Capítulo II. Mentiras

2382 Palabras
Pasaron unos segundos en los que permanecí en silencio, observando con desprecio al hombre. Si algo no había echado de menos, era verle, era sentir su mirada fulminándome, sentir su presencia. Dejé escapar un suspiro pesado y formé un puňo con mi mano derecha. —¿De qué se supone que debemos hablar? Que yo sepa puedo seguir con mi vida.— rompí el silencio de manera tranquila, estaba convencida de que ya no podía hacerme nada. Las armas que usaba en mi contra las perdió durante la batalla. En su rostro aparece una sonrisa divertida y tras aclarar la garganta, se dispone a responderme. —Primero que todo, deberías alegrarte por no estar en la cárcel... Ah, y darme las gracias por pagarte estos tratamientos médicos.— hizo un movimiento con la mano derecha y recorrió con su vista la habitación. ¿Estaba hablando en serio? No le pedí que pagase estas cosas. —¿En la cárcel? ¿Yo? No me hagas reír... Yo no fui quien le introdujo a medio mundo un microchip en el cuerpo.— alcé ambas manos y negué lentamente con la cabeza. —Vamos, que hacer eso es algo muy legal.— añadí, logrando con ello que la sonrisa desapareciese de su rostro. —Por entrar en algo de propiedad privada, que puede ser considerado hasta robo. Nadie sabía cuales eran tus intenciones.— se defendió y cruzó los brazos. —¡¿Qué?!— levanté la voz y di un sobresalto en la cama. Sentí como la velocidad de mis latidos aumentaron. —Vamos, relájate encanto.— una carcajada rellenó la habitación. La puerta de repente se abrió, en ella apareció una mujer pelirroja de ojos verdosos. Deduje que se trataba de una doctora o enfermera. —No es bueno que altere a la paciente.— regaño a JT y se acercó a la cama. De manera casi violenta, colocó la palma de su mano en mi frente. Abrí los ojos de par en par sorprendida. ¿De qué demonios sirve que me haga eso? —¿Cómo se siente?— preguntó con una voz dulce y agradable. —Bien, me encuentro bien. ¿Puede darme el alta? No quiero estar aquí. ¿Qué debo hacer? ¿Contar hasta diez? ¿Dar un paseo por la habitación?— la mujer dejó escapar una corta risita divertida. —Bastará con que esperes a los resultados de las pruebas de sangre.— respondió cuando calmó su risa. —Genial...— murmuré con cierro asco. Odiaba las agujas, y mucho más cuando sabía por adelantado que me iban a hacer algo con alguna. —Te sacamos la sangre hace una hora más o menos. En unos minutos te traeré los resultados.— se apartó de mi y de manera enérgica se dirigió hacia la puerta. —Y usted, deje de alterarla, acaba de despertarse y tiene que acostumbrarse a estar aquí.— añadió y salió de la habitación. —Esto... ¿Gracias?— arqueé una ceja, mientras que observé como JT se divertía con la situación que había pasado. —Volviendo al tema... Comportate.— me guiñó el ojo y se acercó a la cama. —Me estoy comportando... Eres tu quien no me deja en paz. Ve a darle de comer a las palomas del parque o algo.— gruñí furiosa. No quería seguir con la conversación que estábamos teniendo, ya que en mi opinión no llegábamos a ninguna parte teniéndola. —No me hagas crear otro microchip para que seas buena chica.— me advirtió, note como su mirada se llenó de rabia, pero no se limitó a decir nada más. —Oh vaya, hace mucho que no me amenazas, pensé que se acercaba el fin del mundo. Menos mal que lo has hecho, ahora se que todo está normal. ¿Por qué no me haces el gran favor de dejarme en paz? No tienes nada que quitarme. Tienes gran parte de mis recuerdos, me arrebataste una parte de mi vida. Te quedaste sin nada que quitarme.— proseguí mientras sentía como el asco hacia su persona aumentaba. Una parte de mi no entendía que era lo que quería de mi, pero otra parte sentía la necesidad de saberlo. —Vaya, vaya. Aún me queda tu pasado y muchas cosas que puedo quitarte con un simple chasquido de dedos.— su voz se volvió distante e incluso aterradora. —Pero por lo que veo no estas en condiciones de hablar así que, de momento te dejaré en paz.— añadió y lentamente me dió la espalda. Con unos cortos pasos se acercó a la puerta de la habitación y antes de abrirla se quedó unos segundos delante de ella. —Tu madre biológica no estaría orgullosa de ti en estos momentos.