Capítulo 2

1708 Palabras
Roma, Italia. Domingo 04 de febrero, 2017. Capítulo 2. Pierce Seymour. Los domingos normalmente solo atiendo pacientes a partir de las cinco de la tarde hasta las ocho y media. Por lo que ahora después de una semana verdaderamente agotadora, estoy descansando en mí casa. No tengo nadie con quien estar así que prefiero estar solo, en la tranquilidad de mi hogar. Esa fue una de las razones por las que decidí vivir solo y apartado de mis padres, los amo, pero creía que con mi edad era necesario que ya tuviera mi propia casa. Pero esto solo fue una excusa para que mi madre creyera que estaba en algún tipo de relación y que por ello quería mi casa propia. Pero al pasar los dos cuatros primeros meses y no conocían ninguna pareja. Se rindió. Es cierto, siempre he tenido algún tipo de atracción hacia los niños, pero tampoco es que desee ya ser padre. El momento para eso ya llegará, ahora solo quiero enfocarme en trabajar duro, para quizás luego tener una familia. Eso también es difícil, ya que las veces que intentado mantener algo estable, todas mis parejas creían una sola cosa. Lo cual hacia que me alejará antes de que algo ocurriera. Fue así y seguirá siendo así, hasta que realmente conozca a una mujer que quiera una relación estable y que me quiera por lo que hago y lo que soy. Puede que allí sí me plantee esa idea. Mientras tanto no. Salgo de la cocina, llevando mi desayuno en las manos, me dirijo a la sala de estar. Allí dejo todo sobre la mesa frente a uno de los muebles. Tomo asiento, pero enseguida mi lado izquierdo es ocupado por Calula, mi hermosa y pequeña gatita, la cual me mira, mueve sus orejas y me maúlla tres veces antes de acariciar mi brazo izquierdo con su cola y echarse encima de mis piernas. Sonrío. La acaricio un poco y luego la dejo a mi lado izquierdo. Ella no viene a pedirme comida, solo me acompaña hasta que termino de comer. Esto pasa en las tres comidas del día. Siempre hasta a mi lado, salvo cuando no estoy en casa. Hace dos días la lleve a la veterinaria y luego a que le corten sus garritas. El baño de Calula no suele ser problema, pero por ese día accedí a dejar que le hagan un tratamiento completo. ¿Para qué necesito hijos? Si tengo a Calula es más que suficiente. No se puede comparar a un humano con un gato, pero ella me quiere y yo a ella. Es suficiente para mí. Después de lavar los platos y de limpiar lo poco que había en casa, decido salir a dar una vuelta. Me coloco unos tenis color gris con rayas rojas, una camisa interior negra, junto con unos pantalones deportivos del mismo color, tomo mi celular y auriculares. Salgo de casa, pero ni siquiera logro caminar hasta la siguiente cuadra, cuando mi celular vibra... El número que aparece en la pantalla, me llama la atención. Enseguida descuelgo la llamada. Antes de que él diga palabra, escucho una respiración agitada y golpes contra lo que parece madera. – ¿Hola...? Gino, ¿tú marcaste mi número? –Pierce... –su respiración no es normal y el tono que utiliza tampoco –. Chiara, abre la puerta, por Dios –me detengo cuando escucho eso. –Gino, ¿qué está ocurriendo? –pregunto verdaderamente interesado –. Está todo bien. ¿Tú hermana está bien? –es más que obvio que nada está bien, pero no puedo evitar preguntarlo. –No, Chiara ha pasado desde que desayuno encerrada en su habitación pero desde hace media hora dejo de responderme, intenté llamarla por el celular pero lo dejo en el comedor... –explica. Está preocupado. Como hermano también lo estaría. –De acuerdo, Gino. Tranquilízate primero –aconsejo, él ahora está demasiado desesperado –, no ayuda en nada que estés así... –Cómo voy a hacerlo, ¿sabes lo que es posible de hacer Chiara en fechas cómo está? –frunzo el ceño. – ¿Qué quieres decir? –Hoy es el quinto aniversario de la muerte de nuestra madre, Pierce –puedo escuchar como toca la puerta de Chiara, sin recibir respuesta–, para ella siempre ha sido difícil los días anteriores y posteriores al cuatro de febrero —Dios... —expreso. Normalmente en estas fechas personas con los problemas de Chiara, suelen hacer lo mismo, pero ella se droga, y es peligroso que se encierre y peor aún, que no dé señales de estar bien. —. Bien, Gino, quiero que te calmes y trates de abrir la puerta o derribarla, tienes que ver qué sucede con ella. Estoy saliendo de inmediato para allá. —indico, tomando mi abrigo y mi billetera de la mesa de noche de mi habitación. —Eso haré, pero es que y sí... —lo interrumpo. —Eres un maestro. ¡Compórtate como tal! Es tu hermana de quien hablamos. Concéntrate. —pido subiendo a mi auto—, si te tranquiliza no colgaré la llamada, ¿De acuerdo? —pregunto. —Sí... —el temor en su voz no se me pasa por alto. Enciendo mi auto, y me coloco de un auricular en la oreja para poder manejar sin problema mientras escucho el otro lado de línea. Ni siquiera entiendo porque mi cuerpo entero siente una creciente desesperación, como si estuviera avisándome de algo. Como si por dentro, yo ya supiera que a ella le ha sucedido algo.   