Me sentía ridículo. Porque en lugar de estar celebrando, como todos a mi alrededor, me estaba quebrando en silencio. Y lo peor es que no podía hacer nada para detenerlo. Cada vez que intentaba concentrarme en la victoria, en las sonrisas de mis compañeros, en los gritos de la grada, mi mente volvía a él. A Nail. Y todo lo que había perdido sin siquiera darme cuenta. Estaba rodeado de voces, de risas, de aplausos, y sin embargo, todo lo que sentía era el vacío. Un hueco profundo en el estómago que se hacía más grande con cada segundo que pasaba. No era justo. Había ganado. Mi equipo había ganado. Pero yo no podía celebrar. Mi corazón no podía hacerlo. No con ese peso aplastante que me aplastaba el pecho. Y entonces, como si me hubiera leído el alma, Nail volteó. Sus ojos café me encontr

