23- Resulta que no soy una buena espía.

2491 Palabras
JESS Vestido n***o ceñido, seductor y pequeño: listo Tetas en abundancia: listo Piernas suaves, perfume tentador, rizos suaves hasta la mitad de mi espalda: listo, listo, listo. Me doy cuenta de que Chico no tiene ni idea de en qué se ha metido cuando paramos el taxi y cruzamos la ciudad hacia la dirección en Union Square. Sus ojos recorren la longitud de mis piernas una o dos veces. Cuando toma su teléfono, le toco la muñeca. —Hey, ¿A quién vas a llamar? — —A nadie— hace una pausa. —Solo quiero registrarme— —No hay necesidad de eso. Estamos perfectamente bien, y Siete necesita una noche libre. Deberíamos dejar que el hombre disfrute de su tiempo. Necesita un descanso de mi presencia, créeme— Chico asiente y guarda su teléfono en el bolsillo. Crisis evitada. Cuanto más dura esto, más deshonesta me siento. Pero los celos son un poderoso sentimiento. No me había sentido malcriada y decidida en…eones. Posiblemente nunca. Todo en lo que puedo concentrarme es en averiguar si se está reuniendo con una mujer. Posiblemente ha tendido novia todo este tiempo. O tal vez este es un encuentro casual a través de una aplicación de citas. No saberlo me mata. Él es mío, incluso si él no lo sabe. El pensamiento me estremece, pero se siente cierto. Me había agarrado la barbilla y se había ofrecido a dejarme llorar con él en un rincón hoy. Incluso había rescatado a mi gato callejero. ¿Cómo puede reunirse con otra mujer después de todo eso? No. Imposible. Me ajusto más la chaqueta de cuero. ¿Me estoy metiendo directamente en un lio? Tanto Siete como Chico descubrirán mis intrigas tan pronto como lleguemos. Pero no importa. Encontraré una manera de disimularlo. Nos detenemos en el restaurant La Chuleta, un asador cuya entrada parece extrañamente como la del club, con luces neón anunciando el nombre y el formal toldo sobre la puerta. Vera me espera afuera, saltando de un tacón de aguja a otro en el frio iré nocturno. —¡Ah estás! — Extiende los brazos para abrazarme mientras yo salgo de la parte trasera del taxi. Lleva un vestido rojo ajustado rojo ajustado y unos grandes aros dorados. Chillo mientras nos abrazamos, su perfume mezclándose con el aroma a carne cocinándose que emana del restaurante. —Este lugar se ve bien. Estamos pensando en cocteles o…— Su voz se va apagando cuando Chico aparece a mi lado. —Hola— murmura, su mirada recorriendo su cuerpo de arriba abajo. Chico extiende una mano. —Mucho gusto en conocerte…— —Vera— le digo. —Vera, te presento a Chico. Solo está por aquí para asegurarse de que no nos metamos en muchos problemas— Le dedico una bonita sonrisa. —Trabajo con Vera y es una de las buenas, así que tenemos que vigilarla, ¿de acuerdo? — —Es un placer­— dice Chico. Vera suelta una risita, dándole un manotazo en el brazo. —Me gusta más este que el anterior— Pongo los ojos en blanco, entrelazando mi brazo con el de ella. —Vamos. Entremos— Me inclino más cerca, mi voz bajando a un susurro. —Creo que Siete está aquí en una cita. Solo vine a espiar— Vera vuelve a reírse, apretando mi brazo con el suyo. —¿Somo detectives esta noche? — —Algo así. Pero este hombre no dice nada sobre su vida personal. Así que decidí verlo por mí misma— Entramos por la puerta principal, tomándonos un momento para aclimatarnos a las paredes rojas y melancólicas, los pisos de madera oscura y la cacofonía de conversaciones y tintineo de vasos. Las mesas se alinean a un lado del restaurante, y una larga barra se extiende a lo largo del otro lado. Puedo ver la zona de asientos diferente hacia el fondo, pero parece que casi todas las mesas estan ocupadas. Una anfitriona me mira con una sonrisa educada. —¿Sera para tres? — Recorro el área tan rápido como puedo, tratando de localizar a Siete antes de que el me vea. Si es que esta aquí. Estoy a punto de preguntarle a la anfitriona si podemos conseguir una mesa, así puedo merodear por la parte trasera del restaurante, y entonces lo veo. Los pantalones color carbón, el polo blanco que me muero por quitarle, el cabello oscuro inmaculadamente cortado que se desvanece en su mandíbula afilada. Aprieto los muslos solo imaginando la forma en que su atención se pose en mí, la intensidad de su mirada oscura. De repente, tengo tanta sed de ella que mi lengua está seca. Es el único hombre que puede mirarme y al mismo tiempo saciarme y prenderme fuego. Siete se sienta en uno de los últimos asientos de la barra antes de que gire, oscurecido por