CAP. 136 – LA PERSECUCIÓN
La sala seguía en penumbras, apenas quebrada por el parpadeo rítmico del monitor cardíaco. Lidia no se había movido de su sillón, la mano entrelazada con la de Diego, como si ese contacto pudiera detenerlo en este lado de la tierra.
En aquel momento… un suspiro. Apenas un estremecimiento en los dedos. Lidia se incorporó, conteniendo el aliento.
- ¿Diego…? -musitó, sin decidirse a creer.
Los párpados de él se agitaron ligeramente. Luego, con energía, se abrieron. Los ojos de Diego buscaron enfocar, vagaron un intervalo… hasta atinar con los de ella. No dijo nada. No pudo. Pero en esa mirada había algo más fuerte que las palabras: reconocimiento, alivio… amor.
Lidia no pudo contener el llanto. No con escándalo, sino con esa mezcla de lloro contenido y felicidad
