El Ingeniero Díaz estaba esperándolo en el aeropuerto. Lo primero que quería hacer era ir a la obra, para ver la magnitud de los daños. Terminó descubriendo que las imágenes del video lucían peor de lo que realmente sucedió. Recorrieron la estructura, intercambiaron ideas, dio indicaciones y solicitó un conductor al hotel, que de hecho le pertenecía.
Llegó agotado a la suite del hotel de lujo, que se encontraba en el último piso del edificio. Por la mañana solicitó la renta de un vehículo, y no cualquiera, un Lotus Evora rojo. Pasó el día conciliando la situación legal y las compensaciones de los trabajadores. El tercer día de haber llegado, visitó la obra de nuevo, consideró los daños una vez más y el retraso que podría representar. Entonces, por la tarde tuvo la junta en persona con los inversionistas, y todo quedó arreglado. Muy temprano le habló a Sofía, quien le consiguió un vuelo para el sábado a las 10 de la mañana, tendría que pasar todo el viernes aún en Ciudad Lambda.
Le llamó a Oscar para invitarlo a comer, un señor de 50 años que había sido el primero con el que se asoció para comenzar con las construcciones en esa ciudad, permitiéndole ampliar sus dominios. Su relación comercial había sido tan buena, que la amistad nació en ellos. Después de dar la última visita a la obra, se dirigió al restaurant en que había quedado con Oscar.
-¡Que gustó me da verte! -Le dio un caluroso abrazo -Ya tenías muy abandonada Ciudad Lambda –
-He estado trabajando en otras ciudades, pero prometo que regresaré más seguido, comenzamos un proyecto de nuevo aquí –Zack animadamente le contó.
Aprovecharon ese tiempo para ponerse al corriente en temas de negocios y familiares.
-Hay un evento de beneficencia ésta noche, deberías acompañarnos, además de ayudarme, estoy seguro encontrarás diversión –Le dijo en tono juguetón.
A Oscar le pertenecía uno de los Centros de Convenciones más grandes de la ciudad, tenían eventos todo el año. Con el Día Internacional del Libro, había mucha afluencia de personas, y le gustaba organizar esos eventos para aprovecharlo al máximo.
-Está bien –Aceptó riendo –De cualquier manera mi vuelo de regreso es hasta mañana –
Fue la mejor decisión que pudo haber tomado, fue lo que pensó. Ahí estaba, Aranza Olivier, bellísima. Aquel vestido que le quedaba a la perfección, dejaba atrevidamente un cuarto de su piel al descubierto, y resaltaba su figura esbelta. Sonreía constantemente, pero no encontraba la oportunidad de acercarse, hasta que la vio alejarse. La observaba a lo lejos, elaborando una estrategia perfecta para abordarla, cuando su bolso cayó supo que ese era el momento.
-Es una hermosa vista, ¿cierto? –Su sorpresa fue la audaz y elaborada respuesta que recibió.
-¿Quieres ir a otro lugar? –Le propuso y sus osadas respuestas seguían asombrándolo.
Nunca le pasó por su mente, que esa noche tendría una compañera s****l como Aranza. No solo por su escultural cuerpo, que era de acuerdo a su gusto, muy bien proporcionada sin caer en lo voluptuoso; sino también la experiencia con la que confiadamente se comportaba. La vio quedarse dormida, y aprovechó ese tiempo para contemplarla, la luz derramándose sobre su perfecto cuerpo lo hechizó.
Llamó al servicio a la habitación, para solicitar el lavado de la ropa de ella a la brevedad, y él al ser el dueño del hotel, nada era imposible. Se dio un baño con agua fría, preguntándose si lo había logrado, grabarse en su piel, ese reto que ella le impuso. Empacó su maleta y pidió el desayuno, sabía que tendría que irse a las 8 de la mañana. Aunque había pensado en despertarla para hablar con ella, la verdad era que no veía ningún motivo para hacerlo, lo más seguro es que no la volvería a ver, tal vez ella tenía una vida ahí.
Estaba tomando su taza de café, pensando en la nota que le dejaría, de repente escuchó música de fondo, siguiendo el sonido se percató que provenía del bolso de Aranza. Se debatió si abrirlo y ver aunque fuera el nombre de la persona que le hablaba tan temprano, pero se contuvo. La despertó, observando como hablaba con la persona al otro lado de la línea, preguntándose si era su pareja o algún familiar. La escuchó decir –No puedo abrirte porque no estoy en mi habitación –y supo que tendría que irse a la brevedad. Tomó su celular y llamó al conductor que entregaría el auto rentado.
-Pasa a la lavandería a recoger unas prendas que solicité ser lavadas y tráemelas a la habitación lo más rápido que puedas –Dijo autoritario.
Regresó a terminar de desayunar, con interrogantes: ¿qué decir? ¿Qué le diría ella? Pero cuando la vio salir envuelta en la sábana, le cortó todos sus pensamientos. Fue cierto lo que le dijo la noche anterior, era exquisita. Entonces llegó el momento de realmente conocerla, fuera de la conquista, del sexo; y no lo rechazó, solo hizo las cosas a su manera. Lo más extraño para él fue que ni siquiera le preguntó su nombre, ni le dio el de ella; y eso fue lo que hizo que se incrustara en su sistema enigmáticamente. La vio salir de la habitación, descalza; y ya no había nada que hacer, así que él salió hacia el aeropuerto.
Aranza llegó al hotel, donde Fátima la esperaba con una mezcla de enojo, preocupación y estrés. Aranza se disculpaba mientras se cambiaba y hacía la maleta, nunca pensó que la última noche en Ciudad Lambda sería la mejor del viaje, y tal vez se posicionara como las mejores de su vida. Tenía que reconocerlo, la dejó deseando otro encuentro. Pero su raciocinio le sacó esa idea al instante, convirtiéndolo en inspiración para una próxima historia.