otros clientes entre él y la parte delantera del restaurante. No puedo ver quien está a su lado, pero estoy tan emocionada que suelto: —La barra. Solo queremos la barra— La anfitriona hace un gesto dulce hacia un lado. —Adelante, donde quieras está bien— Le doy las gracias y elijo el grupo de asientos más cercano a Siete y su cita. tres clientes nos separan. Todo mi cuerpo vibra de emoción mientras me quito la chaqueta de cuero y la cuelgo del respaldo de mi asiento de la barra. —Dios, este lugar se ve bien— dice Vera efusivamente mientras deja caer su pequeño trasero en el asiento. —He vivido aquí durante diez años y cada día hay un nuevo lugar por descubrir. Estoy pensando en una aplicación, ¿y tú? — Vera es una trasplantada como yo, pero de Illinois en lugar de Kentucky. —Oh, claro que si— Mi mirada esta fija en el extremo de la barra. El asiento a la derecha de Siete está vacío, pero tiene una cerveza medio vacía y cubiertos envueltos. Esta aquí con alguien. —Tú la eliges y yo la comparto contigo, ¿te parece bien? — —¿Crees que Chico quiera algo? — se inclina para preguntar. Me encojo de hombros, acercándome más a ella para que pueda saber que estoy escuchando, aunque mi mirada esta fija en el asiento vacío junto a Siete. —Pregúntale. Probablemente tenga hambre— Un hombre alto y bruto aparece al final de la barra, y casi puedo oír el transfundo de su conversación mientras se reúne con Siete en el asiento vacío. Surge una conversación relajada, con sonrisas genuinas de Siete, y una risa casi instantánea. La familiaridad entre ellos es sorprendente y extremadamente platónica. Mi corazón late un poco más fácil al darme cuenta de que probablemente es el amigo de Siete. Solo es una migo, Jessy. Tiene amigos>>. Estudio al hombre; algo en su barba me lo indica. Me parece familiar, aunque no puedo decir por qué. Las mangas de su camisa de franela azul estampada estan arremangadas hasta el antebrazo. El amigo de Siete se frota la nuca, lo que desencadena mi recuerdo. Había bailado para el en la sala VIP la otra noche. Me había insistido en un movimiento especial mientras se frotaba el cuello exactamente de la misma manera. Miro fijamente el menú frente a mí, mi visión se vuelve borrosa mientras reflexiono sobre esta información. —¿Qué pasa? — Vera me da un codazo. —¿No puedes decidir qué comer? — Me inclino hacia ella, manteniendo mi voz en un susurro. Me acabo de dar cuenta de que Siete está aquí con alguien entretuve en la sala VIP la otra noche. —Oh— su boca se curva hacia abajo. —¿Son amigos? — —Supongo que sí, quiero decir que están cenando juntos— —Así que tu guardaespaldas le compró a su amigo un lugar contigo en la sala VIP…—Su voz se va apagando, entrecerrando los ojos. —¿Es un gesto amable o es…algo más? — pregunto . Vera no sabe que casi mi había acostado con Siete en la sala VIP hace unos días antes de eso. Todavía no quiero que nadie sepa que siento algo por mi guardaespaldas, o que lo había convencido de cruzar la línea en mi lugar de trabajo. —Tal vez solo está tratando de que su amigo se divierta— dice con una sonrisa deslumbrante. —Eres la mejor, después de todo— Pero este amigo de Siete me había ofrecido dinero extra si hacia algo de ejercicio. Me llamó la atención solo porque la mayoría de mis clientes saben a lo que se atienen cuando piden eso. O si lo intentan, es rápido, no persistente, como lo había sido este tipo. Lo había preguntado como si supiera un secreto. Siete probablemente le había dicho que viniera. Porque Siete sabe lo que había pasado entre nosotros en la sala VIP días antes. Eso deja un par de opciones diferentes: que Siete me envié un posible cliente para mi falso “nuevo trabajo secundario” … o que pensara que, ya que él había conseguido algo en la sala VIP, su amigo también podría. Esta última opción se hunde como el Titanic hasta el fondo de mis entrañas. Me llevo un dedo a la frente, sintiéndome repentinamente mareada y enferma. Cualquier alivio que sentí al descubrir que Siete no está realmente a punto de follar con una rubia tetona sin nombre es reemplazado por la humillación y ansiedad. Siete no está tratando de pasarme con sus amigos… ¿verdad? El camarero aparece, pidiendo ordenes de bebidas. Interrumpo a Vera a mitad de la frase para decir: —Tres tragos de tequila, por favor— —No puedo beber ahora mismo— me recuerda Chico. —El extra es para mí— le digo Las cejas de Vera se alzan. —Oooh, el tequila suena genial. ¿Podemos probar también el aperitivo de pastel