Elena Petrov

849 Palabras
Tres años antes. Me llamo Daniela y crecí en un barrio muy pobre. Mi papá murió cuando yo era pequeña, y mi mamá nunca fue una mujer estable. Siempre estuvo metida en el alcohol y enredada con diferentes hombres, sin importarle el daño que nos hacía. Hace cinco años, se metió con Braulio y tuvo una hija con él, mi hermanita Sofía. Desde el primer momento, ese hombre me miraba de una forma que me hacía sentir incómoda. Al principio, lo ignoré, pero con los meses empezó a volverse peor. Intentaba tocarme cuando mamá no miraba. Hoy en la noche lo intentó de nuevo, pero me harté. Mientras mamá se ahogaba en el alcohol como siempre, él entró a mi habitación. No lo pensé dos veces: lo golpeé con todas mis fuerzas y salí corriendo. Ahora estoy aquí, caminando por las calles en la oscuridad con mi hermanita Sofía en brazos. No la dejaría con esos monstruos. Braulio quiere lastimarme, y mamá lo sabe. Lo peor es que no hace nada. Pero yo sí. —No te sueltes, Sofía. Prométeme que no lo harás —murmuré entre dientes, tratando de sonar firme. Sofía asintió, su labio temblando por el frío y el miedo. —¿Dónde vamos, Dani? —preguntó con voz débil. Tragué saliva, tratando de ignorar el nudo en mi garganta. —A un lugar seguro, Sofi. Donde nadie pueda hacernos daño. No tenía otro plan. Solo huir. Aún sentía en la piel la sensación asquerosa de Braulio intentando tocarme. Quería gritar, llorar, pero no podía. No ahora. Las calles estaban vacías y frías, las luces de las farolas parpadeaban, como si el mundo entero nos estuviera dejando solas. Cada sombra me hacía saltar, cada ruido me parecía una amenaza. Caminamos hasta llegar a un parque viejo y abandonado. Me senté en un rincón, protegiéndonos del viento, y abracé fuerte a Sofía. —Todo estará bien, hermanita —susurré, aunque ni yo misma me lo creía. Sofía cerró los ojos, agotada, mientras yo dejaba que las lágrimas rodaran por mis mejillas. No teníamos a dónde ir, no teníamos dinero, no teníamos a nadie. Solo nos teníamos la una a la otra. —¡Oigan! Un escalofrío me recorrió la espalda. Me puse de pie de un salto y escondí a Sofía detrás de mí. De la oscuridad, apareció un hombre. Alto, con un abrigo n***o largo. Caminaba hacia nosotras con pasos seguros. Cuando la luz del parque iluminó su rostro, pude ver que no era tan mayor, quizá unos treinta años. Sus ojos grises me analizaron como si pudieran leer mi alma. —¿Qué hacen aquí a estas horas? —preguntó, con voz firme. —No es asunto suyo —respondí, intentando que no se me notara el miedo. El hombre miró a Sofía y luego volvió a mirarme. Me examinó de pies a cabeza: mi ropa vieja, mis manos temblorosas, mi expresión cansada. —Parece que necesitan ayuda —dijo, sin emoción en la voz. —No necesitamos nada —solté rápido, aunque mi estómago rugía de hambre y Sofía apenas podía mantenerse en pie. El tipo sonrió apenas, como si mi respuesta no le sorprendiera. —¿No? ¿Entonces dónde dormirán esta noche? ¿Qué comerá tu hermana mañana? Apreté los labios. Me dolía admitir que tenía razón. —¿Quién es usted? ¿Qué quiere? El hombre metió las manos en los bolsillos de su abrigo y dio un paso atrás. —Mi nombre es Nikolai —dijo—. Y quiero ofrecerte un trato. —¿Un trato? —repetí, sintiendo cómo la alarma se encendía en mi cabeza. Asintió, mirándome fijamente. —Te doy un lugar seguro, comida y protección. A cambio, harás exactamente lo que yo te diga. Mi cuerpo entero se puso tenso. —¿Por qué yo? ¿Qué quiere de mí? Nikolai soltó una risa seca. —Eres perfecta para lo que necesito. Eres joven, fuerte, y ellos no sospecharán de ti. Además, no estás en posición de rechazar mi oferta, ¿verdad? Miré a Sofía, dormida sobre el suelo frío. Mi pecho se apretó. No tenía opciones. —¿Y si digo que no? Nikolai se inclinó un poco hacia mí y murmuró con voz gélida: —Entonces tú y tu hermana terminarán en un lugar mucho peor que este parque. El miedo me recorrió la espalda. Apreté los puños. —Está bien. Acepto. Nikolai sonrió levemente. —Buena decisión. Esta noche tendrás un techo. Mañana, empezamos con tu transformación. —¿Transformación? —A partir de ahora, ya no eres Daniela. Eres Elena Petrov, experta en pedagogía. Mi corazón latió con fuerza. —¿Qué significa eso? —Lo entenderás pronto —dijo con voz firme, dándose la vuelta—. Sígueme. Miré a Sofía, la cargué en mis brazos y respiré hondo. No sabía en qué me estaba metiendo, pero haría lo que fuera para protegerla. Mientras caminábamos detrás de Nikolai, el viento gélido me golpeó la cara. Algo dentro de mí me decía que acababa de hacer un trato con el diablo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR