirarla, ella intentó soltarse pero la sostuve con fuerza.
—No muevas.
—¿Que haces? ¡Suéltame! —gritó.
—Quiero ver si estas sana, no quiero que mates a tribu.
—¿Que estas queriendo decir? ¿Que tengo una peste o algo?
—Los blancos tienen enfermedades que matan —alce su cabeza y miré su cuello—, hacen cosas raras.
—Suéltame Atuq.
—Aprendes rápido —la solté.
—Tu nombre no es difícil —quito mis manos de su cuello.
—Serás una buena compañera para yo —le asentí.
—¿Que? ¿De que hablas? —volvió a hacer eso con su cara.
—De que el mar te envió para mi —me toque el pecho—, eres compañera de Atuq, mia.
—No —negó—, eso no puede ser.
—No miento, Atuq no miente —sonreí—, el mar me envió a mi mujer y eres tu, pronto serás mi compañera y eso es bueno ¿verdad que si? Soy un poco bruto pero te cuidare bien —empecé a contar con mis dedos—, aprenderás a cazar, a nadar, a cocinar, a matar, a tejer, a pelear... ¿Escuchas?
La miré, se había dormido de nuevo. Le toqué las mejillas y ella no respondió. Volvi a escuchar su corazón y este aun sonaba.
—Los blancos son extraños.