7- Puedes ahorrarte la compasión por los Hamilton

1598 Palabras
JESSY Siete se quita la camisa, sus gruesos dedos desabrochan cada botón de su costosa camisa negra. Esta se cae, revelando hasta el último centímetro de esos voluminosos músculos que hay debajo. Paso mis manos por su pecho, saboreando cada surco y hendidura en sus definidos abdominales. Me observa con la mirada más acalorada que he visto en mi vida mientras mi mano desciende. Ya puedo ver el contorno de su pene en sus pantalones mientras mi mano se acerca. Me muero por oírlo decir algo. cualquier cosa. —Háblame, cariño— le susurro al oído. Abre la boca. Todo mi cuerpo se estremece pensando en lo que me dirá a continuación. —PIPI. PIPI. PIPI— Abro los ojos de golpe y jadeo, completamente desorientada durante lo que parece un minuto entero. Y entonces, las piezas vuelven a encajar. Mi alarma está sonando. Tengo una almohada metida entre las piernas, que había estado frotando mientras dormía. No voy a follar con Siete. Estoy sola en mi cama. Genial. Busco a tientas mi teléfono, establezco contacto y lo silencio. Me tiro de espaldas y suspiro. Diez de la mañana y mi día libre. Como alcancé mi objetivo de dinero la semana pasada, planeo ir corriendo al spa. Me incorporo y reviso mi teléfono rápidamente. Hay un montón de mensajes, pero un par destacan. Siete: Necesito ese horario. Siete: Ahora estaría bien. Asher: Oye, hermanita. ¿Quieres almorzar conmigo hoy? Yo invito. Tú eliges. Gimo, sin saber dónde concentrarme primero. Todo mi cuerpo se tensa pensando en lo que dirá Asher, así que empiezo con Siete. Jessy: Día libre. Puede que vaya a un spa más tarde, ya que me lo gané en mi trabajo de alto riesgo y completamente inseguro. Siete: ¿Qué spa, a qué hora? Jessy. Todavía no lo sé. Estoy viendo adonde me lleva el día. Voy al baño a orinar y lavarme la cara. Una vez limpia y con los ojos poco menos lagañosos, vuelvo a revisar mi teléfono. Siete: Necesito detalles. Jessy: Llevo bragas y una camiseta sin mangas. Todavía no he desayunado. A cabo de cepillarme los dientes. Siete: No ese tipo de detalles. Jessy: Peso 57 kg y me encanta el aguacate. Siete: Jesucristo. Jessy: Si eres el de seguridad, ¿no se supone que debes intuir naturalmente mi próximo movimiento? Pensé que ya estabas conectado telepáticamente. Si no puedes decirme a donde me dirijo, no quiero tus servicios. Siete: Deja de ser una malcriada. Voy par allá. Jessy: No me voy a poner pantalones. Siete: Lo que sea que lleves puesto probablemente sea más de lo que llevabas puesto anoche. Estoy seguro de que sobreviviré. Entrecierro los ojos, un calor extraño me da vueltas en el estómago. Quiero desesperadamente seguir este hilo más a fondo. Pero él es irrelevante, ya que se irá pronto. No tengo tiempo para él, ni para ninguno de mis hermanos, en esta etapa de mi vida. Lo que me recuerda… el mensaje de Asher. Dejo el teléfono mientras preparo mi pan tostado de aguacate y café habitual. No tengo ni idea de que decirle a mi hermano, excepto que no. Aunque una parte de mi quiere decir que si, especialmente después de lo que Piernas revelo en el coche. ¿Qué pensaría Kate que te abriste con ellos y los dejaste entrar en tu vida?>> Frunzo el ceño mientras termino el chorrito de chipotle picante y luego le doy un gran y crujiente mordisco. El pan tostado de aguacate puede curar muchas cosas. Pero no puede curar el doloroso vacío en mi pecho donde solía estar la familia Haynes. Asher y Dominic habían nacido como Haynes, al igual que Kate y yo. Pero eligieron a los Hamilton como su verdadera familia y nos dejaron a Kate y a mí en el polvo. Se mudaron a la ciudad de Nueva York para irse a la universidad, aunque podrían haberse quedado por nosotros. Y cuando Kate murió de una sobredosis de drogas, mi familia desapareció. Se evaporó. Como si nunca hubiera existido. Así que no, no quiero tener un almuerzo informal con mi hermano. Él me abandonó. Tomo mi teléfono. Tal vez la mañana contemplativa ha sido mi señal del más allá. Jessy: Hoy no puedo. Estoy muy ocupada. Asher: ¿Pronto, entonces? Jessy: Probablemente no. Asher: Nos morimos por ponernos al día. No te olvides de nosotros, ¿de acuerdo, hermanita? Me trago el nudo en la garganta. No me llames hermanita. ¿Te mueres por ponerte al día? Kate murió de verdad, ¿acaso te importó? Todas esas que no diré . Porque no decirlas es más seguro. mantenerlas enterradas, junto con mi antiguo yo, es la única manera de avanzar. No quiero adentrarme más en este territorio emocional de lo que ya me he adentrado. Mi estabilidad ganada con tanto esfuerzo depende de sacar a estas personas de mi vida. De continuar con el statu quo. No necesito a Asher ni a Dominic, ni a Siete. No necesito a nadie. Un golpe en mi puerta me saca de mis pensamientos. Tiene que ser Siete. Miro por la mirilla antes de abrirla e inclinar la cabeza hacia el interior. —Me sorprende que no hayas entrado tu solo esta vez— Entra, su mirada recorriendo mi cuerpo a lo largo. Siento como si me estuvieran evaluando en lugar de apreciar. Pero cuando su mirada se posa en mis bragas rosas, detecto una punzada de algo más. Siete es corpulento, vestido para matar como siempre, y el aroma de su colonia casi me derrite en el acto. Una sonrisa burlona se dibuja en sus labios. —Tienes que mantenerlo fresco, o si no, sabrás que esperar— —En realidad me decepciona que no intentaras escalar la pared exterior y romper el cristal de la ventana de mi sala— cierro la puerta tras él. —Siempre hay una próxima vez— Contengo una risa. —Bueno, ponte cómodo. Todavía no tengo ni idea de cómo voy a pasar mi lujoso día libre, y me niego a que me apresure un hombre que no paga mis cuentas, ni me invita a cenar, ni me hace gastos de ropa— le dedico una sonrisa que muestra los dientes. Se hunde en el sofá, luciendo completamente imperturbable. —Está bien. Tómate tu tiempo. Tu indecisión hace que mi último día sea más fácil— Oh, piensa que es su último día, ¿eh? Excepto que lo es, es como tú lo quieres. ¿Recuerdas?>> Lucho contra el impulso de corregirlo de alguna manera, y tengo la sensación de que él sabe que estoy luchando con mis tendencias malcriadas. La sonrisa de satisfacción que florece en sus labios perfectos dice mucho. —Bueno— continúo, sin querer ponérsela fácil. —tengo ganas de visitar un sinfín de floristerías y tocar todo tipo de baratijas en el barrio chino que nunca compraré— Se encoge de hombros. —Lo que sea— Su falta de emoción me molesta mucho a veces. Es tan enfocado. Tan directo. Me dan ganas de gritar y hurgar hasta que descubra algo más interesante debajo. Necesito concentrarme en otra cosa. De lo contrario, es probable que me pierda en esa mirada color azul cielo para siempre. Enciendo mi teléfono, ansiosa por cualquier cosa que me distraiga. Y encuentro un mensaje de texto de mi jefe en el club de striptease. Lora: Jessy, mi dulce Zafiro, ¿hay alguna posibilidad de que puedas venir a última hora para cubrir a Opal esta noche? ¡Está enferma! Gimo mientras lo leo, hundiéndome en un sillón cerca de la ventana delantera. Ahí se fue mi lujoso día de spa. —Esto no tiene que ver con las baratijas del barrio chino, ¿verdad? — pregunta Siete. Suspiro exageradamente y dejo caer la cabeza hacia atrás en la silla. —Supongo que ya están cancelados. Mi jefa quiere que cubra un turno en el club esta noche— —¿Puedes decir que no? — —Pudiera. Pero…— Me llamo los labios mientras empiezo a escribir mi respuesta. —No lo haré— —¿Por qué? — —Dinero— Le envió un mensaje a Lora preguntándole a qué hora me necesita. —Me encanta, lo necesito, no puedo vivir sin él. Vivo sola en el Barrio Chino, ¿recuerdas? Esta mierda no es barata— —Y tampoco segura— Lo miró fijamente, sin gracia. —¿Dónde he oído eso antes? — —Lo oirás muchas veces— Arqueo una ceja. —Suponiendo que incluso mires el informe— —Has estado trabajando tan duro en eso que sería de mala educación no echarle un vistazo— Su mirada se dirige hacia las ventanas delanteras, y juro que veo un atisbo de sonrisa en sus labios. Lora: de 7 a 12. ¿se puede hacer? Jessy: Sabes que puedes contar conmigo . Suspiro y dejo el teléfono. Mis tobillos ya no están deseando pasar la cuarta noche consecutiva en los zancos que yo llamo tacones. Me encanta el trabajo, pero incluso yo necesito un descanso a veces. —Sabes que tienes dos hermanos mayores que están muy ansiosos por darte literalmente cualquier cosa que puedas querer o necesitar— dice Siete, como si escuchara mi dilema interno. Le frunzo el ceño. No tiene ni idea. —Puedes ahorrarte la compasión por los Hamilton. Tengo que trabajar, y eso es todo. Ahora, si me disculpas, necesito vestirme para que podamos comprar unos fideos de arroz antes de entrar en acción—
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