de cangrejo? — desliza el menú hacia el camarero. Recoge todos nuestros menús y asiente. —Enseguida— Siento un hormigueo repentino en la piel, una electricidad acumulándose en mis venas. Miro para ver a Siete acercándose: cejas fruncidas, mandíbula flexionada, con aspecto neutral pero letal. El deseo me recorre, aunque no es el momento, se acerca a Chico por detrás. Inclinándose para decirle algo al oído. Luego regresa a por donde vino, pasan caminando junto a mí, sin siquiera mirarme. Chico casi se cae del asiento en su prisa por correr detrás de él. —Oh, oh— dice Vera, reclinándose en su asiento para verlos partir, justo como yo lo hago. —Tu novio no parece feliz. ¿Cuál de los dos es tu novio? — —Ninguno de los dos— —La respuesta podría haber sido ambos, ¿sabes? — resopla, luego su rostro se pone serio. —Chico parece que se está metiendo en problemas. Bueno, creo que nuestra misión de espionaje fracasó oficialmente. ¿No se supone que debes permanecer oculta como espía? — —Si, resulta que no soqey una buena espía— Exhalo, dándome cuenta de que me he metido en más problemas de lo que había anticipado. De todos modos, no sé qué espero: ¿aparecer en su cita y dejarme caer en el regazo de Siete, reclamándolo como mio? ¿Rechazar su ligue de Tinder y amenazarla con acciones legales? Todo esto es tan estupido. Y en mi afán por reclamar a Siete como mio, me tope con la posibilidad más desconcertante de todas: el me ve solo como una stripper para pasar de mano en mano entre amigos. Mierda, necesito ese tequila. —La cagué— murmuro, con la cabeza hundida en mis manos. —Cariño, está bien. Yo también la he cagado una o dos veces. Ni siquiera te contaré sobre el chico con el que salí que me hizo creer que era un millonario francés, pero en realidad estaba imitando a Anna Delvey. Estamos aquí, comeremos unos pasteles de cangrejo y emborracharnos. Suena como una buena noche de fiesta, si quieres mi opinión— Cuando no parece tranquilizarme, Vera añade: —Además, hacemos locuras cuando los hombres se ven así— inclina la cabeza hacia el final de la barra. —He visto cómo te mira. Pensé que había algo ahí— Me ánimo un poco. —¿Lo hiciste? — —Si. Sé que se asegura de que estes a salvo y todo eso, pero no lo sé — Se encoge de hombros, jugando con un mecho de su cabello rubio platino. —Parece que el también está loco por ti— En el otro extremo del restaurante, Chico y Siete estan enfrascados en una tensa conversación. Chico asiente de vez en cuando, frunciendo el ceño. —Creo que podrían despedir a Chico por mi culpa— susurro. Justo cuando el camarero regresa con nuestros shots. La culpa me invade. —Estoy segura de que podríamos convencerlo de que lo reconsidere— —No conoces a Siete como yo— —Pero dos pares de tetas son mejor que uno— dice con optimismo. Todo lo que puedo hacer es reír. Vera tiene una forma de aliviar los factores estresantes de la vida. La había visto hacerlo con todas las chicas del club. Le aprieto el brazo, enviándole una cálida sonrisa. Me hace pensar que puede estar bien abrirse a veces. —Eres realmente genial, ¿lo sabes? — —Salud por eso— dice Vera. Chocamos nuestros shots de tequila con cuidado y luego nos echamos el tequila por la garganta. Con las caras fruncidas, ambas tomamos un rodaja de limón del plato que había dejado el camarero. —Estuvo suave— dice tosiendo. —Mm-hmm— Miro hace el final de la barra. Siete corta el aire con la mano, flexionando la mandíbula. Él y Chico intercambian algunas palabras más, luego Chico regresa, con aspecto perplejo. Se desliza en el asiento de la barra sin decir palabra. —¿Todo bien? — pregunto. Chico exhala un suspiro. —Eso espero— Frunzo los labios, decidida a no dejar que Chico cargue con la culpa. Esto es 100% culpa mía: mi plan diabólico, mi inesperado desenlace. Prácticamente puedo imaginar lo que Siete le había dicho a su mejor amigo: Pide el movimiento especial: te frotará la polla y casi te follará. Tomo un segundo trago, ofreciendo compartirlo con Vera, quien se niega. Tomo el trago entero, disfrutando del calor y el subidón. No pasa mucho tiempo antes de que la borrachera me domine. Cuando el grupo de personas sentadas entre Siete y yo se levanta para irse, aprovecho la oportunidad. Le doy un golpecito en el brazo a Vera, inclinando la cabeza hacia el final de la barra. Ella me sigue cuando me cambio de asiento, sin dejar sillas entre Siete y yo. Chico parece odiar la idea casi tanto como Siete.
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