— susurró dejándome en shock. ¿Mi madre biológica? ¿De qué estaba hablando? Los latidos de mi corazón aumentaron, pero tras unos segundos volvieron a la normalidad. Dejé escapar un suspiro pesado y alcé la vista hacia JT quien seguía dándome la espalda. —Es como en el sueño...— pensé en voz alta, sin darle importancia a que él pudiese oírlo. Lentamente giró la cabeza hacia mi, observándome en silencio de reojo. —¿Cómo demonios puedes saber eso?— añadí la pregunta con una voz casi chillona. Él se limitó a reír, pero en vez de darme una respuesta, abrió la puerta de la habitación para poder irse de ella. —Me diste a entender que no quieres hablar, así que cuando te apetezca, sabes donde encontrarme.— respondió de manera juguetona, llevándose la atención de los que se hallaban detrás de la puerta. —¡Estás loco si crees que voy a ir voluntariamente!— grité y quise levantarme de la cama, para impedir que se fuera, pero la transfusión me lo impedía. Mi mente no lograba entender el como era posible que supiese tantas cosas de mi y que conociese cosas que yo no, me asustaba. Pensé, o más bien, confíe en que con la desactivación de los microchips todo volvería a ser como antes, que podría seguir con mi vida... Pero al parecer JT se había propuesto hacer de mi vida un infierno. Nadie dijo nada durante los siguientes segundos... Lo único que pasó, fue que JT, posó su mano izquierda en uno de los hombros de Elías. Otra cosa que no entendía... ¿Por qué Elías dejaba que se comportase así con él? Podía volver con su familia, podía rehacer la vida que tenía... ¿Por qué sigue estando con JT? —Bueno, creo que es hora de irnos, hijo mío.— rompió el silencio el hombre, dirigiéndose con esas palabras a Elías. Mis ojos se abrieron como platos, el aire se volvió pesado, tan pesado que llenar mis pulmones con él era todo un reto. Sentí como lágrimas se crearon en mis ojos y como seguidamente comenzaron a acariciar mis mejillas. Deslice mi mirada hacia las sábanas blancas y con ambas manos me cubrí el rostro, sintiéndome algo ridícula porque me viesen llorando. Oí como Elías hizo unos pasos, adentrándose en la habitación, acercándose a la cama, obligándome con ello a levantar la mirada hacia él. Dejó a JT con una sonrisa divertida fuera de la habitación, al parecer, este disfrutaba del espectáculo. —Puedo...— empezó con demasiada inseguridad en la voz. —Lárgate.— le interrumpí con un susurró. Su rostro se llenó de desesperación y algo de dolor, pero estaba convencida de que estaba fingiendo. —¡¿No me has oído?! ¡Lárgate! ¡No quiero volver a verte! Confiaba en ti... Te conté cosas y busque apoyo e incluso amor en ti... Pero fui realmente estúpida. ¡Nunca debí confiar en ti! Solo me usaste. ¡Eres igual que tu m*****o padre!— grité perdiendo el control sobre mi misma, y notando como el dolor se extendía en mi interior. Elías cerró ambas manos, formando con ellas dos puños, pero no dijo nada. Simon, dejó estar fuera y se abrió paso hasta llegar al borde de la cama, en el que se sentó. Seguidamente me abrazó con mucho cuidado y cariño al mismo tiempo, dándome con ello lo que más necesitaba en ese instante. A un amigo. —¿No la has oído?— gruñó Simon molesto porque Elías siguiese estando aquí. El pelinegro dejó escapar un suspiro y sin decir nada, salió de la habitación. JT seguía sonriendo y con un movimiento de cabeza se despidió de nosotros, aunque más bien fue un hasta luego. Pasaron unos cortos minutos en los que permanecí abrazada a Simon. Logrando calmarme con ello. —Los resultados salieron bien. Te hicimos unas cuantas pruebas antes de que despertases, ya que tus amigos nos dijeron que te habías movido.— Volvió a entrar alguien en la habitación, concrétamente la pelirroja que regaño a JT. —Con permiso.— pidió a continuación, me separé de Simon y observé como la joven con mucho cuidado desconectó la transfusión. —La doctora ya le firmó el alta, así que puede irse ya. Le haremos una revisión la semana que viene en su casa. Solo tiene que firmar unos papeles, antes de salir del hospital.