Capítulo XII Todo estaba silencioso en torno, hasta donde llegaba el oído. La bruma de los sentimientos de él se desplazaba ante nosotros, como conmovida por sus luchas, y en los desgarrones del velo inmaterial aparecía distinto se forma y preñado de un vago atractivo, como una figura simbólica en un cuadro. El aire frío de la noche parecía yacer sobre mis miembros, tan pesados como una placa de mármol. —Entiendo —murmuré, más para demostrarme que podía romper con mi estado de parálisis, que por otra razón. —El Avondale nos recogió antes de la puesta del sol —señaló, lúgubre—. Se dirigió en línea recta hacia nosotros. Sólo tuvimos que permanecer sentados y esperar. Luego de un largo intervalo dijo: —Ellos narraron su historia. —Y volvió a reinar el silencio opresivo—. Sólo entonces s

