CAPÍTULO 8

1261 Palabras
Estrella Bianco, con las manos temblorosas, se acomodó en una silla de plástico que chirriaba cada vez que cambiaba de posición, añadiendo incomodidad a la situación que enfrentaba; frente a ella, Kenya observaba con fingida tranquilidad a su amiga, pues sus ojos evidenciaban la preocupación que sentía por su mejor amiga. Y es que Kenya definitivamente podía entender la angustia de su amiga, es decir, luego de meses considerándolo ella se había decidido a que las gemelas fueran suyas incluso legalmente, porque en su corazón se habían convertido en sus hijas desde que las vio, si lo sabría ella que atestiguó ese primer encuentro que las convirtió en familia y, de la nada, había aparecido un supuesto tío biológico y había sacudido todo lo que Estrella creía seguro. — Kenya —comenzó Estrella con voz tensa—, he estado pensando en todo esto desde que Benjamín apareció. Si él de verdad es su pariente, seguro debe tener derechos sobre mí, pero las niñas... ellas me necesitan, ¿eso no contaría frente a un juez? ¿No importa si ellas me aman ni lo mucho que las amo yo? Kenya inspiró lentamente y solo miró a su amiga, esperando que ella continuara con su alegato. La trabajadora social sabía lo que había en juego. Las niñas, aunque aún no oficialmente adoptadas, ya eran parte de esa pequeña familia, y cualquier cambio podría ser devastador para ellas. » Benjamín podría intentar quitarme a las niñas, ¿no es cierto? —preguntó la rubia sintiendo cómo sus más grandes miedos despedazaban sus anhelos—, si es su pariente, él podría tener algo de peso legal para hacerlo, ¿verdad? Estrella respiró hondo, intentando calmarse, pero su voz tembló de desesperación y Kenya simplemente asintió; es decir, en realidad, ella no era abogada, así que no tenía las respuestas definitivas, pero había atestiguado tantos casos similares que más o menos conocía el rumbo por el que les tocaría andar, y Estrella Bianco llevaba las de perder. Estrella se veía desesperada, la joven trabajadora social se limitó a mantenerse tranquila mientras escuchaba las inquietudes de una joven que, si todo salía mal, terminaría sin ser madre de las pequeñas que tanto amaba, entonces respiró profundo tras un momento en silencio y sopló lento el aire que sabría el cielo cuánto tiempo tenía conteniendo en sus pulmones. — Lo primero es que no podemos dejar que el miedo nos gobierne —dijo Kenya, sintiendo dicha emoción cavando un huevo profundo en sus entrañas—. El proceso de adopción está en marcha, y aunque no esté formalmente cerrado, hay un expediente que respalda tu relación con las niñas. El hecho de que Benjamín haya aparecido después de tanto tiempo podría ser complicado, pero no significa que tenga automáticamente derecho sobre ellas. — Pero es su tío... —murmuró Estrella, mirando al suelo—. ¿Y si deciden que es lo mejor para las niñas estar con él? Kenya hizo una pausa, pensando en cómo explicarle lo poco que sabía, sin alarmar a la pobre Estrella más de lo que ya estaba. —Aún no es seguro que el tal Benjamín sea su tío —recalcó Kenya algo que, por miedo, al parecer, Estrella estaba olvidando—; pero, si fuera el caso, es obvio que él tendría derecho a ser considerado en el proceso. Sin embargo, hay muchos factores que entrarían en juego: el bienestar de las niñas, tu relación con ellas, la estabilidad emocional que les has dado; así que, si él no demuestra ser mejor opción para las niñas que tú, no se quedaría con ellas... Esto es solo en caso de que él sí sea su pariente, tú misma dijiste que podrían no ser las mismas niñas, así que respira, amiga, porque parece que te estás muriendo por no respirar. —A mí me está matando el miedo —declaró Estrella, cuya ansiedad no desaparecía a pesar de que también tenía claro el punto de su amiga—, no es el no poder respirar... porque de verdad que no puedo hacerlo. Estrella Bianco sabía que la ley podía ser impredecible, y la aparición de Benjamín parecía una amenaza inminente para ella y su felicidad. —Amiga —habló Kenya, llegando hasta su amiga para poder abrazarla y transmitirle sin palabras que estaba ahí para ella, para acompañarla y apoyarla—, primero habla con él, y yo mientras me asesoraré correctamente del proceso a seguir y conseguiré la ayuda que sea necesaria, ¿sí? Así que, solo tranquilízate, porque necesitamos ganar de todas, todas, así que no perdamos ante el miedo. Estrella asintió, sintiendo como el nudo en su garganta crecía y le dificultaba aún más respirar, y su cuerpo tembló completo cuando entendió que el inicio de todo, hablar con Benjamín Anguiano, podría ser el final de todo, su familia. ** — ¿Estrella Bianco? —preguntó el hombre, logrando con su voz grave y su presencia que el cuerpo de la mujer que estaba en la oficina, esperando su llegada, se estremeciera por completo y su alma se quebrara un poco. Estrella asintió, intentando mantener la calma, y probablemente fallando épicamente en el intento, porque la rubia no se sentía siquiera capaz de pronunciar palabra alguna sin soltar el llanto. » Mi nombre es Benjamín Anguiano —dijo él, extendiendo la mano hacia ella. Su tono de voz no era amistoso, pero tampoco agresivo, solo directo—. Vengo a hablar con usted sobre Roberta y Rebeca Anguiano, mis sobrinas. Estrella, al escuchar los nombres de las niñas, sintió una punzada en el estómago. Ella aún no había completado el proceso de adopción, y no era seguro que ese sujeto era su pariente, pero algo en su interior seguía gritando que él era su enemigo, uno formidable, por eso temblaba de miedo. — ¿Qué le hace pensar que sé algo de ellas? —preguntó Estrella, cruzándose de brazos, como si de esa manera se pudiera proteger del dolor de pecho que la estaba ahogando, quizá por eso mismo su tono de voz se endureció sin que pudiera evitarlo. A esas niñas que él mencionaba, a pesar de que no usaban el apellido que él les daba, y de no estar legalmente adoptadas aún, Estrella las consideraba suyas, así las amaba. Benjamín, por su parte, no vaciló. — Las vi corriendo hacia ti y llamándote mamá —explicó Benjamín, sin rodeos—, tus hijas son iguales a las niñas que tengo en fotos, además de que debe ser evidente su parecido físico conmigo, teniendo en cuenta que su padre y yo tenemos el mismo rostro, por eso puedo asumir que ellas son Becky y Betty, mis sobrinas Las piernas de Estrella fallaron un poco, y es que ese evidente parecido era algo real, el par de niñas a su cargo definitivamente se parecían a él. » Sin embargo —continuó hablando Benjamín—, hay cosas que no cuadran en esto, por eso acudo a ti con una solicitud que podría sonarte absurda, pero que necesito para confirmar que ellas son mis sobrinas y poder... —¿Poder qué? —preguntó Estrella, completamente a la defensiva, porque sin que él lo hubiera dicho, ella había escuchado claramente que quería confirmarlo para poder llevárselas de su lado—. También siento que hay cosas que no cuadran, así que permíteme escuchar la historia claramente, porque, solo hay una cosa que necesitas tener clara, y eso es que mis hijas son mías, y nadie me las va a quitar.
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