Tras la muerte de mi gran amiga y del gran amor de Albert que Fernanda y Jesús compartieran su tiempo se convirtió en mi prioridad, además de ayudar al pequeño para no sentir la soledad de no tener una madre, Albert parecía disfrutar de la sonrisa genuina de su hijo cuando los pequeños estaban juntos, eran como “uña y mugre”, se contaban todos sus secretos y pasaban la mayor parte del día acompañándose y riendo. Sí, tras esa trágica pérdida, la vida sigue, debíamos sobreponernos y aceptar la realidad, nadie dijo que eso sería fácil de hacer, pero debíamos esforzarnos y continuar. -¿Qué vas a hacer ahora que él se fué? -preguntó Nath esa tarde mientras bebíamos un café por la mañana -¿Qué puedo hacer? Conoces mis sentimientos y no quiero ilusionarte por algo que jamás va a pasar -¿Cómo

