Caminar les daba espacio a pensar, guardaban silencio para no generar más ruido del necesario, más del que sus pies creaban al pisar las ramas secas caídas en el camino. No pueden negar que, a pesar de llevar tantos años en esto, los hombres de sentían nerviosos y aunque viven el día sin saber a ciencia cierta si llegarían a dormir o si sus cuerpos se encontrarían a un lado de la carretera.
Sara, por el contrario, estaba tan inmersa en sus emociones que no le quedaba espacio para el temor. El único miedo que sentía, era por dejar a Ainara al cuidado de Julián y aunque Lorena no era una mala persona, a pesar del daño que hizo a su hogar, el que ella fuera la figura materna para su hija, le daba una sensación de incomodidad aún mayor.
Enzo Cabrales máquinaba minuciosamente el recorrido q
