Continuaron gran parte del recorrido a pie. Varias especies de aves de diferentes tamaños, en su mayoría rescatadas de la venta ilegal realizaban la adaptación para regresar a la vida salvaje. Monos, coatíes, jabalíes y hasta una familia de pumas, recibían el cuidado de Noah a diario. No habían intercambiado demasiadas palabras, Zoe hubiese querido hacerle mil preguntas, pero los monosílabos que había utilizado para responder sus primeros intentos, la hicieron comprender que no era el momento de continuar por ese camino.
El hecho de que señalara los pocos procedimientos que realizaba y se apartara para que ella pudiera verlos era todo lo que estaba dispuesto a ofrecerle, al menos por ahora, confiaba ella.
Llevaban poco más de dos horas caminando entre la tupida vegetación cuando el estómago de Zoe hizo un sonido algo fuerte, que la avergonzó. Cruzó sus brazos sobre su abdomen y deseó haber llevado el mate que estaba en la camioneta con ella. Noah la miró y el sonido se repitió.
-Perdón.- le dijo ella cerrando los ojos como si fuera algo que pudiera manejar.
Al ver aquella expresión tan inocente, Noah no pudo continuar en su papel. Agradecía el hecho que hubiera respetado el silencio que él proponía, presentía que no había sido fácil para una joven conversadora como ella. Sin embargo, había disfrutado de aquel aroma frutal durante todo el trayecto, la había podido observar de cerca cuando la invitaba a ver alguna maniobra que realizaba con los animales y aquel rostro lo comenzaba a inquietar más de lo que hubiera deseado.
-Seguime.- le dijo por segunda vez en el día y ella lo miró sorprendida. ¿Qué creía que era lo que había hecho toda la mañana?
-Te estoy siguiendo desde las 7 y nueve minutos.- le respondió un poco molesta por la combinación que el calor y su creciente apetito le producían.
Noah giró y al ver el fastidio en su rostro una ligera sonrisa volvió a asomar a su serio rostro.
-Esta vez te va gustar a más.- se limitó a decir y logrando que todo ese hastío que Zoe sentía se desvaneciera continuó caminado unos metros más.
El sonido de abundante agua cayendo comenzó a generarle una creciente expectativa y cuando Noah se agachó para apartar unas lianas, la vista la deslumbró sin siquiera una mínima advertencia.
Noah pudo degustar la transformación en su gesto. Sí su cara se iluminaba cuando sonreía, en ese momento era tan diáfana que conmovía. Como preso de un hechizo levantó uno de sus brazos: quería acariciarla.
Pero antes de caer en la tentación ella giró para regalarle la sonrisa más hermosa que hubiera visto en su vida.
-¡¡Wow!!- le dijo y sin percatarse de que aquel serio veterinario estaba a punto de tocarla volvió a mirar la inmensidad que aquellas cataratas ofrecían.
Noah sacudió levemente su cabeza, como si quisiera recuperar la compostura y continuando con el movimiento de su brazo arrancó un plátano del árbol que tenían sobre sus cabezas.
-Para calmar a tu ruidoso estómago.- le dijo ofreciéndole.
Zoe sonrió una vez más.
-Gracias.- respondió y se apresuró a pelar la fruta.
-¡Esto es increíble!- le dijo con real entusiasmo antes de darle un mordisco a aquel ansiado alimento.
-Esto no es nada. ¿Nunca habías venido a visitar las cataratas?- le preguntó Noah recogiendo otra fruta para él mismo.
Zoe se sentó sobre una roca y cruzó sus piernas como si fuera una niña, no podía dejar de mirar aquel paisaje.
-No.- le respondió volviendo a morder su banana, no quería confesarle que su familia se limitaba a su padre, cuyo única tarea siempre había sido trabajar y trabajar.
-Deberías hacer la excursión en el parque nacional. Esto que vemos se llama el Salto de las dos hermanas, y es apenas el primero de la gran cadena de cascadas. - le explicó Noah mientras se apoyaba en uno de los árboles y comía su fruta también.
-¿Vos venis seguido?- le preguntó ella curiosa.
-Al parque no tanto, acá sí, es un hermoso lugar, tranquilo para descansar.- le confesó y al ver que lo miraba con una expresión llena de suspicacia, alzó sus cejas alentándola a hablar.
