Connie
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Escucho que tocan a la puerta. Yo suspiro y abro mis ojos con pesadez. Apenas iba a gritar cuando me detengo y recuerdo, por el dolor en mi cuerpo, todo lo que pasó ayer. Así que me siento en la cama, un poco desorientada. Cuando volteo hacia un lado, es como un balde de agua fría, pues el espacio de Nicolò está vacío. Como es obvio, siempre piensas lo peor, así que suspiro, me pongo de pie despacio y camino hacia la puerta, que no dejan de tocar. Cuando la abro, está Manuelito con una charola de desayuno y Nicolò detrás de él, con una sonrisa en su rostro. Yo los miro a los dos con una sonrisa en mi rostro, y el primero que empieza a hablar es Manuelito.
—Connie, te traje el desayuno, pues Nicolò dijo que no te sentías bien. Así que descansarás el día de ahora. Tam