— finalizó con una dulce sonrisa. Sin decir o esperar a que yo pudiese reaccionar de alguna forma, salió como una bala de la habitación. Simon y yo intercambiamos miradas. En sus ojos pude ver una chispa de felicidad. Se levantó de la cama y me ofreció su mano derecha para ayudarme a ponerme en pie. La verdad, es que no estaba segura de poder aguantar el equilibrio... Pero lo que se apoderó de mi mente fue una duda... ¿Dónde vivo? Acepté la ayuda de Simon. Nada más poner mis pies en el suelo, sentí como mis rodillas se negaban a cooperar con el resto de mi cuerpo. El pelirrojo lo supuso y por eso le dio tiempo a reaccionar. Rodeó mi cintura con una mano y con la otra colocó mi brazo alrededor de su cuello. Sentí como nuestros cuerpos estaban divididos tan solo por unos milímetros. —Gracias.— susurré y le dediqué una mirada al suelo. Tenía la sensación de que desaparecía bajo mis pies. —Me da, que tendré que enseñarte a caminar.— comentó con cierta diversión el pelirrojo. —Quizás estaría bien.— le seguí el juego. —Y esto... ¿Nosotros vivimos juntos?— pregunté con timidez. Simon abrió los ojos de par en par y con cierta confusión me observó. —Esos dos cabrones te borraron hasta ese recuerdo.— gruñó con algo de rabia. —Vamos, ya te llevo yo a casa.— añadió con mucha más tranquilidad. Asentí con la cabeza y ambos nos dirigimos hacia la puerta de la habitación. Antes de salir del hospital firmé los papeles que me indicó la joven pelirroja. La secretaria no fue tan amable como la mujer pelirroja, sino más bien fría y cortante. En ese momento no le di mucha importancia, ya que me daba igual, tenía la sensación de que no iba a volver a ese hospital. Simon me ayudó a subirme al coche n***o con el que había venido, concrétamente al asiento que estaba al lado del conductor. El cielo estaba nublado y la luz del sol que quedaba estaba siendo sustituida por la noche. Me quedé pensando en si hacia lo correcto al subirme en el coche de un desconocido... Medio desconocido, habían momentos que le recordaba a la perfección, estaba convencida de que teníamos un pasado en común... Pero en otros momentos, sentía que estaba en peligro... Que quizás podría hacerme daño. Con el portazo que dio al cerrar la puerta de su lado, me sacó de mis pensamientos. —¿Todo bien?— preguntó antes de arrancar el coche. —Si, estoy bien, solo siento que sigo teniendo en la vena clavada la aguja de la transfusión.— respondí con sinceridad y simpleza. Mi corazón me pedía a gritos que pensase en Elías, que llegase a deducciones, que me convenciese a mi misma de que todo era una broma, un nuevo juego de JT... Pero mi mente se negaba, no quería sufrir más, ni yo tampoco. —¿Entonces con quién vivo?— cuestioné con intranquilidad. Simon cogió aire y me dedicó una corta mirada. —Vives sola. Tienes un piso y suele incomodarte la idea de tener compañeros de piso.— me contesto y pusó el coche en marcha, para que por fin pudiésemos salir del aparcamiento del hospital. —Que rara soy, ¿no?— arqueé una ceja con algo de sorpresa. No pensé que fuese así. —Eres distinta.— me corrigió y dedicó una gran parte de su atención a la carretera. —Y por cierto, deja al emo ser emo y vuelve a tu vida. No merece la pena que te tortures por él.— me dió ánimos y consiguió con sus simples palabras hacerme sonreír. —Oye... Necesito que me cuentes cosas sobre mis padres.— dije de repente sin que se lo esperase. Sus ojos se abrieron como platos, tardó unos segundos en reaccionar. Era como si se hubiese quedado buscando las palabras adecuadas. —Esta bien, pero no se mucho, solo lo que me has dicho tu y poco más.— suspiró y se paró al ver que no le daría tiempo a cruzar el semáforo. —Por cierto, no te metas en líos y su lo haces, haz el favor de meterte en la cabeza que estamos juntos en ellos. Llevamos siendo amigos años y aún así intentaste protegerme, poniéndote a ti misma en peligro.— vi como apretó el volante con más fuerza. —No quería que te metiese en el juego a ti también.— murmuré y deslice la mirada hacia mis pies. —Lo sé, pero la próxima vez, que un psicópata te meta un microchip mortal, me gustaría saberlo para poder ayudarte. Espero que no haya próxima vez. Bueno mira, en ese edificio vives.— mezcló muchos temas juntos y con la cabeza me indicó que mirase a la derecha. Vivo sola... Quizás ese sea mi destino. Aunque... Agradezco que Simon esté aquí, el puede ser el único que me ayude a recordar lo que he olvidado.
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