-Tranquilo hasta que llegué yo…- le dijo ella a modo de broma.
Noah volvió a sonreír y esta vez la que apartó la mirada fue Zoe, tenía que admitir que cada vez lo encontraba más atractivo y la sensación de no poder ser ella misma frente a él, comenzaba a incomodarla.
-Sigue siendo tranquilo, no te preocupes. ¿Queres otra?- le preguntó ofreciendole un nuevo plátano.
Zoe se puso de pie y aceptó el ofrecimiento.
-Creo que el hecho de haberme quedado dormida sin cenar me está cobrando su precio.- le aclaró mientras pelaba la nueva fruta.
Noah miró su reloj.
-Podemos ir volviendo, estoy seguro de que Doña Paula ya comenzó a preparar el almuerzo.- le sugirió.
-Dame un segundo.- le pidió Zoe y antes de que Noah pudiera reaccionar ella había tomado una fotografía con su teléfono celular.
-Así puedo recordar la primera vez que me enamoré.- le dijo y al ver que Noah comenzaba a mostrarse tan abrumado como confuso agregó.
-Del paisaje, digo.. Es tan.. Es impresionante..- dijo entre divertida y arrepentida por haber utilizado esa palabra..
-Sí, si entendí.- le respondió él aunque por un momento tuvo miedo de que le estuviera insinuando algo.
Él no se enamoraba, ni siquiera tenía ningún tipo de relación con nadie, más allá de algún encuentro casual para satisfacer sus necesidades. No estaba dispuesto a volver a sufrir.
Una vez había confiado, lo había dado todo y el dolor aún yacía en algún lugar de su corazón. Por más intrigante y atractiva que le resultara Zoe, no estaba dispuesto a intentar nada con ella. Llevaba tiempo tranquilo con su vida, pero le había costado. No iba a arruinarlo, menos por alguien tan diferente a él.
La vio comenzar a caminar por el camino de regreso y sus ojos la recorrieron sin poder evitarlo. Le gustaba, eso estaba claro, pero él era bueno controlándose.
Zoe frenó de golpe y Noah no pudo evitar chocar contra su cuerpo. Con algo de temor ella atrapó su brazo con una mano, apoyando su cabeza sobre su pecho cerró los ojos con fuerza para rodear su cuerpo con su otro brazo. Respiraba con agitación, mientras lo abrazaba. El aroma de su cabello lo inundó dejándolo casi fuera de combate.
-¿Ya se fue?- le preguntó Zoe ajena al destrozo que aquel contacto estaba haciendo con la voluntad de Noah.
Una serpiente de colores brillantes cruzó delante de ellos y cuando Noah por fin entendió lo que sucedía, comenzó a apartarla con movimientos lentos.
-Ya se fue.- le respondió cuando la tuvo suficientemente lejos como para poder reaccionar con la seriedad que pretendía mostrar. Pero ella alzó su cabeza y sus ojos se encontraron.
-Perdón, es la única especie que todavía me produce nervios. - le explicó ella sin querer soltar su brazo, aunque sabía que debía hacerlo.
-Ya se fue, pero lamento informarte que hay varias por acá.- le dijo él sin dejar de mirarla a los ojos.
Ella apretó los labios y arrugó ambas cejas apartando la vista, como si aquella noticia en verdad le generara preocupación.
Entonces Noah por fin liberó a su demandante mano para que recorriera aquella delicada mejilla que ansiaba y con un suave movimiento alzó su mentón para que vuelva mirarlo.
-Hey, le colocaste una vía a un jaguar al borde del shock. Te vas acostumbrar a las serpientes, vas a ver.- le dijo tan cerca, tan grave y tan seguro que la que tuvo que apelar a todo su autocontrol fue ella.
-Gracias.- quiso decirle pero la palabra apenas sonó como un susurro entre sus bocas.
-Noah ¿estás ahi?- el sonido latoso del walkie talkie del veterinario, llegó para devolverlos a la realidad.
Los dos se alejaron con premura, mientras Noah tomaba el aparato para responder.
-Si, ¿Qué pasa Vicente?- respondió mientras comenzaba a caminar de regreso para intentar olvidar la intensidad del momento vivido, que no hacían más que confirmarle lo difícil que le resultaría, no caer en la tentación.