Llegó al aeropuerto justo a tiempo, Aranza fue la última en abordar, se sentó casi sin aliento. Descansando un poco en su lugar el avión despegó. Comenzó a sacar su laptop para pasar el vuelo escribiendo, pero alguien se inclinó sobre ella.
-Hermosa, espero que este vuelo no te la pases escribiendo –Le dijo Zack con una sonrisa descarada. Aranza tenía los ojos tan abiertos de la sorpresa, su corazón se aceleró y su boca se abrió ligeramente, quedo estática ante él –Verás, la luz de la pantalla me da directo en los ojos, no me permite dormir cómodamente. Sé que no es de tú incumbencia, pero anoche una preciosura no me dejó dormir en lo absoluto, y quiero aprovechar éste vuelo para descansar –
-¿Me estás siguiendo? –Aranza hizo un parpadeo largo cuando preguntó.
-No hermosa, te prometo que encontrarte es una agradable coincidencia –Eso fue una revelación también para él. Cuando la vio abordar de último minuto su sonrisa no cabía en su rostro, era la tercera vez que se la encontraba –Espero que consideres mi solicitud, de lo contrario tendré que venir a pedírtelo de nuevo –Se acercó para darle un beso en la mejilla y se retiró a su asiento.
Aranza, totalmente incrédula, lo vio alejarse, descubriendo que estaba justo en la fila detrás de ella. Se sentó correctamente, atónita, pensando en las probabilidades de aquella situación. Tomó su celular, reclinó el asiento y comenzó a escribir en las notas, lo que menos quería era tener de nuevo una charla con él.
Zack se quedó dormido un par de horas, cuando despertó, notó que Aranza no tenía la laptop abierta y decidió echar un vistazo de cualquier manera. La descubrió profundamente dormida, con el celular a punto de caer de sus manos. Colocó el aparato en un lugar seguro, así como una manta sobre ella y regresó a su lugar para continuar durmiendo.
Ambos fueron despertados por la azafata una vez que aterrizaron. Durante todo el trayecto hacia la salida, Zack llevaba una distancia prudente de Aranza, la vio quedarse parada en la avenida principal, con su celular en la mano.
-Vamos, te llevo –Se paró a su lado, hablándole muy cerca del oído, provocando que Aranza diera un salto, alejándose de él. ¿Por qué él le provocaba nerviosismo?
-¿No crees que alguien vino por mí? –Intolerantemente le cuestionó, pero Zack estaba con una sonrisa de burla, porque por supuesto que advirtió en la anterior reacción. ¿Dónde estaba la mujer atrevida, conquistadora de la noche anterior? Ésta mujer le parecía todo un acertijo.
-Es obvio que “esa persona” –Levantó ambas manos haciendo las comillas en el aire -No ha llegado por ti, le puedes avisar que ya no es necesario, ya conseguiste transporte –En ese momento un Bently n***o se detuvo frente a ellos, la puerta quedó justo al lado de la trigueña. El conductor bajó, saludó respetuosamente a Zack y lo ayudó a subir las maletas, incluida la de Aranza. Ella estaba perpleja, su mente la estaba haciendo pasar una mala jugada, no reaccionaba a la velocidad necesaria. Zack le abrió la puerta del auto, pero vio que ella no se movía -¿Nos vamos? –Aranza no contestó; sí, sus pensamientos la tenían ensimismada, ¿qué se pensaba ese hombre? Solo habían tenido una noche de sexo, no era como que le debiera algo; además le ordenaba como si tuvieran alguna relación. Zack deslizó su mano por la cintura de Aranza, con un ligero empujón la metió, él fue detrás de ella y el vehículo comenzó a desplazarse.
-¿Cuál es la dirección de tú casa? –Ese tono autoritario no le gustaba para nada a Aranza.
-Discúlpame, pero eres un total desconocido –El conductor la miró desconcertado por el retrovisor –No creo prudente darte mi dirección –Entonces respiró profundamente, porque estaba perdiendo la calma.
Zack se acercó a su oído para hablarle bajo –Ayer te fuiste con un total desconocido para tener sexo –Aranza abrió los ojos, y él sonrió maliciosamente –No fuiste tan precavida. Además si lo que temes es que sea un acosador, bien podría dejarte tomar un taxi y seguirte –Dijo encogiendo los hombros.
Aranza cerró los ojos y respiró profundamente, de nuevo, aceptando que cualquier escenario que se planteaba, él terminaba ganando. Se acercó hacia el conductor, para hablarle con un tono tranquilo y gentil –Puede conducir por la Avenida 65 por favor, ya de ahí yo le voy indicando –Se giró, para mirar a los ojos a Zack, le extendió la mano –Aranza Olivier –Se presentó.
Él se sorprendió, aun cuando ya sabía su nombre, creyó que no lo escucharía de ella –Zack MacDowell, me da mucho gusto conocerte –Le estrechó la mano con delicadeza y una sonrisa se dibujó en su rostro.
Llegaron a un complejo residencial, Aranza bajó el vidrio del auto -Buenas tardes Víctor –Era el guardia en turno.
-Señorita Olivier, qué bueno que ya regresó, pasé –El guardia por medio del sistema automatizado levantó la barrera del estacionamiento.
-¡Gracias! –Aranza subió el vidrio y una sonrisa honesta estaba en su rostro, produciendo una expresión de dulzura. Zack observó la escena, su actitud provocó que su interés en ella creciera, y le gustaba irla descubriendo.