Manejo lo más rápido que puedo, sé que la casa de Gino no debe de estar muy lejos, según lo que decía el historial personal de su hermana ambos viven juntos, pero si está ubicada a aproximadamente veinte minutos de mi casa, y de verdad que espero no llegar tarde. — ¡Demonios! —escucho exclamar a Gino. — ¿Qué sucede? ¿Pudiste abrirla? —cuestiono, esperando una respuesta positiva. —No, buscaré la entrada por mi habitación. —puedo oír sus pasos alejarse de la puerta para caminar hacia no sé exactamente, pero oigo que abre una puerta e intenta nuevamente abrir otra—, ¡Carajo! Ella ni siquiera sabía de esta entrada...  — ¿Cómo...? —pregunto de repente—, Cómo es posible que sin saber de esa entrada la puerta este cerrada por dentro. ¡Es imposible! —exclamo enojado. —No, no lo es. Si estuvo en mi habitación o sin tan solo ya lo sospechaba. —dice y parece que va a llorar. —Basta, estoy llegando. Continua tratado de abrir esa puerta, dios dáñala, lo que importa es tu hermana. —lo escucho respirar profundo y posteriormente golpear la puerta más fuerte que antes.  Acelero, estoy a solo unos minutos de su casa. Dios, que no le pase nada, que aguante. Por favor que resista... Al llegar ni siquiera me molesto en estacionarme donde es. Así que eso me ocasionará una multa. Pero lo importa es Chiara. Camino y abro con facilidad la puerta principal y llego hasta donde esta Gino, y comienzo a ayudarle a intentar tirar la puerta. Después de cinco intentos juntos la tiramos, entro primero y me aseguro de que ella no este en la habitación. Por lo que procedo a buscarla en el baño, pero nuevamente este esta cerrado, allí es cuando todos los sistemas nerviosos de mi cuerpo se activan. Sin embargo no necesario tumbar la puerta, esta vez Gino tiene la llave. La cual no uso para abrir la puerta. — ¿Quieres explicarme porque no usaste la llave si la tenías? —él niega con la cabeza. —No hay llave para la habitación, Chiara la halló dañada hace una semana. —suspiro. Y frunzo el ceño de inmediato. Entro en cuarto de baño y la veo allí. Dentro de la bañera llorando, de espaldas, pero parece que está tratando de respirar. Me acerco y puedo ver sangre dentro de la bañera llena de agua. Tomo a Chiara en brazos enseguida. Gino ve la sangre en la bañera y se espanta. Dejo a Chiara sobre su cama, examino su cuerpo tratando de encontrar un corte o algo de donde pueda provenir la sangre. Pero no hay nada. — ¿Chiara...? —ella no responde, solo llora aún más fuerte. Y sostiene con fuerza uno de sus brazos contra su pecho. Tomo con cuidado su brazo para mirarlo. Allí justo en la palma de su mano hay un corte, pero no tan profundo. Y su piel se ve mallugada, tiene golpes morados. Ella no pudo hacerse esto y mucho menos tratar de ahogarse después—, Llama a la ambulancia y a la policía. —le ordeno a Gino. — ¿Qué...? —pregunta confundido. —Haz lo que te digo, por favor. O no mejor yo mismo la llevo al hospital. —indico, ayudándola a ponerse de pie. —No me toques, por favor. Déjame. Déjenme aquí. Quizás... quizás lo único que merezco es morir. —dice mientras respira por la boca. —Calla, no digas más. Vamos Gino, muévete. —él parece estar congelado, parece como si hubiera visto un fantasma. — ¿Por qué llamó a la policía? ¿Qué supone que le diga? ¿Les digo que intentó...? —lo interrumpo. — ¡Tu hermana no intento matarse! ¡Aquí hubo un intento de asesinato! No tengo idea del porqué, pero todo apunta a eso. Debemos sacarla de aquí. —él me mira como si no lo pudiera creer—. ¡Por el amor de Dios, muévete! —grito, sintiendo a Chiara reaccionar con un pequeño chillido por mi grito.  —Está bien. —los tres salimos de allí. Tomo a Chiara entre mis brazos para acelerar el paso. —... Usamos mi auto y soy yo quien conduce, mientras Gino va con su hermano en la parte trasera del auto. Tomará un tiempo llegar al hospital más cercano. El mismo en el que estuve trabajando un tiempo, mucho antes de tener mi propio consultorio. Solo espero que Chiara quiera cooperar y decirnos la verdad. Porque estoy seguro de que allí dentro se encontraba ella sola.
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