Capítulo veintiuno.
Adora y Dom habían preparado suficiente comida para todos, pero cuando el sol se puso, comieron solos.
Dom alejó su iPad. —Estoy harto de escribir sobre este lugar. Miró a su alrededor las palmeras, la hierba verde y los pájaros acuáticos.
—Yo también. Adora siguió su mirada hacia el agua. Se puso de pie, tendiéndole la mano. —Vamos.
Le tomó la mano. —¿Adónde vamos?
—Ya lo verás.
Mientras caminaban hacia el agua, se desabrochó su blusa amarilla.
—Oye, no puedes...
Arrojó su blusa a la arena, seguida de su sostén.
Dom miró por encima de su hombro. —Los niños podrían volver en cualquier momento.
—Déjalos.
—Bueno, si crees que nos saldremos con la nuestra... Se puso la camiseta en la cabeza y se quitó los zapatos a patadas.
Se quitó el camuflaje y las bragas y
